«Que una mujer sea presentada como maestra, como prototipo de la piedad, no puede sorprender a nadie que sepa que la piedad es, según su esencia, feminidad». Con estas admirables palabras inicia el filósofo danés el primero de los discursos sobre la mujer pecadora que se acerca a Jesús de Nazaret (Lc 7, 37-50). A este discurso edificante le siguen otros dos sobre el mismo tema, que convierten una experiencia aparentemente religiosa y moral en diálogo filosófico de carácter socrático. Porque cuando Kierkegaard invita a sus oyentes y lectores a abordar una cuestión, en el fondo les está proponiendo ensayar y adoptar aquellas actitudes que caracterizan el verdadero filosofar, la primera de las cuales es la escucha. Y es que solo quien es capaz de callar, de hacer silencio interior, podrá traspasar el umbral angosto que da acceso a la auténtica sabiduría. En esta línea de pensamiento, la mujer protagonista de los tres discursos puede muy bien ser presentada como maestra y prototipo del filósofo, entre cuyas tareas principales están luchar sin tregua para liberarse de la angustia y alcanzar el consuelo, trabajar para desterrar la tristeza que brota del sufrimiento y del mal, y dejarse poseer por aquella misteriosa alegría que no solo le precede, sino que le apremia a participar en la fiesta del amor desbordante, último sentido de la vida.
La publicación de este texto inédito hasta ahora en español, y traducido sólo al inglés y al alemán, supone un paso esencial en el conocimiento de la filosofía de Karol Wojtyla, Juan Pablo II. Con frecuencia encontramos llamadas de los medios de comunicación a una regeneración ética de la sociedad, pero es menos habitual que alguien proponga cómo realizarlas; pues bien, Karol Wojtyla muestra que sólo lo logrará aquella ética que intente mejorar intrínsecamente al hombre como persona. Este libro, primero de dos volúmenes, recoge los famosos cursos de Ética que impartió en la Universidad Católica de Lublin durante 1954 a 1956. En el primero, titulado "El acto y la vivencia ética", pone las bases de una ética de corte personalista; en el segundo, "El bien y el valor", hace un apasionante recorrido y valoración de los grandes éticos de la historia, desde Platón y Aristóteles, hasta Kant y Scheler.
Es necesario, y hasta urgente, enseñar hoy a «pensar como se debe», con rectitud y corrección, sin apartarse de lo real, en un esfuerzo riguroso que contrarreste el mero parecer del individuo, para alcanzar la verdad. A esta tarea se dedicó el célebre abad de Bec cuando, a principios de 1080, redactó una trilogía sobre los problemas de la verdad, la rectitud, el mal, la omnipotencia divina y el libre arbitrio. El primero de esos tratados lleva por título De veritate; el segundo, De libertate arbitrii(Sobre la libertad del arbitrio); el tercero, De casu diaboli(La caída del diablo). En De veritate, Anselmo busca iluminar la relación que existe entre la virtud moral, la verdad y la justicia, al tiempo que pretende enseñar a sus monjes cómo conectar la verdad con la vida real. Para ello propone la categoría de «rectitud», es decir, aquel camino correcto que ha de seguir todo individuo que desee conformarse con la única Verdad, ya que, en último término, la adecuación a la voluntad divina es para el hombre el modo seguro de ser verdadero. Anselmo de Canterbury (1033-1109) es uno de los grandes teólogos y filósofos del siglo XI. Se le considera, con toda justicia, el padre de la escolástica.
A partir de la categoría de la génesis, Derrida ofrece una original lectura de la filosofía fenomenológica y pone las bases del pensamiento deconstructivo que desarrollará hasta su muerte. Escrita entre 1953-1954, aunque publicada en 1990, El problema de la génesis en la filosofía de Husserl intenta analizar las dificultades y reordenamientos que provocó en el fundador de la fenomenología la reflexión sobre el tiempo, el devenir y la historia, tanto en la constitución del sujeto trascendental como en la producción intencional del sentido de sus objetos, especialmente los científicos. En esta obra de juventud, Derrida presenta el verdadero programa de su filosofía y de su escritura. Al acercarse hoy a sus páginas, el lector puede también recuperar algunos de los rasgos esenciales del fecundo e influyente panorama filosófico francés de mediados del siglo XX, donde figuras como Levinas, Sartre, Merleau-Ponty o Tran Duc Thao desarrollaron su pensamiento fenomenológico más característico. Jacques Derrida (1930-2004), escritor y filósofo francés, se encuentra entre los más destacados e influyentes pensadores contemporáneos.
La filosofía existencialista alemana condena la filosofía del idealismo ;de Fichte a Schelling; con una severidad similar a la que los teólogos de la escuela dialéctica aplican a la mística cristiana. Ernst Benz comprobó que esto ocurría no solo en las cátedras universitarias y eclesiásticas, sino también en las revistas filosóficas y teológicas, de modo que el misticismo y el idealismo vivían una especie de olvido deliberado. Ya a principios del siglo XIX, cuando los promotores de la filosofía idealista alemana trataban de proclamar sus ideas, los adeptos del racionalismo tradicional los confrontaron con virulencia. El hecho histórico de las relaciones directas entre la mística cristiana y el idealismo alemán se había constatado en las investigaciones sobre la historia de la filosofía del siglo XIX. Autores como Wilhelm Dilthey hicieron hincapié en la continuidad de la tradición entre la mística alemana de la Edad Media y la filosofía idealista. Los estudios reunidos en este volumen buscan profundizar en este tema, evocando primero las distintas fuentes literarias del misticismo en los filósofos románticos, para presentar después a algunos pensadores clave de la teología mística europea y analizar el descubrimiento de la mística india, que abre una nueva época en el pensamiento idealista alemán.
Uno de los proyectos más osados y geniales de todos los tiempos consistió en transformar la mente humana en un organismo artificial infinito haciendo de él un teatro poblado de palabras, imágenes e ideas posibles, una enciclopedia de todos los saberes, una biblioteca capaz de producir mediante una combinatoria relaciones ordenadas y visibles entre aquellas ideas, aquellas imágenes y aquellas palabras. Así, en los primeros años del Cinquecento, en la civilización de un Américo Vespúcio, Copérnico, Ariosto, Miguel Ángel, Erasmo de Róterdam e Ignacio de Loyola, un humanista italiano, amigo de poetas y de médicos, de pintores y de monarcas, Giulio Camillo, soñaba con mutar la propia mente y la de cualquier ser humano en un edificio interior, en una estupenda máquina de memoria y creatividad, capaz de realizar una metamorfosis de sí mismo y del mundo por medio de la concentración, el ejercicio espiritual y el dominio de la abisal red de la Sabiduría. A principios del siglo XX, estudiando también las obras de Camillo, Aby Warburg, historiador del arte, formidable erudito y antropólogo, inventó una extraordinaria ;ciencia sin nombre;, que hoy se ha convertido en un método de investigación acerca de las relaciones de imágenes y textos. Warburg buscaba en los textos e imágenes de cualquier época las huellas dinámicas (dinamogramas) del imaginario, según un modelo no muy distante del de Jung, reconociendo en cada gesto cultural un síntoma colectivo, revivido por los individuos.
«La tesis más provocativa y original que la filosofía del siglo XX ha levantado sobre el tiempo es la famosa tesis de Heidegger según la cual el sentido del ser descansaría en el sentido del tiempo. Según esta tesis, nuestra vivencia del tiempo constituye el horizonte de sentido de la comprensión del ser en general». En Heidegger y los relojes Joan González mantiene una discusión crítica con la crítica que la filosofía del siglo XX ha mantenido respecto al tiempo cronométrico. Centrándose en el pensamiento heideggeriano sobre la medida del tiempo, y dentro de una vocación fenomenológico-hermenéutica, el libro descubre un territorio filosóficamente inexplorado: el análisis fenomenológico de la medida del tiempo mediante calendarios y relojes.
Completo y pedagógico manual que aborda el sentido y valor de la Metafísica, las grandes propuestas de los clásicos y los desafíos de la época "posmetafísica".
Reinhardt Grossmann, uno de los principales representantes de la escuela realista de Iowa, propone una vuelta a la ontología, en una original unión de fenomenología y atomismo lógico, defendiendo el realismo, por un lado frente al idealismo y el escepticismo, pero también frente al racionalismo y el nominalismo.
Después de más de veinte años de espera, la obra magna de Mario Bunge llega a los lectores de habla castellana. El Tratado de filosofía ?en 8 tomos (1974-1989)? es sin duda uno de los proyectos más ambiciosos de la filosofía moderna. Su objetivo es construir un sistema filosófico de lo que el autor considera el núcleo de la filosofía contemporánea (la semántica, la ontología, la gnoseología y la ética), con especial atención a los problemas planteados por el conocimiento científico y técnico. Sus herramientas son la matemática y el propio saber científico. El resultado es una obra ciclópea que se distingue por su originalidad, sistematicidad, amplitud temática y rigor formal, atributos que la convierten en una cita ineludible para el estudioso de la filosofía. Este volumen constituye el tercer ladrillo del edificio filosófico construido por Mario Bunge. Aquí la ontología (o metafísica) no es «un discurso (en griego antiguo o en alemán moderno) sobre el Ser, la Nada y el Dasein», ni una colección de creencias instintivas o imposibles de poner a prueba; mucho menos el estudio de los seres espirituales. Para Bunge, la ontología es una ciencia, más precisamente la ciencia general que estudia el ser y el devenir. Este enfoque disuelve de un plumazo uno de los problemas más caros al empirismo lógico y al falsacionismo: la búsqueda de una frontera nítida entre la ciencia y la metafísica. Y dado que comparten parcialmente sus objetivos la metafísica y la ciencia han de servirse de un método común: el método general de las ciencias. He aquí un puñado de preguntas que explora la ontología bungeana: ¿qué es una cosa?; ¿qué son los universales?; ¿hay clases naturales?; ¿existe el azar o las probabilidades no son más que la medida de nuestra ignorancia?; ¿puede haber espacio sin cosas? y ¿qué es la mente? Aunque para la respuesta a esta última pregunta, el lector deberá esperar al Volumen 4 de este tratado: Ontología II: Un mundo de sistemas
Una de las reflexiones más audaces y discutidas de la Edad Media y clave en la fundación del pensamiento occidental. Según el filósofo Tomás Pollán, «no es casual que el primer texto inequívocamente filosófico de la nueva Europa aborde una cuestión filosófica límite que ha marcado el destino de Occidente, como es la cuestión de la nada».
Según una conocida imagen de Descartes, la filosofía es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, el tronco es la física y las ramas que salen de este tronco son las demás ciencias. Las raíces están ocultas, pero son las que alimentan, hacen crecer y sostienen el árbol. Desde Aristóteles se ha considerado como objeto de la metafísica el ente en cuanto ente, el ser de la realidad y los principios y causas más profundas de la misma. Las preguntas fundamentales de la metafísica sobre-pasan no solo las ciencias, sino también los demás tratados filosóficos, que no llegan a dar una respuesta a las mismas. Heidegger ha dicho que el pensar es un preguntar y permanecer en camino. Es lo que intentamos aquí una vez más: andar un camino y aportar algo a su construcción, planteando muchas preguntas e indicando direcciones para algunas respuestas a cuestiones que, según Kant, no pueden ser indiferentes a la naturaleza humana.