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Seducido por la obra y la vida aventurera de Stevenson, Schwob (Chaville, 1867 - París, 1905), autor de culto al que se deben raras obras maestras como Vidas Imaginarias o El libro de Monelle, comete en 1901 la mayor locura de su vida: ignorando su delicado estado de salud, se embarca en compañía de su inseparable criado Ting, en el vapor «Ville de la Ciotat» ¡rumbo a Samoa! Inicia entonces una correspondencia continua -como un salvador hilo de Ariadna, como un íntimo diario de a bordo- con su amada Marguerite y en ella le relata las peripecias, anécdotas y penalidades de la travesía y describe los cambiantes paisajes exóticos que descubre a cada paso a lo largo de aquel tortuoso y agotador viaje en barco a las antípodas.
Con ese bagaje dio a la luz, en 1917, la obra que aquí presentamos, y en la que describe sus peripecias por la geografía isleña, dedicando especial atención al grado de aceptación de la religión anglicana en la sociedad insular. El periplo de Barker por Canarias es un testimonio fehaciente sobre la sociedad isleña en el tránsito del siglo XIX al XX, cuando el cosmopolitismo de su elite social, que aspiraba a identificarse con la europea, contrastaba con la sencillez y pobreza del campesinado. Una de las virtudes principales de la visita del misionero anglicano Barker es la de haber dejado constancia de su convivencia con las clases desfavorecidas, al tiempo que se relaciona con los círculos cultos de las Islas.
Un carcelero amargado que se deja llevar por la desgracia familiar, un universitario sin empleo, atrapado por la violencia retórica de los mulás, y dos mujeres a las que la realidad condena a una desesperada frustración, forman un fondo cuadrangular psicológico y literario desde el que Yasmina Khadra se adentra en el drama del integrismo islámico. En el Afganistán de los talibanes, en el que ya no se oye a las golondrinas sino sólo los graznidos de los cuervos y los aullidos de los lobos entre las ruinas de un Kabul lleno de mendigos y mutilados, dos parejas nadan entre el amor y el desamor; en parte marcado por la represión social y religiosa, pero también por las miserias, mezquindades, cobardías y desencantos vitales de unos y otros que les impide sobreponerse al destino. Pese al marco en el que se desarrolla la trama, Las golondrinas de Kabul es una novela con clara vocación universal, que rehuye los estereotipos en los que puede incurrir incluso alguien que, como Yasmina Khadra, ha padecido en primera persona la irracionalidad del integrismo islámico. Todas las cuestiones clave de la opresión se dan cita en Las golondrinas de Kabul; desde la banalización del mal hasta el poder aterrador del sacrificio, pasando por la histeria de las masas, las humillaciones, las ejecuciones crueles en forma de lapidación, la sombra de la muerte y, sobre todo, la soledad cuando sobreviene la tragedia. Pero siempre dejando un fleco a la esperanza y al ingenio humano capaz de utilizar los aditamentos de esa sociedad represiva para escapar de ella. Con una hermosa prosa descriptiva y rítmica, sacudida por latigazos literarios que fustigan la conciencia del lector, Khadra hace de Las golondrinas de Kabul una novela impactante, turbadora y memorable. Nos enseña las razones y sinrazones de la vida cotidiana en una sociedad reprimida. Nos lleva a ver ese rostro oculto tras el velo.