Después de componer sus tratados sobre física general y teoría de los cielos, y antes de entregarse a las investigaciones sobre los animales, Aristóteles abordó los fenómenos terrestres que se producen desde la alta atmósfera hasta las entrañas de la tierra. Los meteorológicos fue el tratado sobre física terrestre más leído y comentado hasta el siglo xvii. Es impresionante la variedad de fenómenos estudiados que incluyen no sólo lo que hoy consideramos meteorología, vientos, precipitaciones, tormentas, sino también la hidrología, corrientes marinas, ríos y fuentes, así como la formación de minerales y metales en las entrañas de la tierra. La explicación de todos estos fenómenos cíclicos de la naturaleza se realiza mediante las exhalaciones seca y húmeda que producen la transición entre los cuatro elementos clásicos. Así Los meteorológicos no sólo contiene una enorme riqueza de informes y datos empíricos, sino que constituye un verdadero tratado teórico que da cuenta unitariamente de todos ellos.
Todo el mundo cree saber que la historia de la filosofía empieza con Tales de Mileto, y se apela a Aristóteles para afirmar tal cosa. Desde la época del romanticismo alemán, se denomina "período presocrático" a estos inicios de la filosofía. Sin embargo, a partir de ahí podemos preguntarnos: ¿qué ocurre con Parménides y Heráclito? ¿Se les ha dado la importancia que merecen? Mientras que en El inicio de la filosofía occidental Gadamer trataba ante todo de discutir acerca de los problemas ontológicos y la teoría del conocimiento en el pensamiento de los antiguos griegos, con Parménides a la cabeza, en El inicio de la sabiduría aborda los temas fundamentales de la filosofía de la naturaleza, haciendo especial hincapié en la obra de Heráclito. Y todo ello le sirve, en fin, para ilustrar una vez más su habitual método hermenéutico, sin duda uno de los instrumentos más fructíferos del saber moderno.
Este práctico manual presenta al lector, con un lenguaje accesible y a la vez riguroso, los personajes y las ideas que han dado forma a nuestra cultura a lo largo de más de 2.500 años
Los lineamientos históricos, así como los desarrollos y las relaciones conceptuales de las principales escuelas de la Antigüedad, se proyectan originariamente en las épocas tardoantigua y medieval siguiendo el hilo de continuidad que ofrece la lengua griega. En consecuencia, no ha de extrañarnos que sea a los eruditos bizantinos y, en particular, a Focio (810-895), a quien corresponde el mérito histórico de haber actualizado y solucionado, con originalidad y verdadera madurez filosófica, el denominado «problema de los universales» que, en el siglo iii, postulara Porfirio, adelantándose así en tres siglos a las investigaciones de la controversia medieval latina sobre dicho problema que, propiamente, toma cuerpo con Pedro Abelardo (1079-1142). Lo mismo ocurre con los escolios y comentarios que, a continuación, escribió Aretas de Cesarea (850-944) criticando el «ejemplarismo» fundamentado teológicamente sobre la teoría platónica de las Ideas por Filón de Alejandría y canonizado filosóficamente por Alcínoo, el medioplatónico. Aún un siglo antes de la querella latina occidental entre reales y nominales, Miguel Pselo (1019-1078), celebérrimo entre los filósofos bizantinos, discurre por extenso sobre las Ideas platónicas en las explicaciones magisteriales que, como «cónsul de los filósofos», impartió en Constantinopla. Las investigaciones de todos estos autores dan cima con el logro filosófico del calabrés Juan Ítalo (1025-1082), que, sistemáticamente, reivindica el «conceptualismo realista» de los estoicos, tanto en contra del «nominalismo» de Antístenes como del «realismo» de Platón. Fue ésta, precisamente, la posición que sirvió al conjunto de los filósofos bizantinos también teólogos para marcar una considerable distancia crítica respecto al «ejemplarismo», aceptado cuiusque genere por la primera Patrística y por teólogosdialécticos de la talla de Máximo el Confesor (580-662) y Juan Damasceno (675-749). Tiene, pues, el lector, en sus manos, un trabajo que pionero, en las letras hispánicasconsolida disciplinarmente el objeto formal de la filosofía bizantina al vincular la cultura de la Antigüedad clásica a la del Renacimiento florentino a través de una tan novedosísima visión de la «Edad Media» que, por ella misma, mejor habría de reconocerse como «Edad Axial».