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Todo impresiona en Soria. Que ha de estar perdida de embotamiento la sensibilidad para no llegar a impresionarse antes más de 10.000 km2 de tierra a 1.000 m de altitud- con tres de las costumbres señeras de la Península y el nacer de su río más emblemático- donde apenas 80.000 almas se ganan austeramente un discreto pan de cada día. Para administrar la vida, y para administrar el sustento, más que en comarcas, Soria se organiza en "tierras": de Almazán, de Ágreda, del Burgo, de Medinaceli, de Berlanga, de San Esteban, de Gómera... La disposición urbanística de la ciudad de Soria tiene su explicación en el hecho de ser paso fronterizo. El paso que llega de Navarra y Aragón por el este halla protección natural en los pronunciados serrijones que coronan El Castillo y El Mirón, cuya capacidad defensiva incrementa el paso del Duero por sus pies. Caballeros Templarios y Sanjuanistas defendían el exterior, un puente protegía el río y en la ribera interior sólidas murallas cerraban el declive entre ambos montes. Tras ellas, llenando la vaguada desde la colegiata de San Pedro hasta El Collado, se extendía la ciudad. Y sobre el cerro más alto estaba el castillo.