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Conferencia del autor sobre el modo de entender el arte. Incluye también una segunda conferencia, titulada "La historia como poetisa".
Este ensayo trata sobre las imágenes y la estética del nazismo, de la importancia que tuvieron en los terribles años en los que estuvieron vigentes, de qué fuentes se alimentaron y sobre cuál es su legado y su permanencia hoy en el arte y en la cultura visual. Para hacerlo se apoya principalmente en las imágenes, en lo visual y en las coincidencias temporales, es decir, en la aparición recurrente de determinados clichés en diferentes momentos de la historia que hacen pensar en algo más que meras casualidades en la creación, el desarrollo y la pervivencia de las imágenes del nazismo. El objetivo es arrojar luz sobre la relación entre la belleza y el horror, la cultura y la barbarie que conoció Europa en el siglo xx y cuyos gérmenes aún infectan nuestro pensamiento actual y de cuyas heridas
En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz. En cambio, en la estética tradicional japonesa lo esencial es captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra. Lo mismo que una piedra fosforescente en la oscuridad pierde toda su fascinante sensación de joya preciosa si fuera expuesta a plena luz, la belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra. En este ensayo clásico, escrito en 1933, Junichiro Tanizaki va desarrollando con gran refinamiento esta idea medular del pensamiento oriental, clave para entender el color de las lacas, de la tinta o de los trajes del teatro no; para aprender a apreciar el aspecto antiguo del papel o de los reflejos velados en la pátina de los objetos; para prevenirnos contra todo lo que brilla; para captar la belleza en la llama vacilante de una lámpara y descubrir el alma de la arquitectura a través de los grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vacío.
Si es verdad que somos lo que comemos, también es cierto que somos lo que habitamos, y basta con entrar en una casa para saber no solo qué posee, sino qué esconde y qué desea su dueño. La felicidad depende de la idea que tenemos de nosotros mismos, de la capacidad de casar lo que es con lo que debería ser, y eso se refleja en los objetos que nos rodean. Así es desde tiempos inmemoriales, y Alain de Botton nos lleva de la mano para que revisemos bajo esta óptica un tanto insólita los edificios que han marcado la historia de la arquitectura, desde la Villa Rotonda de Palladio hasta las casas funcionales de Le Corbusier y los rascacielos de Jean Nouvel. Stendhal dijo que la belleza es una promesa de felicidad, y cada cual tiene una idea de belleza de acuerdo con la época y las circunstancias en que le ha tocado vivir. Por eso lo que fue hermoso un tiempo, ahora no puede reproducirse tal cual sin que nos parezca inadecuado. Cierta innovación se impone, pero hay elementos arquitectónicos que se repiten a lo largo de los siglos porque responden a las necesidades hondas de los humanos, y el camino de la felicidad se apoya en ellos: en la simetría, por ejemplo, o en las curvas de ciertos objetos. Donde esté la disposición adecuada de líneas y trazos, estará nuestro hábitat ideal, ese lugar al que nos gusta volver porque ahí reencontramos lo mejor de nosotros mismos. Paso a paso, alternando ideas y anécdotas sabrosas, Alain de Botton recurre a su talento de narrador para ofrecer un libro que habla de arquitectura, pero habla sobre todo de lo que nos falta y a menudo nos sobra para llegar a la auténtica felicidad.
La reflexión filosófica moderna en torno a lo trágico parte de una paradoja pues, en efecto, presupone una toma de distancia de todo lo que parece constituir su objeto específico de estudio: la tragedia. Hay que señalar que una reflexión sobre lo trágico no es lo mismo que una reflexión sobre la tragedia y esta precisión debe orientar también al lector de nuestra obra. La confrontación de estas dos líneas de reflexión se convierte, de esta manera, en una confrontación de dos épocas y de dos culturas: la época y la cultura modernas han elaborado lo trágico como idea filosófica, mientras que a la época y la cultura antiguas (que incluso podríamos denominar de forma más genérica «premodernas») se debe la elaboración de la tragedia como género literario. Esta distinción representa un punto de partida fundamental cuando se quiere afrontar el problema de la sistematización de las ideas sobre lo trágico y sobre la tragedia.
Aunque el "Tratado de Pintura" de Leonardo da Vinci no fue impreso hasta el siglo XVIII, los fragmentarios manuscritos que para componerlo reunieron sus primeros editores habían circulado profusamente por Europa y suscitado la admirada curiosidad de artistas y eruditos. Se trata de otra de las empresas imposibles de Leonardo, un fracaso más de los que, por muy dispares caminos, se cebaron en su empeño de refundir todas las formulaciones empíricas y todos los tópicos conceptuosos del Renacimiento, ordenándolos en un sistema universal. Toda edición del 'Tratado' debe entendérselas con la dificultad de evocar esta visión y ese fracaso, seleccionando y combinando textos y dibujos, dificultad que no había sido salvada con acierto en las publicaciones existentes en lengua castellana. La versión que presentamos viene, pues, a cumplir una inaplazable exigencia de la bibliografía artística española.