Ir al contenidoFilosofía: metafísica y ontología
En torno al tópico: «Tal vez eso sea correcto en teoría, pero no sirve para la práctica» representa, sin duda, un punto de inflexión en la filosofía práctica de Kant, pues es aquí donde por primera vez se aplican al terreno político las premisas fundamentales del formalismo ético, teoría moral que modela toda su doctrina jurídica. Sus tres apartados remiten constantemente al resto de su obra, tanto anterior como posterior. Así, el primero resume sintéticamente los temas principales de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres y de la Crítica de la razón práctica, abordando al mismo tiempo ciertos problemas que serán tratados con minuciosidad en la Doctrina de la Virtud. En el segundo se diseñan los elementos estructurales que articularán los Principios metafísicos de la Doctrina del Derecho. La tercera sección traza las líneas maestras de La paz perpetua recreando las categorías operativas de su filosofía de la historia, es decir, el argumento de Idea de una historia universal en clave cosmopolita. Por otro lado, el opúsculo Sobre un presunto derecho de mentir por filantropía alberga el ejemplo más representativo de un rigorismo jurídico que ya se hubiera hecho legendario con el rechazo sin paliativos del derecho a rebelarse contra las tiranías.
Walter Benjamin no quiso abandonar Europa cuando el fascismo le pisaba los talones. Tenía que mirar de frente a la barbarie para arrancarle el secreto de su poder. El resultado lo dejó escrito en unos folios titulados «Sobre el concepto de historia» que le costaron la vida. Decía que eran el «armazón teórico» para desentrañar el siglo xx. Frases suyas como «No hay un documento de cultura que no lo sea también de barbarie» o «Para los oprimidos el estado de excepción es permanente», están en todas la bocas, al igual que la imagen del ángel de la historia o la singular partida de ajedrez del muñeco y el enano. Benjamin es uno de los filósofos mayores de nuestro tiempo, aunque más citado que leído o comprendido. El propósito de Medianoche en la historia es adentrarnos en cada frase de sus famosas Tesis para reconstruir ese armazón teórico. No es tarea fácil habida cuenta del carácter fragmentario del escrito y de la proverbial sobriedad expresiva de su autor. «Que nada se pierda», la consigna que él daba al historiador formado en su escuela, es el principio que preside esta lectura de uno de los textos más lúcidos, radicales y conmovedores que hayan sido escritos. Aquellos eran tiempos oscuros que sólo invitaban a organizar el pesimismo. Benjamin avisó de que la lógica de su tiempo llevaba a la catástrofe. Su genialidad consistió en extraer de los desechos de la historia materiales con los que construir un futuro que no fuera prolongación del presente. Esa lección sigue vigente porque la lógica de la historia, pese a la catástrofe, sigue siendo la misma.
En estas páginas, que pueden parecer insuficientes, pero respecto a las cuales puedo garantizar su sinceridad, se hace frecuente alusión a la culpa y a la expiación, puesto que no he podido tener miramientos ni para la sensibilidad de los otros ni para la mía. Sin embargo creo que esta obra, como diagnóstico, se sitúa más allá de la culpa y de la expiación. En ella se describe cómo se sufre la violencia, eso es todo. En este libro no me dirijo a mis compañeros de infortunio. Ellos ya saben. Cada uno debe soportar a su modo el peso de esta experiencia. A los alemanes, por el contrario, que en su aplastante mayoría no se sienten, o no han dejado de sentirse, responsables de los actos al mismo tiempo más sombríos y más característicos del Tercer Reich, me gustaría narrarles algunos hechos que tal vez no les habían sido aún revelados. En definitiva, todavía aliento la esperanza de que este trabajo sirva a una buena causa: entonces podría concernir a todos aquellos que no renuncian a su condición de prójimos. Jean Améry no es el nombre real del autor, sino un pseudónimo, el que Hans Mayer elige cuando a raíz de la anexión de Austria por Alemania en 1938 decide emigrar a Bélgica. Jean Améry (o Hans Mayer) nació en 1912 en Viena, donde estudió Filosofía y Letras. Arrestado y deportado por los alemanes, se escapa del campo de Gurs y se une a la resistencia antinazi en Bélgica. En 1943 es arrestado de nuevo e internado hasta 1945 en el campo de concentración de Auschwitz. Tras la liberación regresa a Bruselas, donde comienza su carrera como escritor y crítico, colaborando, al mismo tiempo, en la radio y la televisión. En 1978 decide quitarse la vida en la ciudad de Salzburgo, en Austria. Otras obras del autor: Charles Bovary, médico rural; Levantar la mano sobre uno mismo (Pre-Textos, 1998); Más allá de la culpa y la expiación (Pre-Textos, 2001); Revuelta y resignación. Acerca del envejecer (Pre-Textos, 2001); Lefeu o la demolición (Pre-Textos, 2003); Años de andanzas nada magistrales (Pre-Textos, 2006).