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La ciencia como profesión, originariamente una conferencia pronunciada por Weber en 1917 y publicada como libro en 1919, se pregunta si la ciencia contemporánea inmersa en un inevitable proceso de especialización da respuesta a la pregunta más importante con la que se encuentra el ser humano: cómo debe vivir, qué debe hacer. ¿Puede la ciencia fundamentar los valores últimos con los que los hombres organizan su vida? A pesar de su respuesta negativa, Weber invita a su audiencia de estudiantes a que no rehúyan mirar de frente las consecuencias paradójicas del proceso de racionalización moderno y estén a la altura de las «exigencias de cada día».
En este primer volumen del Post Scriptum, obra publicada tras más de veinticinco años de haber sido escrita, Popper formula y explica su teoría no justificacionista del conocimiento. La ciencia -ciencia empírica- busca teorías explicativas verdaderas; pero nunca puede demostrar o establecer definitivamente o justificar sus teorías verdaderas, ni siquiera si son, en efecto, verdaderas. Así pues, la ciencia tiene que continuar cuestionando y criticando todas sus teorías, incluso las que son verdaderas. Sin embargo, puede dar razones para preferir unas teorías a otras; algunas están, mejor contrastadas (corroboradas), pueden plantear o resolver más problemas, tener mayor poder explicativo e incluso ser capaces de corregir aquellos hechos (aparentes) que debían explicar. De este modo, aunque no un criterio para conocer la verdad, sí poseemos algo parecido a un criterio sobre el progreso de nuestras teorías; del progreso hacia la verdad y hacia explicaciones teóricas más profundas y eficaces. Popper sustituye el objetivo realista de someterlas a la crítica empírica más severa que nuestro ingenio pueda idear. Contrastar una teoría no consiste sólo en observar, sino en realizar intentos ingeniosos de encontrar sus puntos débiles, los puntos en los que la teoría puede ser deficiente, los problemas que puede ser incapaz de resolver. La presente edición está preparada por William Warren Bartley III, graduado por Harvard y por la Universidad de Londres. Profesor en las universidades de Londres, Cambridge y Pittsburg, y catedrático de Filosofía en la Universidad del Estado de California, en Hayward.ÍndicePrincipales publicaciones y abreviaturas de títulos. Prólogo. Agradecimientos. Introducción de 1982. Realismo y el objetivo de la ciencia. Prefacio de 1956. Parte I: El enfoque crítico. Cap. I: La inducción. Cap.II: La demarcación. Cap. III: Metafísica: ¿Con sentido o sin sentido? Cap. IV: La corroboración. Parte II: La interpretación propensivista de la probabilidad. Cap. I: Probabilidades objetivas y subjetivas. Cap. II: Crítica de la inducción probabilística. Cap. III: Observaciones sobre las teorías objetivas de la probabilidad. Índices.
Tal vez la realización más maravillosa de la mente humana sea el complejo estructural tan vasto como imponente de la ciencia moderna. En cambio, su origen, desarrollo y conquistas constituyen una de las partes menos conocidas de la historia, y apenas si han entrado en la corriente de la literatura general. Los historiadores relatan las guerras, la política, la economía; pero nos dicen poco o nada sobre la génesis y desarrollo de esas actividades que sorprendieron los secretos del átomo, que descorrieron ante nuestros ojos los misterios profundos del espacio, que revolucionaron las categorías filosóficas y nos proporcionaron los medios de elevar nuestro bienestar material a un nivel que está por encima de cuanto pudieron soñar las generaciones pretéritas. Los griegos identificaron la filosofía y la ciencia; la Edad Media incorporó las dos a la teología. El método experimental, aplicado al estudio de la Naturaleza después del Renacimiento, condujo al divorcio entre unas y otras. En efecto, mientras la filosofía natural se basó en la dinámica de Newton, los discípulos de Kant y Hegel aislaron la filosofía idealista de la ciencia contemporánea; y ésta, en justa reciprocidad, optó bien pronto por prescindir de la metafísica. Luego la biología transformista y la matemática y la física modernas, por una parte, profundizaron el pensamiento científico y, por otra, obligaron a los filósofos a tener en cuenta a la ciencia; y así ésta vuelve a tener sentido para la filosofía, la teología y la religión. Mientras, la física, que por tanto tiempo buscó y halló los moldes mecánicos de los fenómenos sometidos a su observación, parece como si al fin hubiese llegado a los umbrales de un santuario en el que fallan los moldes, a la entraña de cosas fundamentales que «ciertamente no son mecánicas», como dijo Newton.ÍndicePrólogo. Introducción. Los orígenes. CAPÍTULO I: La ciencia en el mundo antiguo. CAPÍTULO II: Edad Media. CAPÍTULO III: El Renacimiento. CAPÍTULO IV: Los tiempos de Newton. CAPÍTULO V: El siglo XVIII. CAPÍTULO VI: La física en el siglo XIX. CAPÍTULO VII: La biología en el siglo XIX. CAPÍTULO VIII: Ciencia y filosofía en el siglo XIX. CAPÍTULO IX: Nuevos avances en biología y antropología. CAPÍTULO X: La nueva era de la física. CAPÍTULO XI: El universo estelar. CAPÍTULO XII: La filosofía científica y sus perspectivas. Apéndice, por I. Bernard Cohen. Índice de autores y materias.