Jan Kersschot explica, con un lenguaje simple y claro, cómo ir más allá de la necesidad de conceptos y sistemas de creencias. Ya sabes todo lo que necesitas saber. Tu verdadera naturaleza es lo que ya eres, de modo que no puede ser encontrada. Las palabras y experiencias son indicadores útiles, pero tu verdadero espejo espiritual es la "seidad", el simple hecho de ser lo que eres. Aunque todos somos capaces de verla en cualquier momento, la mayoría de nosotros la pasamos por alto. Ahora mismo, tal como eres, todo es exactamente como tiene que ser. El libro de Jan te invita a reconocer este simple mensaje. Lo directo de esta visión se aclara progresivamente en las conversaciones que mantiene con algunos profesores espirituales (como Eckhart Tolle, autor de EL PODER DEL AHORA). Al reconocer en los diálogos el núcleo de esta visión, se hace evidente que no tienes que buscar en ninguna parte, y que todos tus intentos de alcanzar la iluminación sólo confirma tu sentido de separación. Olvida tus ambiciones espirituales y, simplemente, observa lo que es.
El laberinto de las luciérnagas es un libro que responde a una visión muy singular. Sin dejar de ser personal, sabe comunicar un mensaje de esperanza en un mundo mejor para la humanidad. «Pero para conseguirlo, en cada ser humano debe despertar esa conciencia universal. No somos sólo yo sino la suma de todos y todo lo que existe, lo visible y lo invisible», dice la autora. El libro se divide en dos partes: la primera corresponde a nuestro origen y la segunda a la revelación que nos explica hacia dónde se dirige nuestra humanidad. En medio de un laberinto de ideas y actitudes, las luciérnagas avanzan en medio de la noche despertando a los que hoy todavía duermen. El libro es abierto, no se ciñe a ninguna religión en particular y las abarca todas, y sin embargo nos muestra como la espiritualidad y la sencillez viven dentro de la cotidianidad de la vida.
´Encuentros con hombres notables nos presenta a algunos de los ´´Buscadores de la verdad´´ compañeros de juventud de Gurdjieff, y da detalles sobre sus aventuras y sus viajes. Pero el lector deberá recordar que este libro, si bien es una autobiografía, no
Estos fragmentos de enorme fuerza poética y hondo pensamiento fueron extraídos por Madame Blavatsky del Libro de los Preceptos de Oro, aprendidos en los largos años de estancia en monasterios tibetanos. Es sobre esta base que Blavatsky desarrollaría la Sociedad Teosófica, por ello esta edición se completa con el clarificador ensayo La clave de la teosofía, su introducción al sistema de pensamiento de esta escuela.
Esta conferencia de Sloterdijk, redactada y leída para una jornada en homenaje a Derrida el 21 de noviembre del 2005 en París, conforma uno de los intentos más logrados de hablar de este último, al mismo tiempo que desvela la profunda solidaridad e intimidad entre ambos, y desplaza radicalmente los marcos habituales de categorización del filósofo francés, entre fenomenología y deconstruccionismo, al presentar y defender la tesis de un Derrida egipcio. Si la escasez de obras tratando con Derrida resulta patente, si todavía, tal como lo preveía él mismo, sus lectores no han realmente surgido, hemos de considerar este libro de Sloterdijk como un retrato fecundo de Derrida, abriendo, dentro de los limites del formato de la conferencia, pistas poco labradas que sitúan y enmarcan su trabajo. «Jamás olvidaré el momento en que mi editor alemán me preguntó, durante mi paso por la Feria de Francfort, en octubre de 2004: ¿Sabes que Derrida ha muerto?. No lo sabía. Tuve la impresión de ver caer un telón frente a mí. El ruido del pabellón donde se realiza la feria quedó de improviso relegado a otro mundo. Yo estaba solo con el nombre del difunto, solo con un llamado a la fidelidad, solo con la sensación de que el mundo se había vuelto súbitamente más pesado y más injusto, solo con el sentimiento de gratitud por lo que ese hombre había demostrado. ¿De qué se trataba, en fin de cuentas? Acaso del hecho de que aún es posible admirar sin volver a ser niño» (Peter Sloterdijk).
«En el estar-resuelto, el Dasein es su futuro; en el ser-culpable, es su pasado; y en el actuar entra en el presente. El Dasein no es nada más que ser-tiempo. El tiempo no es nada que nos llegue del exterior del mundo, sino lo que yo mismo soy». Empeñado en repensar el sentido del ser en toda su radicalidad, Martin Heidegger (1889-1976) mostró un temprano interés por la especificidad del tiempo histórico, tal como había sido puesta de manifiesto por Dilthey. En éste encuentra Heidegger un punto de apoyo a su crítica de la concepción trascendental de la conciencia y una ayuda para desarrollar las categorías de la vida fáctica.