«Peter Sloterdijk se acerca más que ningún otro filósofo al desconcierto actual». Süddeutsche Zeitung ¿Qué impulsa a la humanidad hacia delante? El aprendizaje de la historia ¿es lo que orienta el progreso? Este tipo de preguntas y las respuestas habituales ;normalmente desacertadas; oscurecen poco a poco el paso de una generación a otra. En el éxito o el fracaso de este tránsito generacional entra en juego la supervivencia de la civilización que conocemos. Según Peter Sloterdijk, Europa (superada después por su filial cultural norteamericana) transmitió a casi todos los demás conjuntos étnicos un legado paradójico y fatuo: el mensaje de la herencia. Y, así, Europa y Estados Unidos, en nombre de la joven, voluble y agresiva diosa Libertad, llevaron hasta las regiones más alejadas un arriesgado experimento; Las modernas generaciones de padres son débiles desde un punto de vista civilizador, de forma que estos progenitores potencialmente terribles solo pueden aportar una descendencia con este mismo potencial. En este sentido, Los hijos terribles de la Edad Moderna podría considerarse un libro negro, pero extraordinariamente revelador, sobre las generaciones venideras.
Suele ser habitual insistir en la necesidad de la ética. No suele serlo, sin embargo, encontrar propuestas de análisis ético fundamentadas con la suficiente solidez. Entender en estos tiempos lo que supone incorporar con el debido rigor la perspectiva ética a la manera en que pensamos nuestras realidades resulta de capital importancia si lo que queremos es articular pensamiento y praxis para la realización personal y la búsqueda de la justicia. Esa es la premisa fundamental que late tras este libro, que despliega un recorrido que, partiendo de una pregunta inicial (¿por qué la ética?), ofrece un cuidado análisis sobre cómo se define el pensamiento ético en conexión con la acción humana, y la manera en que dicho pensamiento se enraíza en la realidad. Analizar el equilibrio y las necesarias subordinaciones entre marcos normativos universalizables de justicia y aspiraciones individuales de buen vivir, definir los retos del pensamiento ético en nuestras sociedades hoy o plantear la posibilidad de enseñar y aprender ética, son algunos de los ejes fundamentales de un trabajo que recoge un recorrido de más de veinte años del equipo de investigadores del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto.
Analizando con atención su significado, la indiferencia resulta no ser sólo aquello que comúnmente suele entenderse por "indiferencia". Siendo parte esencial de la actitud crítica, la indiferencia tiene también una dimensión ética fundamental.
Esta obra ayuda a deslizarnos por la historia del pensamiento humano universal, avanzando o retrocediendo por la geografía y la historia, extrayendo néctares de humanismos y religiones, de científicos y literatos... La fotografía de los personajes que intervienen ocuparía un gigantesco y variopinto mural. El viaje es interesante porque ayuda a construir desde dentro una persona, una familia, un grupo, un mundo de valores con raíces profundas y frutos saludables. En esta obra se analizan valores como la lealtad, la gratitud, la sinceridad, la amabilidad, la humildad, la paciencia, la honradez, la sensatez, la alegría, la generosidad... Un libro con carga realista y optimista.
Desde hace varios siglos, los antropólogos han estudiado los diferentes valores (éticos, religiosos, médicos, estéticos) presentes en las diferentes culturas a lo largo del ancho mundo. Esa exposición a la diversidad les ha situado frente a conflictos de valores, les ha obligado a tomar partido, les ha hecho conscientes de la dificultad de la elección entre alternativas morales. De esas reflexiones han surgido preguntas fundamentales como: ¿Para quién se hace antropología y para qué?¿La ética antropológica debe definirse en función de cada generación de profesionales de la disciplina? ¿Hay diferentes éticas aplicables según la diversidad de contextos, o un solo marco general? Este libro intenta ofrecer alguna respuesta a estos interrogantes.
¿Se puede educar la resistencia moral ante la violencia de Estado? ¿Es posible evitar la indiferencia, ese lastre de la historia del que hablaba Gramsci, que suele acabar en colaboracionismo? ¿Nace la indiferencia política y moral con la Modernidad? La
«Citemos una vez más la fórmula de Montaigne, que podría servir de título a nuestro libro: ?Esta cosa tierna que es la vida, y tan fácil de perturbar??». La filosofía no ha eliminado esta turbación, siempre posible, pero hace que esta ternura nos sea un poco más preciosa, más consciente, más libre, más sabia? ¡Y nos acerca a uno de los mayores placeres que existen, el placer de pensar!
Partiendo del hecho de que hay seres humanos a los que la vida moral, con sus exigencias y paradojas, les anima a abrirse al misterio y a la esperanza religiosa, el autor del presente ensayo ha reflexionado sobre las posibles relaciones entre la ética y la religión, no exentas, en ocasiones, de conflictos y tensiones. Pese a ello, con frecuencia religión y ética aúnan sus esfuerzos para enfrentarse a la cuestión límite del sentido, lo que termina por hermanar al deber con la esperanza. La problemática del sentido no puede desembarazarse del paradójico binomio virtud-felicidad. Desde que el Sapiens se puso de pie, hace miles de años, inició su aventura inquisitiva. Con enorme osadía, pero obedeciendo a sus necesidades y deseos más íntimos y personales, se rebeló contra su mero destino biológico, y buscó una salida al drama de su contingencia y de su insatisfacción radical. El esencial inconformismo del ser humano hace que la aventura de su vida haya sido, que sea y que lo siga siendo en el futuro, un debate racional y moral con el enigma y el misterio. Por ello, el diálogo entre la ética y la religión seguirá subsistiendo, a pesar de que algunos lo crean finiquitado. El ser humano no cesará nunca de buscar razones y sentimientos que le ayuden a proclamar que la vida vale la pena, y ahí la ética y la religión, de una u otra manera, se encontrarán para debatir una cuestión de tanta trascendencia.