Este libro traza un recorrido por más de 100.000 años de Historia para descubrir cómo se forman y gobiernan los imperios. En él se explica por qué algunas sociedades se desarrollaron hasta convertirse en grandes civilizaciones o poderosos imperios, mientras que otras no abandonaron la existencia tribal y primitiva. En sus páginas, profusamente ilustradas, se exploran todos los aspectos relacionados con la creación y el desarrollo de los grandes pueblos de la Humanidad.
La naturaleza política del absolutismo ha sido tema de frecuente controversia histórica. Prosiguiendo el análisis iniciado en Transiciones de la Antigüedad al feudalismo, Anderson sitúa a los estados absolutistas de comienzos de la Edad Moderna sobre el telón de fondo del anterior feudalismo europeo y evalúa sus diversas trayectorias. ¿Por qué Italia no llegó a convertirse en un Estado absolutista de la misma manera que otras naciones dominantes de Europa occidental como España, Francia o Inglaterra? ¿Cómo en los países de la Europa oriental llegaron a constituirse estados absolutistas similares a los de la occidental, cuando sus condiciones sociales divergían tan drásticamente? Con este análisis comparativo, Anderson, uno de los más influyentes ensayistas y teóricos críticos que ha visto el siglo XX, desmenuza las estructuras generales del absolutismo como sistema de estados, las relaciones entre monarquía y nobleza y su institucionalización, y las distintas condiciones sociales habidas en Europa, sometiendo a debate la posición especial que ocupa el desarrollo europeo en la historia universal y subrayando el especial significado de la herencia de la Antigüedad clásica.
El Imperio Ruso, durante el siglo XIX, nos revela la existencias de fuertes contradicciones. Los zares durante las primeras décadas del siglo pretendieron mantener, de forma rígida, el mismo sistema que sus predecesores, una política exterior de gran potencia, a la vez que mantenían una situación interna de atraso, miseria y represión. La inercia del pasado se quiebra, por primera vez, con una catástrofe externa, la grave derrota en la guerra de Crimea que evidencia el gran retraso técnico y económico del imperio de los zares, respecto a Occidente. A partir del estímulo que supone la humillación de Crimea, durante la segunda mitad del siglo, se manifiestan intentos para salir de un atraso feudal, pero sin alterar la total hegemonía de los sectores privilegiados sobre la sociedad y Estado rusos.
En una síntesis clara y viva, los manuales de la colección INICIACIÓN A LA HISTORIA describen y explican las grandes líneas de la evolución del mundo, desde la Grecia arcaica hasta nuestros días. Precedidos por una bibliografía general y temática que suministra los instrumentos de trabajo indispensables, estos manuales deben poder satisfacer tanto la curiosidad del público culto como las necesidades metodológicas de los estudiantes. Se completan con un fascículo de mapas de cómodo manejo, que ilustran perfectamente los grandes momentos históricos y económicos. El periodo analizado en este libro, de 1740 a 1820, es quizá el más significativo en la historia de la Europa moderna, cuyas consecuencias aún hoy se mantienen vivas. Una profunda transformación de las estructuras económicas, las ideas y los hombres, que tendrían como centro nodal la tensión entre revolución y contrarrevolución.
Durante el período de entreguerras, Berlín constituye la máxima encarnación de la modernidad. A pesar de los conflictos políticos y de la miseria, se crea un ambiente cultural irrepetible: la industria del cine alcanza cotas sólo comparables con el Hollywood de la época, la vida teatral no tiene parangón en Europa, la radio y la prensa completan este brillante panorama. A diferencia del Londres victoriano, el auge de la ciudad también se refleja en la liberalidad de las costumbres, con la aparición de un nuevo tipo de mujer, moderna y sexualmente liberada. Pero es también la época de la crisis política y la galopante inflación, premonitorias del imparable ascenso del nazismo, con el que se cierra tristemente el período de mayor esplendor de la capital alemana.
En 1851, Londres, al organizar su exposición universal se convierte en reflejo de la aplastante superioridad del Reino Unido. La metrópolis imperial que es Londres extiende sus tentáculos en todas direcciones: su puerto, el mayor del mundo, aporta calor y exotismo a la ciudad de la niebla; sus calles reúnen todos los vicios, desde juegos hasta la prostitución y la droga; fascina a escritores y artistas, atrae a delincuencia y el creimen, a pesar de estar dominada por un conjunto de valores puritanos que dan nombre a ese período de la historia inglesa. Londres es, sin duda alguna, la ciudad donde caben todos los contrastes, la sociedad " dual " por excelencia.
En una obra de estas características se ha tendido a dar prioridad a los orígenes, formación y primer desarrollo de los diversos movimientos sociales, por encima de las fases posteriores de institucionalización o, en su caso, acceso al poder.