Philip Kitcher conecta el dilema del personaje central de la novela con las cuestiones más relevantes del pensamiento occidental. En la novela de Mann, el escritor Gustav von Aschenbach se siente atraído por un adolescente al que ve por primera vez en el Lido de Venecia, el lugar donde se producirá finalmente la muerte del propio Aschenbach. Thomas Mann se enfrenta en su obra a la preocupación de cómo debemos vivir, idea ya explorada con igual intensidad por sus predecesores alemanes Schopenhauer y Nietzsche. Kitcher analiza cómo los distintos enfoques de Mann, Britten y Visconti iluminan la tensión entre los valores éticos y sociales y la sensibilidad del artista ante la belleza. Cada una de las tres obras se pregunta si una vida dedicada al autosacrificio en busca de logros perdurables puede sostenerse y si el abandono del autocontrol debilita su mérito. Poseído por la idea de su muerte, Aschenbach también nos ayuda a reflexionar sobre si es posible lograr algo siendo conscientes de nuestra finitud y sabiendo que nuestros éxitos son siempre incompletos.
Una obra quelogra ofrecer sabiduría práctica para cada día con una visión positiva. Indica cuál debe ser la conducta correcta en las situaciones más comunes de la vida.
El misionero Chema Caballero y su lucha por recuperar para la "vida normal" a los niños guerrilleros de Sierra Leona. Sierra Leona, el país más pobre de la tierra, vive inmerso en una guerra civil que dura casi una década. Su trágica peculiaridad es el secuestro masivo de niños por los distintos grupos armados enfrentados. Chema Caballero, un joven misionero javeriano que ha vivido en el Bronx de Nueva York, regresa a Sierra Leona en abril de 1999 con una clara misión: dirigir un programa de acogida, rehabilitación y reinserción de niños y niñas soldados y guerrilleros. Los soldados infantiles han matado, violado y amputado manos y brazos. Han sido utilizados como escudos humanos antes de ser entrenados como auténticos soldados. Muchos han realizado labores de espionaje para informar sobre los movimientos de las tropas progubernamentales y localizar arsenales o reservas de alimentos. Casi todas las niñas secuestradas han sido utilizadas como esclavas sexuales por los oficiales y comandantes guerrilleros. Unos tres mil niños soldados se benefician de este ambicioso programa de rehabilitación cuyo principal centro está situado en un antiguo y lujoso hotel de una playa cercana a la capital. La clave del éxito radica en la personalidad de Chema Caballero y en un sencillo método de trabajo: «Si les duele la cabeza pueden pedir una aspirina. Si necesitan hablar y contar, tienen la seguridad de que se les escuchará». Este impresionante documento presenta las historias de algunos de esos niños contadas por ellos mismos y arroja luz sobre uno de los conflictos más crueles de África, mostrando con claridad y rigor periodístico cómo la generosidad y la dedicación de un hombre entregado a los demás puede, pese a las dificultades, alzar la voz contra la guerra abriendo la puerta de la esperanza para miles de víctimas.
El afecto se educa, se fomenta, se construye y se daña. Las relaciones afectivas son un proceso de dos, único e irrepetible, que da la seguridad básica para relacionarse con el mundo y los modelos de referencia para entenderlo, para absorber el conocimiento y aprender a relacionarse.
Hace tiempo que la filosofía margina el argumento de la consolación y al mismo tiempo omite obstinadamente, quizás porque le incomoda, la figura del filósofo consolador. Sin embargo, estos temas, arrumbados lejos de los debates filosóficos más recurrentes, han continuado informando secretamente el pensamiento, de modo que no sería ilegítimo reescribir la historia de la filosofía moderna desde el punto de vista de la consolación. En este libro, que adopta la estructura de un pequeño tratado, Sgalambro prefiere los senderos abruptos a los cómodos itinerarios académicos para presentar al consolador como un estafador, pero en el sentido supremo y revelar la consolación como el rasgo distintivo de la edad del gesto preconizada por Kant, edad en la que, agotados los recursos de la acción, tan sólo restan las virtudes taumatúrgicas de la palabra. Si la veta más alta de la moral es la compasión, en virtud de la cual un individuo se reconoce a sí mismo en el otro y actúa en consecuencia, el consolador siente la más absoluta indiferencia ante el afligido. Pero es justo esta indiferencia la que permite el paso de la compasión a la consolación: a mí no me importa nada tuyo; pero sólo de este modo podré consolarte, afirma Sgalambro.
Marco Tulio Cicerón (Arpino, 106-Formia, 43 a. C.) fue siempre un profundo admirador de aquellas virtudes tradicionales que, con el mos maiorum como norma de vida, hicieron grande a Roma frente a Cartago. En su madurez, desengañado de la política y reforzado su pensamiento con lo mejor de la filosofía griega, pensó que el mayor servicio que podía prestar a la República era convencer a sus conciudadanos de que la paz y la concordia ciudadana (concordia ordinum) sólo se conseguirían con la práctica de las virtudes romanas a la antigua usanza. A este objetivo, que había de costarle la vida, dedicó sus grandes tratados de moral social: De re publica (años 54-52), De legibus (años 52-51), Disputationes Tusculanae y De finibus bonorum et malorum (ambos del 45) y, finalmente, De officiis (años 44-43), escrito ya en vísperas de su muerte y que, sin él saberlo, pero quizás presintiéndolo, es el testamento político-moral de este «héroe de la libertad». En medio de la actividad casi febril que da origen al De officiis (verano del 44), escribe otras obras menores y, entre ellas, este pequeño tratado, que él tituló Laelius de amicitia. Lo escribe pensando que el bien de la patria y la felicidad de los ciudadanos debían basarse sobre los principios de la amistad, que «no es otra cosa sino un común sentir en las cosas divinas y humanas, junto con una benevolencia llena de amor».
En La ilusión vital, Baudrillard, como siempre, provoca al lector a que extraiga conclusiones interesantes e inusuales. En primer lugar, Baudrillard dirige su atención al problema de la clonación. Hoy en día, cuando todo puede clonarse, simularse, programarse y gestionarse genética y neurológicamente, la humanidad se siente incapaz de afrontar su propia diversidad, prefiriendo en lugar de ello retroceder a la patológica eternidad de las células autorreplicantes. Al revertir a nuestros orígenes víricos como seres asexuados inmortales, satisfacemos irónicamente nuestro impulso de muerte, poniendo el punto final a nuestra especie tal como la conocemos. Después, Baudrillard analiza el "no acontecimiento" que supuso el cambio de milenio. El reloj digital del Beaubourg Center de París, que mostraba la cuenta atrás hacia el fin del milenio, es el símbolo perfecto de nuestra época: la historia, más que progresar, retrocede. Por último, Baudrillard examina lo que llama "asesinato de lo real" a manos de lo virtual. En un mundo de copias y clones, ya no es posible hablar de realidad. Más allá del asesinato simbólico de Dios a manos de Nietzsche, nuestro mundo virtual desprovisto de referentes está en el proceso de exterminar la realidad sin dejar huellas: "No hemos recuperado el cadáver de lo real - si es que hay alguno - no se encuentra en ningún lugar".
Siguiendo los consejos de Jonathan Swift de mirar el mundo alternativamente desde la posición de enanos y de gigantes, Allan Bloom se acerca a la tradición filosófica occidental, no para aparecer más grande sobre los hombres de los gigantes del pensamiento, sino para juzgar nuestras flaquezas desde su altura. Se trata de un ejercicio de lúcida humildad que permite cultivar una profunda amistad con los autores del pasado y renovar la vigencia de sus ideas para la vida sociocultural actual. «El amigo es la persona con la que Sócrates puede conversar sobre el interés común que ambos tienen por lo que es bueno. ... Y aquí llegamos al foco de lo que nos importa: la conciencia de un interés compartido y el alimento para éste proceden de libros escritos por sabios del pasado. ... Cuando uno ha frecuentado a Platón, a Maquiavelo y a Shakespeare es muy difícil que tome con seriedad lo que están diciendo hoy los representantes de las humanidades en nuestras universidades. Estos ensayos representan un registro parcial de una vida de trabajo que comenzó con Freud y terminó con Platón en busca de autocomprensión. La senda que conducía al conocimiento de mí mismo fue la interpretación de los libros que enseñan sobre el carácter filosófico de la vida y que tienden a ser discretas mezclas de filosofía y poesía» (del Prefacio). En las tres secciones de la obra, el autor muestra a los lectores su modo de abordar textos y algunas de las cuestiones que se presentan en ellos, comenta a tres maestros que me iniciaron en la lectura y en la vida del espíritu: Leo Strauss, Raymond Aron y Alexandre Kojève; y, finalmente, ofrece reflexiones críticas sobre la vida intelectual contemporánea».