Aunque sean abundantes los estudios consagrados a lo largo del último siglo a la mística religiosa, ha sido muy escasa la atención prestada a aquellas formas de experiencia que, sin adscribirse a ninguna tradición religiosa particular, parecen merecer indiscutiblemente la consideración de «místicas». Una mística, pues, de difícil definición, ajena a la ortodoxia, y que Michel Hulin califica de «salvaje». Se trata de experiencias con frecuencia súbitas, inesperadas, que aparecen incluso en personas ajenas a toda preocupación religiosa: una repentina sensación de comunión espiritual con la naturaleza, la entrada en una realidad atemporal provocada por un recuerdo de la infancia en principio tal vez intranscendente, la fugaz percepción de un olor o un sabor... modalidades diversas de enfrentamiento inesperado con una realidad numinosa que procura la vivencia de un «sentimiento oceánico» ajena al universo religioso y que nos sitúa fuera de las coordenadas habituales de la realidad cotidiana. Pueden ser también experiencias inducidas por el consumo de determinadas substancias, tema que es analizado aquí con rigor y lucidez implacables.
Consejos Esenciales Dudyom Rimpoché Dudyom Rimpoché (1904-1987) fue uno de los grandes lamas tibetanos del siglo pasado. Erudito y meditador, ha sido uno de los más renombrados maestros de la Gran Perfección. Este libro recoge varias enseñanzas impartidas en la década de los setenta. Los ocho textos reunidos en esta obra, abarcan un amplio campo de instrucciones directas, desde aspectos básicos del dharma del Buda, hasta enseñanzas sobre el bardo y la gran perfección. Con gran sencillez y belleza Dudyom Rimpoché hace que nos maravillemos tanto de la profundidad como de la belleza del dharma. Las palabras que dedica al Dalai Lama en su capítulo contra el sectarismo son la alabanza más hermosa que conocemos sobre el líder tibetano. Un libro esencial con una gran fuerza para inspirar la práctica en el nivel que uno se encuentre. Si conseguís controlar vuestra mente, entonces, aunque estéis a punto de morir, entenderéis que esa impresión de morir se debe únicamente a un determinado pensamiento, pero que la naturaleza de la mente está más allá del nacimiento y la muerte. Sería maravilloso si pudieseis adquirir esa confianza. Así pues, atesorad esta instrucción pequeña y esencial en vuestro corazón. Esa convicción y confianza es lo que denominamos dharma; las cualidades internas que obtenéis. Si dudáis y pensáis que el dharma es algo ajeno a vosotros, concebido por otro ser, no os será de ningún beneficio. En vez de eso, ¡haceos un favor y salid del samsara! ...Cuando llegamos a tener un buen entendimiento de la mente, podemos ver que nuestros pensamientos actuales son como olas en el agua. En un momento dado surgen y en otro se disuelven. Y eso es todo lo que hay, la mente no es nada más que pensamientos. La mente, que es vacía, surge como pensamiento, que es también vacío. El flujo de la consciencia, que es vacío, se deja llevar por los pensamientos que son también vacíos. Así es como la mente cae y permanece en los seis reinos del samsara. Es la misma mente la que fabrica el samsara, y lo hace porque no reconoce su propia naturaleza. Ahora que tenemos algo de idea sobre la naturaleza de la mente y cómo funciona, debemos controlarla y tener dominio sobre ella. Para hacer eso, se dice que debemos mantener nuestro cuerpo completamente inmóvil. Además, si el cuerpo está recto, los canales sutiles estarán rectos. Si los canales sutiles están rectos, la energía circulará libremente, y la mente descansará en su flujo natural, inalterado. Por lo tanto, mantened el cuerpo inmóvil y reducid el uso del habla al mínimo. No penséis sobre lo que habéis estado haciendo. No penséis en lo que haréis después. Sin preocuparos del pasado ni del futuro, dejad que la mente descanse en su estado natural. Este estado, en el que se deja la mente tal cual es, natural y sin manipulaciones, se denomina «reposo» o «quietud». Esta «quietud» es de hecho la mente en sí. 2007. Ediciones Dharma. EXTRACTO DEL PRIMER CAPÍTULO El Dharma del Buda Una conferencia dada por Kyabye Dudyom Rimpoché a sus discípulos occidentales Fieles amigos del Dharma aquí reunidos, me siento muy feliz de poder hablaros un poco de las enseñanzas del Buda. Todos los que estamos aquí, seres humanos de este mundo, de diferentes razas y procedencias, sentimos una devoción instintiva y auténtica por el Dharma sublime. Provistos de una confianza nítida, hemos entrado por la puerta de las enseñanzas profundas. ¡Qué afortunados somos! Eso que denominamos el Dharma sublime es algo increíblemente precioso y difícil de encontrar. El deseo que ahora tenemos de comprometernos con él, y el hecho de que tengamos todas las circunstancias favorables y la buena suerte de poder realmente practicar, se deben a la enorme reserva de mérito que acumulamos en el pasado. Los Tres Vehículos ¿Cuál es el origen de estas enseñanzas supremas? Han llegado hasta nosotros procedentes del Buda perfecto, el cuarto de los mil dos budas que van a aparecer en esta kalpa afortunada. Y nosotros estamos viviendo en un periodo en el cual sus enseñanzas todavía existen. Además de eso, aunque todos los budas exponen el Dharma de los tres vehículos1, fue únicamente el Buda Shakyamuni quien reveló en un periodo en el que la duración de la vida humana era de cien años el vehículo adamantino de los Mantras Secretos. Según las doctrinas básicas de los shravakas y los pratyekabudas, nuestro maestro Shakyamuni fue una persona de facultades superiores muy desarrolladas, que primero acumuló mérito durante tres inmensurables kalpas, purificó sus oscurecimientos durante otras tres y finalmente alcanzó la perfección de la budeidad. Según ese punto de vista, fue un hombre corriente que logró la budeidad por medio de la acumulación de mérito y la purificación de sus oscurecimientos. Sin embargo, desde el punto de vista de los Mantras Secretos del Gran Vehículo, el Buda realizó el dharmakaya en el pasado, hace innumerables kalpas, consiguiendo así su propio objetivo. Fue su rupakaya, su cuerpo de manifestación, el que descendió por compasión a este mundo para el beneficio de los demás, apareciendo como el Buda Shakyamuni. Una emanación por compasión, «viniendo desde arriba2» aparece necesariamente para el beneficio de los habitantes de este mundo samsárico y, para ayudarles, se manifiesta de un modo que está en armonía con su condición. Por eso el Buda realizó los doce actos de un ser iluminado3: descendió del cielo de Tushita, nació en este mundo humano y finalmente mostró su Iluminación. Posteriormente, el Buda giró la rueda del Dharma para beneficiar a los seres, enseñando según sus diversas necesidades y puntos de vista particulares. Para aquellos de capacidades mentales limitadas y con menor reserva de karma afortunado, expuso el camino de los shravakas y los pratyekabudas, en los que el mayor énfasis recae en evitar las acciones negativas física y verbalmente. Para aquellos con capacidades mentales superiores y una acumulación de mérito excelente, dio las enseñanzas del mahayana, donde el énfasis recae en el adiestramiento mental, que consiste en cultivar la bodhichitta. Aquí los votos y preceptos relacionados con el cuerpo y la palabra tienen una importancia secundaria. Finalmente, para aquellos de horizontes mentales y reservas de mérito todavía superiores, y preparados para recibirlas, el Buda expuso las enseñanzas del vehículo resultante de los Mantras Secretos del Mahayana, que van mucho más allá que las doctrinas de los vehículos causales4. Refugio y bodhichitta ¿Qué es lo que nos introduce a las enseñanzas del Buda? ¿Cuál es la puerta por la que debemos entrar? ¿Cuál es el «terreno mental», por decirlo de algún modo, en el que podemos plantar la semilla del Dharma? Es refugiarse. Esto marca la diferencia entre un budista y alguien que no lo es, entre quien está dentro de las enseñanzas y quien está fuera. Refugiarse es reconocer a las Tres Joyas del Buda, el Dharma y la Sangha como nuestros protectores constantes y volverse hacia ellos sinceramente y con total confianza. Esto abre la puerta del Dharma en el inicio del camino. Una vez que nos hemos refugiado en las Tres Joyas, ¿cuál debe ser nuestra actitud fundamental? Debemos entender que todo el espacio está lleno de seres; y no hay ni uno solo de ellos que no haya sido, en un momento u otro, nuestro padre o nuestra madre. Debemos comprender que han sido nuestros padres y sentir gratitud por el amor y la bondad que nos prodigaron. También debemos darnos cuenta de que todos esos seres, que alguna vez fueron nuestras madres, están sumergidos en el océano de los sufrimientos del samsara. Debemos cultivar la actitud de la bodhichitta, tomando la decisión de practicar el Dharma supremo para beneficiarles. La bodhichitta es pues la preparación fundamental y la base de nuestra práctica del camino. Quienes tienen la actitud de los shravakas y pratyekabudas no son capaces de tener en cuenta que todo el espacio está lleno de seres que alguna vez fueron sus padres y que es por su bien por lo que deberían practicar el Dharma. Se sienten satisfechos simplemente con la idea de liberarse ellos mismos del océano de los sufrimientos del samsara. Y es de acuerdo con este ideal de liberación individual que observan la disciplina ética, absteniéndose de las acciones dañinas del cuerpo y la palabra. Pasan sus vidas practicando la purificación y la meditación, por medio de las cuales alcanzan el nivel de un pratyekabuda. Sin embargo, esto sólo ocurre después de practicar durante una kalpa inconmensurable o al menos durante tres vidas, dieciséis vidas o un número aún mayor de vidas. Los que tienen la actitud del Mahayana piensan que es algo vergonzoso desear la liberación sólo para ellos, mientras que otros seres que fueron anteriormente sus queridos padres están sumergidos en el océano del sufrimiento. No pueden imaginar nada peor y deciden practicar el Dharma para ser capaces de guiar a todos los seres, sus padres, hacia la liberación. Están decididos a hacerlo sin reparar en las consecuencias y están dispuestos a permanecer en el samsara todo el tiempo que sea necesario hasta que realicen su labor. Esta actitud vasta y generosa es la que nosotros también debemos tener. Nada de lo que hacemos ni una sola postración o recitación de un solo mani, ni una meditación en las fases de generación o perfección, ninguna práctica, ni sadhana debe comenzarse sin las oraciones de refugio y bodhichitta, ni concluirse sin oraciones de dedicación y aspiración. El Dharma sublime, como hemos dicho anteriormente, es extremadamente vasto y profundo, y dispone de innumerables instrucciones. Se dice que para adaptarse a las diferentes capacidades mentales de los individuos, el Buda expuso no menos de ochenta y cuatro mil secciones de la doctrina. Cuando practicamos, nuestra tarea es condensar todas esas enseñanzas en un solo punto esencial. Pero, ¿cómo lo hacemos? De hecho, aunque el Buda dio innumerables enseñanzas, el mensaje fundamental de todas ellas está contenido en estos cuatro versos5: Abandonad las acciones negativas. Las positivas practicadlas intachablemente. Controlad perfectamente vuestra mente. Ésta es la enseñanza del Buda. El Buda dijo en efecto que no debemos hacer el mal sino practicar la virtud. ¿Qué es entonces una acción negativa? Una acción del cuerpo, la palabra o la mente es negativa cuando daña a otros. Y como dijo el Buda, debemos abstenernos de hacer nada que dañe a otros. Por el contrario, las acciones son positivas o virtuosas cuando benefician a los demás. ¿Cuál es la raíz de todo esto, el origen del bien y del mal? El autor de cualquier virtud es la mente, cuando usa positivamente el cuerpo y la palabra, que son sus sirvientes. El autor de cualquier maldad es también la mente, cuando usa negativamente el cuerpo y la palabra. La raíz y la causa del bien y del mal se halla en la mente. Sin embargo, en cierto modo, nuestra mente es algo que desconocemos. Puede llegar a hacer cualquier cosa, como un demente que corre aquí y allá siguiendo cualquier impulso. Así es como acumula karma. La mente es la raíz de todas las emociones conflictivas. Es en la mente donde nace el enfado, y del enfado todo el daño y las agresiones contra otros: las luchas, los golpes, etcétera. La mente es el terreno donde crece todo esto: toda la malevolencia, la envidia, el deseo, la estupidez, la arrogancia y demás. Por eso el Buda dijo que controlásemos nuestra mente. Cuando nos hemos dado cuenta de que la mente es la raíz de todas las emociones aflictivas, debemos vigilarla para mantenerla bajo control y someter estas emociones negativas tanto como podamos. Hemos de estar completamente concentrados en esto, aprendiendo a tener control sobre cualquier cosa que surja. La mente también puede dirigirse en una dirección positiva. Puede reconocer las cualidades del lama y las Tres Joyas, gracias a lo cual experimenta fe y se refugia. Con la práctica del Dharma la mente puede también acumular las causas para su propia liberación y la de los demás. Por lo tanto, puesto que la mente es la raíz tanto del bien como del mal, es obvio que debe corregirse y transformarse. El examen de nuestra mente es, pues, la principal característica de nuestra práctica. La mente es de lo que se ocupan todos los vehículos del Dharma. Y esto es especialmente cierto en las enseñanzas del tantra. Una vez más, es la mente la que entra en el mandala de los Mantras Secretos del Vajrayana y lleva a cabo todas las prácticas.
Según una antigua costumbre, los príncipes y soberanos de la India congregaban periódicamente a pensadores, ascetas y religiosos de diferentes escuelas para discutir sobre alguna cuestión controvertida. La identidad o diferencia entre el cuerpo y el alma, la vida después de la muerte, el sentido de la existencia, las reglas de comportamiento y ciertas cuestiones morales fueron algunos de los temas de debate. De su resultado dependían las condiciones de vida de las escuelas en litigio, con lo que la habilidad persuasiva o arte de probar adquiriría una gran importancia social y política. El tratado de Nagarjuna (ca. siglo II-III) Abandono de la discusión (Vigraha-vyavartaný) expone la postura de los madhyamika ante la discusión filosófica a la luz de la doctrina del vacío, siendo uno de los mejores ejemplos de la dialéctica de Nagarjuna y de su postura filosófica con relación al papel que el lenguaje y el razonamiento lógico deben jugar en la búsqueda del despertar.
Los estudios sobre la mente están actualmente condicionados por los siguientes acontecimientos: primero, el abandono del conductismo como paradigma explicativo; segundo, la vuelta a los conceptos mentales, como puede apreciarse en la Ciencia cognitiva, de considerable desarrollo en los últimos decenios; tercero, el perfeccionamiento de la Inteligencia Artificial y de las máquinas que resuelven problemas; y cuarto, el aumento de nuestros conocimientos del cerebro y la importancia que han adquirido las investigaciones en neurociencia. Acusando la influencia de estas características, el presente libro analiza las principales teorías filosóficas actuales sobre la mente y los estados mentales, partiendo de la teoría dualista de Descartes, con la que se inicia la filosofía moderna. Se aborda luego la posición crítica de Hume y de Kant, como vía alternativa, para enlazar con las teorías empiristas más características de nuestro tiempo. Tras una comparación del conductismo estrictamente psicológico de Watson y Skinner con el conductismo lógico de Wittgenstein y Ryle, se pasa a la discusión de los temas más característicos de la moderna Ciencia cognitiva, como son la intencionalidad, el análisis causal de los estados mentales, el enfoque funcionalista en relación con la aplicación de conceptos tomados de la Inteligencia Artificial, o la posible identidad entre cerebro y mente. Se concede especial atención a las diferentes formas de la conciencia, tal vez el tema que mayor desarrollo ha tenido en los últimos años, para, finalmente, terminar con algunas precisiones sobre el concepto del Yo.