Tres ensayos cortos en los que el autor reflexiona sobre los tópicos y verdades en torno a las lecturas, analiza diferentes tipos de falacias, y defiende el valor y la dignidad del sufrimiento.
Un texto que, por suerte, se adelantó al ascenso de los nazis al poder, para hablarnos, así, de una ciudad aún lejos del horror, todavía floreciendo. Calles ideales para el paseo, para observar los rostros de la gente, los escaparates, las terrazas de los cafés, los tranvías, las estaciones de tren, tanto al despertar el día como ya en el crepúsculo, cuando, con la ayuda del vidrio y la luz artificial, como señala el propio Hessel, «aparece la mezcla feliz». Avenidas de grandes farolas, anuncios luminosos, automóviles refulgentes. Como dijera su amigo Walter Benjamin, Hessel es uno de los mayores prototipos de flâneur, un perfecto observador y con una prosa tan bella como versátil de las cosas y del tiempo, a quien la metrópoli se le presenta como un paisaje, como una multitud de lugares vividos donde ha quedado depositada la memoria impersonal y colectiva de la urbe entera. Para él, pasear no es simplemente percibir la ciudad, sino rastrearla: detectar huellas, detalles, matices, impresiones fugaces. Según Hessel y Benjamin, pasear es un arte que requiere reeducar la atención, afinarla: aprender a desplazarla desde lo obvio y llamativo a lo apenas perceptible. En Paseos por Berlín Hessel, tras haber vivido en París, centro de la modernidad, regresa a la ciudad de su infancia en condiciones de apreciar su reciente y acelerada modernización. El nuevo flâneur no merodea por las afueras en busca de la naturaleza, ensimismado, sino que está volcado hacia todo lo que le rodea, desde el centro a la periferia, pero no hacia lo aparente ni tampoco hacia lo monumental. En el complejo e inabarcable Berlín, Hessel recuperó «el dulce desorden del cuarto infantil». El orden del desorden, la acumulación, gracias a la sorpresa del hallazgo inesperado, obró el milagro de convertir cualquier cosa en un pequeño tesoro, en un regalo.
El capítulo central de la filosofía primera es hoy la recepción verdaderamente crítica del pensamiento de Martin Heidegger. A esta tarea se han dedicado, desde perspectivas diversas, sobre todo, tanto Michel Henry, con su obra capital, La esencia de la manifestación, y Emmanuel Levinas, con su texto más logrado, Totalidad e infinito. El objetivo perseguido por ambos puede resumirse en intentar liberar a la filosofía primera de todo planteamiento trascendentalista, para volver a entenderla como ontología, o para volver a entenderla como ética. Siempre vista desde la diferencia, pero no precisamente tal como la comprendía Heidegger. Mientras que la filosofía trascendental se limita a señalar condiciones de posibilidad lógicas o subjetivas, la ontología busca acceder al ser mismo como última condición, y la ética, a la alteridad radical de mismo y otro. En este sentido, la originalidad de Henry consiste en comprender al hombre mismo, a la vida en él, no como un ente en el interior del horizonte del ser, sino como la esencia misma, el ser mismo. La verdad más originaria soy yo mismo, mi carne subjetiva misma. El hombre no se hunde en el océano de la sustancia, ni en el de la historia del espíritu absoluto, ni en el acontecimiento impersonal del ser. No tiene ya que temer la disolución de su existencia en sistema alguno. Es vida en la Vida.
Un rasgo dominante de la discusión en la filosofía moral contemporánea es la variedad de argumentos disponibles y el hecho de que, aparentemente, no hay a la vista un acuerdo sobre cuestiones morales fundamentales. En El problema moral, Michael Smith presenta un diagnóstico de ese problema. Según el autor, la discusión tiene esos rasgos porque no ha lidiado adecuadamente con la tensión aparente entre tres características centrales de nuestros juicios morales. Se trata de la tensión entre la objetividad de esos juicios (el hecho de que nuestro juicio acerca de una acción moralmente incorrecta parece expresar nuestra creencia en la incorrección moral de la acción), su carácter práctico (si realmente pensamos que la acción es incorrecta, es plausible suponer que ello se manifestará de algún modo en la manera en que actuamos) y un modo estándar de concebir la acción humana (según el cual lo que nos lleva a actuar es nuestro deseo de llevar a cabo la acción pertinente y no nuestra creencia acerca de algún rasgo de dicha acción). El libro enfrenta esa tensión de modo claro y frontal, y ofrece también un argumento sostenido a favor de una solución. Se trata de un libro central para entender el debate actual en filosofía moral, y que desde su publicación ha generado una notable discusión.
El «mordisco» de la envidia, como lo llama Francesco Alberoni en Los envidiosos, ese espasmo doloroso que a nuestro pesar nos atenaza, a la vista de alguien que tiene lo que nosotros no tenemos y que deseamos, es producto del vértigo de la carencia, de la pérdida: la belleza de la amiga que colecciona conquistas, la casa lujosa del vecino, la mayor popularidad del propio alumno, la promoción profesional de un colega, la riqueza de un pariente, se convierten en ataques dirigidos a nuestro propio ser, de los cuales, aunque solo sea por un instante, percibimos el fallo, la derrota, la caída. Es decir, lo que pasa es que alguien interrumpe nuestro deseo de expansión, de autoafirmación, de sobresalir, un deseo infinito, ontológicamente ilimitado, que de pronto choca con un límite insalvable, arrojándonos al abismo de nuestra impotencia.
Las crueldades padecidas por millones de seres humanos durante el siglo xx no dejan de impresionar a sucesivas generaciones: guerras civiles y mundiales, bombardeos que arrasan ciudades, sistemas políticos totalitarios, campos de exterminio, bombas atómicas, genocidios, matanzas tribales, atentados terroristas, torturas, persecuciones religiosas, etc. Los medios audiovisuales difunden noticias y reportajes sobre asesinatos, degollamientos, vilezas, aberraciones, atrocidades, violencia de género, que dejan a los espectadores aterrorizados, indignados, sin aliento, confusos. La contemplación de tanto dolor y sufrimiento, además de conmover, ha originado agudos interrogantes en torno al origen, causas y efectos del mal en la vida humana. Estamos ante uno de los problemas morales que, a pesar de los obstáculos, la filosofía ha de intentar esclarecer. La perspectiva ética y política predominante en esta obra, bajo el amplio título de " La maldad " , busca clarificar lo que acontece en el interior del sujeto causante del mal, en la persona que realiza libremente actos crueles (de los que es responsable) con tal grado de perversidad que constituyen un escándalo de difícil comprensión, una injusticia imposible, humanamente, de perdonar y subsanar. Este libro antológico profundiza en las raíces " antropológicas de la maldad " , las " implicaciones filosóficas " que ha generado en cuestiones clásicas como la libertad o la existencia de Dios, entre otras, y los " efectos socio-políticos " que ha desencadenado el mal moral en la historia, y sobre todo a lo largo del siglo XX (cuyo trágico símbolo ha quedado fijado en Auschwitz), durante el que se han constatado tantas barbaries denigrantes para la dignidad humana.
Autonomía es sin duda el concepto clave en la filosofía práctica kantiana, un concepto que abarca tanto la moral, como el derecho, la política e incluso la religión, y que tiene también su expresión estética en lo sublime. Estos son los asuntos que se abordan en Kant y los retos práctico-morales de la actualidad, un libro plural que unifica diversas perspectivas en torno a la reflexión kantiana sobre la moral. Autonomía es la actitud propia de la mayoría de edad a la que aspira el hombre moderno. Es verdad que las experiencias negativas de las muchas e inagotables guerras (en diversos ámbitos y niveles) y de los desastres ecológicos provocados por el hombre en el siglo XX han conducido a poner en tela de juicio dicha autonomía racional. Pero si analizamos detenidamente y con claridad, descubrimos que esos nefastos acontecimientos han ocurrido porque los hombres, individual o colectivamente, se han conducido de manera irracional. Nuestra época es aún ilustrada y sigue necesitando del paciente trabajo del concepto, de lo racional y de la educación. Para ello ha de asumirse el reto de poner en claro en qué consiste la capacidad racional humana, tanto en el conocer como en el actuar. En todo esto la visión moral kantiana continúa teniendo vigencia en la actualidad y resulta de todo punto interesante este libro para los que quieran reflexionar escuchando lo que nos puede decir aún hoy el pensamiento kantiano.
Esta monografía propone una recuperación de la categoría ético-política de "civis bonus" asumida a la altura de la sociedad postindustrial de masas. El término "civis bonus" designaba al hombre civil que vive y actúa en la sociedad humana excelente (la P
Promesas incumplidas es una historia sobre la ambición, ligada a la promesa igualitaria y al desengaño que marcó el Romanticismo. De la mano de Javier Moscoso, uno de los mejores ensayistas españoles contemporáneos. Ambición, resentimiento, envidia, celos... El Promesas incumplidas explora las emociones más estrechamente relacionadas con la rivalidad, pero también la fraternidad, el patriotismo, la compasión o la amistad. Las fuentes consultadas incluyen tratados de medicina, de filosofía moral y política, así como de lo que hoy denominamos psiquiatría. Junto a estos se han consultado textos biográficos y autobiográficos, así como material iconográfico, fuentes publicadas y manuscritas.
«Debemos sospechar de las decepciones del elemento temporal», dice Emerson en sus Ensayos. «Cuanto más me ha decepcionado mi vida, más maravillosa y solemne ha resultado para mí», añade Ruskin en Sésamo y lirios. La naturaleza y el arte, respectivamente,
SI Cioran tenía razón cuando decía ?Un livre est un suicide différé?, el Tractatus lógico-suicidalis de Hermann Burger fue una de las última demoras escritas antes del suicidio de uno de los escritores más individualistas, radicales, pero consecuentes del siglo XX. El Tractatus lógico-suicidalis es un caleidoscopio artístico y simultáneamente un ensayo sobre el suicidio y el arte; la confesión íntima de un escritor y a la vez, juego del escondite literario. Dialogo con Jean Améry, Franz Kafka, E. M. Cioran, Sarte, Camus y muchos otros artistas, pensadores y filósofos; un cuadro clínico, farsa sabia y sabiduría farsante. El informe de un prestidigitador desilusionado con una crítica implacable al optimismo ciego y a un mundo donde el fracaso, la enfermedad y la muerte son negadas y silenciadas. Hermann Burger (Menziken, 1942-Brunegg, 1989), germanista, periodista y escritor suizo. Se doctoró en la Universidad de Zúrich con una tesis sobre Paul Celan, y tuvo esporádicos contratos en las universidades de Berna, Friburgo y Zúrich. Fue miembro de la Deutsche Akademie fu?r Sprache und Dichtung y merecedor de los premios: Conrad Ferdinand Meyer Preis (1977), Friedrich-Hölderlin-Preis (1983), Aargauer Literaturpreis (1984), Ingeborg-Bachmann-Preis (1985). Desde los años 60, su vida estuvo marcada por trastornos psíquicos. Las depresiones endógenas y los episodios de hipomanía le llevaron a someterse a diversas terapias en hospitales psiquiátricos. Con una sobredosis de barbitúricos acabó con su vida en el castillo de Brunegg. De la extensa producción literaria de Burger, fundamentalmente en prosa, es el Tractatus lógico-suicidalis (1988) la primera de sus obras que se traduce al español.