Pensamiento afilado en la piedra incandescente de la vida, Hendiduras es un conjunto de breves fulguraciones que nacen del trabajo interior y de la escucha terapéutica. Se trata de aforismos existenciales con los que su autor, psicólogo-analista junguiano y teólogo, nos invita a adentrarnos en nuestro propio proceso de crecimiento personal. La vida cotidiana, la condición problemática de la existencia, el amor y el sexo, la amistad, las emociones, la espiritualidad, son algunos de los ámbitos iluminados por estos originales destellos en los que palabra y pensamiento se ponen al servicio de la individuación. Ágiles y penetrantes aforismos para seguir excavando nuestro propio pozo de sabiduría.
La necesidad y la fatalidad del progreso humano no son cosa de cada momento, sino materia de tendencia, de fin, de idealidad que realizar. Y es así como la evolución, si bien tiene realidad unitaria en tiempo y espacio indeterminados, varía en cada instante y en cada lugar determinados.
Cuando un alfarero le preguntó a Sócrates si debía casarse o permanecer soltero, este respondió: ?Hagas lo que hagas te arrepentirás?. Cuando Diógenes fue hecho prisionero y puesto a la venta como esclavo, el vendedor le preguntó qué sabía hacer, y este respondió: ?Sé mandar. Mira a ver si alguien quiere comprar un amo?. Cuando a Madame de Staël le preguntaron por qué las mujeres guapas tenían más éxito entre los hombres que las inteligentes, respondió: ?Porque hay pocos hombres ciegos, pero muchos hombres tontos?. ¿Es compatible la filosofía con el humor? ¿Es posible aprender filosofía a carcajadas? En este libro desternillante el lector es invitado a un viaje por la historia de la filosofía y las vidas de los filósofos, en el que se encontrará con el malhumor de la esposa de Sócrates, los sueños de Maquiavelo, las opiniones de Kant sobre el matrimonio, las despiadadas mordacidades de Nietzsche, la deducción lógica de Russell de que él y el Papa son la misma persona, la agresividad de Wittgenstein atizador en mano...
Tal es pues la tesis que pretendo examinar dentro de este noveno volumen de este Último Reino. Lo poco que deseamos con tanto fervor nos espera más lejos, irreconocible, impensado. Lo poco que podemos pensar surge como un mendigo cerca de una puerta, que sólo lo más viejo en nosotros reconoce, que en todo caso divisa si tiene el valor de hacerlo. El pensamiento husmea el espacio como el olfato. Huele. Capta algo del mundo que llega sin que lo retenga. Sin cesar nos dirigimos hacia ese poco que de pronto va a abrirse en el éxtasis (o a perderse en el éxtasis extremo, definitivo, de la muerte). Pero en ambos casos se trata de lanzar una mirada sobre el abismo, aspirando al abismo, bailando al borde del abismo. Agrego esta consecuencia sorprendente: La madurez define la estación en que los aromas se esparcen en el aire y se dirigen hacia sus principales predadores. La edad es la puerta de la belleza. P. Q.
¿Qué alternativa queda para quienes han visto más allá del velo de Maya, para quienes reconocen que el mundo es nada, pero desean seguir viviendo? ¿Cómo continuar, pues, subsistiendo en el infierno, en este «valle de lágrimas», y hacerlo lo más agradable posible? Schopenhauer formula la respuesta en su tratado eudemonológico: «Si no se puede ser feliz en este mundo, habrá que procurar al menos no ser tan desdichado». Los aforismos son, por tanto, el manual, el arte de prudencia en el que Schopenhauer condensa toda su sabiduría práctica; en ellos el filósofo del pesimismo se vuelve humano al legar a sus congéneres un manual de supervivencia, un libro de estrategia o de combate para que aprendiera a defenderse en el ámbito de una vida a la que no estaban capacitados para renunciar. Leer a Schopenhauer, como dijera Thomas Mann «nos llena de una satisfacción extrañamente profunda, basada en la protesta espiritual, en la indignación humana que se expresa en su obra y que es perceptible en un reprimido temblor de su voz.»