Ir al contenido
Ser de allí. Ser como una piedra, mejor que un majano. Ser un cantil o ser una retama, una escoba, un candil (de los que nacen entre las piedras), o un efímero espárrago silvestre, o ser su ser. Algo así como no poder ser de otra parte, o ser otra cosa. Aunque no se hubiese licenciado en nada (ni en nadie), ni conocido Dresden u Ostenden (la patria de Delvaux, que sólo pintaba mujeres desnudas y ferrocarriles, o travías), ni surcado los aires o las nubes blancas o ese estrecho de Gibraltar en helicóptero de suelo transparente; o haber salido en los papeles o en la tele. Desde Extremadura, donde sigue para siempre, B.V. Carande (1932-2005) nos dejó estas palabras sobre su entorno, la añoranza de ese mundo rural que se acaba, y su modo irrepetible de mezclar la sabiduría libresca con la frescura de un entorno adolescente. Sus sesmos extremeños reflejan, en pinceladas breves pero no superficiales, lo que fue su vida en estas tierras de secano que se visten de limpio con la alegría de una lluvia a tiempo.