Séptimo tomo de los diez que reúnen las Obras completas de José Ortega y Gasset, la mayor compilación de los textos del filósofo presentada hasta la fecha. Los seis primeros tomos de estas Obras completas de José Ortega y Gasset reúnen las obras publicadas por el propio Ortega, incluidos muchos textos cuya primera reimpresión se ofrece ahora. Los cuatro siguientes incorporan aquellos textos que habían quedado inéditos a su muerte. Se trata de escritos muy cercanos a una versión definitiva, entre ellos varios libros. Muchas de estas obras ven la luz por primera vez. En ambos casos, el criterio de ordenación ha sido cronológico. Para la fijación del texto de los seis primeros volúmenes se ha realizado una notable labor de investigación, que ha permitido recuperar numerosos artículos todavía dispersos en diarios y revistas, así como seleccionar las ediciones pertinentes para el cotejo, a fin de depurar el texto de erratas perpetuadas en ediciones anteriores e identificar sustanciales variantes, que se muestran en el Apéndice. Para la edición de las obras que dejó inéditas, se ha trabajado sobre los manuscritos conservados en el Archivo de la Fundación José Ortega y Gasset. Desde su adolescencia Ortega escribió cotidianamente páginas y páginas, muchas de las cuales no vieron la luz pública. Algunas porque no alcanzaron a recibir esa «última mano, esa postrera soba que no es nada y es tanto, ese ligero pase de piedra pómez que tersifica y pulimenta», como él mismo decía, y otras porque pasó la ocasión de entregarlas a la imprenta. Con este tomo se inicia la edición de la obra que dejó inédita. Parte de la misma ha sido ya publicada por varias generaciones de discípulos e investigadores, pero otra parte sustancial era aún desconocida. Es el caso de más de la mitad de los textos, redactados entre 1902 y 1925, que recoge este volumen. El lector tiene en ante sí cuarenta y nueve inéditos de don José Ortega y Gasset. Son escritos de muy diverso calibre. Muchos de ellos artículos que por avatares varios quedaron sin publicar o no llegaron a rematarse, pero que muestran cómo se forjó el admirable estilo de Ortega. Entre estos textos encontramos bastantes de corte literario, que favorecerán un análisis más preciso de los gustos estéticos del filósofo y su relación con el arte. Otros tantos son de tema político y facilitarán una más justa interpretación del pensamiento orteguiano y de su papel de intelectual en la «plazuela pública». El volumen acoge un novedoso e importante número de textos filosóficos procedentes de trabajos académicos, conferencias, cursos universitarios y extrauniversitarios, e incluso un interesante diario intelectual, que permiten ver cómo se va fraguando la filosofía orteguiana a partir de las muy diversas influencias recibidas.
Desde Platón hasta el cristianismo, o desde la Ilustración hasta Nietzsche, la tradición occidental se ha basado en creencias arrogantes y erróneas sobre los seres humanos y el lugar que ocupan en el mundo. Para John Gray, esa tesis humanista que sostiene que el ser humano es distinto de los animales, no es más que una ilusión, y así, en Perros de paja, recurre al arte, la poesía, las ciencias y la filosofía para plantearnos la inquietante panorámica de un mundo que ha abandonado el humanismo y, al propio tiempo, ofrecernos una guía esencial para afrontar el nuevo milenio.
En esta magnífica obra, Martha C. Nussbaum considera las emociones no como fuerzas extrañas, sino como respuestas que nos ayudan a discriminar lo que es valioso e importante. A partir de la muerte de su padre, la autora explora la estructura de una amplia gama de emociones, como el amor o la compasión. El abanico de referencias es extraordinario: Platón, San Agustín, Spinoza, Dante, Emily Brontë, Proust?
Riguroso análisis de algunos problemas especialmente significativos de la antropología contemporánea como la bioética, la teoría de género, el personalismo o el proceso de secularización.
«En última instancia, la cultura posmoderna debe entenderse como la crisis de los mismos principios que alumbraron la cultura moderna y cuajaron en la Ilustración, aunque sea al mismo tiempo tributaría de ellos, pues sin los mismos no se explicaría. Nos referimos a los de centralidad del hombre en el cosmos, capacidad de la razón humana para conocer la Verdad y, al mismo tiempo, hacer avanzar la historia por el camino del progreso hacia metas de felicidad y plenitud para el ser humano, al margen de que existan elementos que lo favorezcan o retarden temporalmente. Las tres ideas citadas se corresponden entre sí y cada una de ellas depende a su vez de las demás. Sin embargo, esta crisis no ha estimulado hasta el momento presente la búsqueda de una salida, capaz de redescubrir los fundamentos antropológicos y cosmológicos sobre los que se asienta la cultura occidental; al contrario, considerados como opuestos a la experiencia del saber y de la ciencia en el presente y sobrepasados, la actitud hoy dominante entre nosotros se traduce más bien en el ahondamiento del problema, la huída hacia delante».
Sólo la filosofía puede analizar el cuerpo humano en la perspectiva especial por la cual él es mi cuerpo, tan singular e intransferible como mi propia vida. Lo sorprendente de esta perspectiva en primera persona, que se conoce generalmente como fenomenología, es que ella no encierra a la reflexión en una confidencia perpetua, sino que, muy al contrario, hace posible descripciones adecuadas de la experiencia de todos y de todos los días. De la mano de cinco pensadores españoles, el hecho de andar, de moverme, el acto de acariciar y el fenómeno de la caricia, la individualidad para mí siempre invisible de mi rostro o las relaciones peculiares entre la atención y el dolor, guían en estas páginas la exploración del cuerpo vivido que yo soy, y sugieren cuán lejos estamos de comprender lo que no puede caer más cerca de nuestros propios ojos. De paso se recuperan algunas joyas poco conocidas de la filosofía española del siglo XX.
El fragmentario ensayo de Nietzsche Sobre verdad y mentira en sentido extramoral es uno de esos raros textos filosóficos que entendidos y no entendidos en la materia coinciden en calificar de deslumbrantemente originales. Su autor lo compuso aún no cumplidos los treinta, en el verano de 1873. Pero el manuscrito no rebasó apenas el círculo de los amigos y permaneció largo tiempo inédito. viendo la luz por vez primera después del fallecimiento del pensador. Durante la primera mitad del siglo XX prevaleció entre lectores y comentaristas, incluidos los ideólogos nazis, la imagen del Nietzsche de última época, de perfil más bien profético-religioso, que se inicia con la magna obra Así habló Zaratustra. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, ya entrados los años cincuenta, volvió a emerger en Europa el perfil, ya entrevisto por Lou Salomé, de un Nietzsche intelectualista, librepensador e ilustrado, con visos positivistas, que se interesa por el problema de la verdad y la crítica del conocimiento y se manifiesta en la trilogía, aparecida en la década de 1880, Humano, demasiado humano, Aurora y Gaya ciencia. Pero con entera independencia de su circunstancia histórica y del lugar que ocupa en la trayectoria intelectual de Nietzsche, este fragmento merece ser leído por sí mismo, por la originalidad de su visión, el brillo de sus imágenes y la facilidad retórica de sus argumentos y porque nos muestra algunas de las más hondas intuiciones de su autor, quien ejercita ya aquí, con la misma maestría que en sus obras de madurez, el análisis genealógico del sentimiento, el arte por él inventado de desenmascarar las ocultas raíces emotivas de nuestras actitudes y juicios de valor que luego cultivaría el psicoanálisis y más recientemente Michel Foucault quiso radicalizar.
El propósito de RAZÓN Y REVOLUCIÓN es estudiar la decisiva contribución de la filosofía negativa y la dialéctica hegelianas al surgimiento de la teoría crítica de la sociedad. HERBERT MARCUSE (1898-1979) analiza el combate entre las ideas que niegan el mundo de lo fáctico en nombre de sus posibilidades, por una parte, y los sistemas que postulan la aceptación incondicional de lo dado, por otra -pugna que ocupa una gran parte de la historia intelectual de la Europa de los siglos xix y xx-. Karl Marx, al recoger los aspectos revolucionarios de la obra de Hegel, sentará las bases de la teoría dialéctica de la sociedad; en una dirección inversa, el positivismo y la sociología tratarán de reconciliar el mundo de las ideas con la nueva sociedad industrial. Las páginas finales de la obra recogen, a modo de conclusión, algunos debates centrados en la filosofía hegeliana, entre ellos el supuesto hegelianismo fascista y el asalto a la razón de los ideólogos nazis.
Este libro de Guardini supone una interesante novedad en el panorama editorial en español pues ponen por primera vez a disposición del lector sus originales aportaciones en el terreno de la filosofía social y política
Este libro, nacido de las conferencias con que García Morente preparó la venida de Henri Bergson a Madrid en Mayo de 1916, ofrece una exposición muy sugestiva y diáfana del pensamiento del filósofo francés. Tanto el objeto y el método que Bergson asigna a la filosofía como la psicología y la metafísica bergsonianas, completados con una ulterior recensión crítica de su concepción de la moral y de la religión, se presentan aquí con la gran perspicacia y claridad características de los textos de García Morente.
Ha llegado la hora de subvertir la idea de que el credo religioso merece respeto por sí mismo, y de que debería tratárselo con guantes de seda.Ha llegado la hora de rechazar tener que andar de puntillas al pasar junto a las personas que reclaman respeto, consideración, un trato especial o cualquier otra forma de inmunidad, por el simple hecho de tener fe religiosa, como si tener fe fuera una virtud privilegiada, como si fuera más noble creer en afirmaciones sin fundamento y en antiguas supersticiones.Ha llegado la hora de decirles en voz alta a los creyentes que sus decisiones personales son irracionales, y que sus elecciones en la esfera privada pueden ser dudosas. Todo el mundo es libre de creer lo que quiera, siempre y cuando no moleste (ni coaccione, ni mate) a los demás; pero nadie tiene derecho a reclamar privilegios por el simple hecho de ser devoto de una u otra de las muchas religiones del mundo.