Los certámenes literarios que permitían acceder al cargo de mandarín se celebraban en la ciudad de Hue. La senda que llevaba a los concursantes hasta la antigua capital de Vietnam hoy enhebra todo el país a lo largo de más de dos mil kilómetros. A su vera se han tejido infinitas historias que Olivier Page ha compilado. Más allá de la geografía turística, el autor habla con conductores de bicitaxi, astrólogos, esbeltas modelos, un poeta boxeador que regenta un hotel para perros, artistas de vanguardia, veteranos de guerra. Cada uno de estos personajes aúna fuerza y delicadeza, corroborando el mítico origen del país, hijo de un dragón y un hada. Todos juntos componen una riquísima panorámica de un pueblo que ha vencido a imperios, y conserva su cultura y su personalidad. OLIVIER PAGE (Bretaña, 1956) ha podido convertir su pasión por los viajes en su profesión. Periodista, redactor de las míticas guías del Routard, es autor de "Les Terres de Décembre", relato de viajes que transcurre en la Patagonia chilena, y de "Enfants dun monde sans frontiéres", con el fotógrafo Jean-Marc Durou. Está casado con una vietnamita y es padre de dos hijos con nacionalidad francovietnamita. Conoce Vietnam como la palma de su mano, lleva ese país del Sudeste Asiático en el corazón y lo considera su segunda patria.
Durante más de diez años Vietnam resonó en la cabeza de toda una generación que vio cómo, de repente, todo lo que conocía y le era familiar cambiaba. Había luchado contra el comunismo, que amenazaba con destruir sus costumbres más arraigadas, y el comunismo ya no existía salvo en zonas aisladas. Había visto cómo los políticos se enzarzaban en discusiones sobre el reparto de Europa, y «el muro» que partía Berlín, lo que constituía la separación física de ambos bandos y dos concepciones de vida diametralmente distintas, había caído. Esa generación, la primera que veía una derrota del ejército de los Estados Unidos y que sus soldados no regresaban a casa aclamados por multitudes en brillantes desfiles, se preguntaba a finales del siglo XX para qué había servido tanta destrucción, si todo se mantenía igual. ¿Merecía la pena que durante once años se hubiera derramado la sangre joven de uno y otro bando? Cuando se unificó en 1976, Vietnam no cambió. Seguía habitado por la misma gente luchadora que en 1887 vio que unos hombres blancos, ajenos a su vida y costumbres, decidían gobernarlo. Había tardado casi cien años pero, por fin, había expulsado a los franceses y a los estadounidenses.
Publicada originalmente en 1972, Motorman, la fascinante historia del joven Moldenke en un mundo futurista y apocalíptico, cayó muy pronto en un olvido comercial que desplazaría su circulación a la clandestinidad de las fotocopias durante más de treinta años. Pese a ello, el libro fue leído por cientos de entusiastas que convertirían a su autor en una figura de culto. William Burroughs, con el que colaboraría Ohle durante años, llamaba CONTROL a la trinidad teológica de Estado, Poder Financiero y Medios de Comunicación, y dado que las palabras, en su despliegue sintáctico familiar, constituyen un dispositivo de sujeción al servicio de esa trinidad, es preciso que la literatura desactive dicha función y comience a hablar un lenguaje esquizoide, alegórico, desplazado, que vaya revelando todos sus estratos ideológicos. El resultado es esta extraordinaria e inusual novela, colorida distopía donde la gente malvive bajo un cielo con lunas y soles artificiales, donde hay pájaros con la lengua tan larga que para poder guardarla tienen que enrollársela alrededor del cerebro, ciudadanos con la cabeza rellena de gelatina y partes meteorológicos radiofónicos tan delirantes como hermosos; elementos que emparentan el libro de Ohle con lo mejor de la tradición fantástica: de Bruno Schulz a Gombrowicz, de Felisberto Hernández a Virgilio Piñera; pero también de Huxley a Orwell, de Kafka a Walser... sin olvidar nombres tan aparentemente distintos como el Beckett de El innombrable o el Heller de Trampa-22. Muchos lectores han considerado, además, Motorman como la mejor novela que se ha escrito sobre la guerra de Vietnam. Sin hacer una sola alusión, sin un solo guiño, sin mencionar absolutamente nada que pudiera hacer pensar en Vietnam, Motorman es capaz de reproducir en toda su complejidad el clima político de esa época.
A finales de los años 60 los estudiantes universitarios, hippies pacifistas que protestaban contra la guerra de Vietnam se radicalizaron. Hartos de la apatía con la que su sociedad contemplaba la intervención de su ejército en el sudeste asiático, decidie