En este pequeño gran libro, de factura ejemplar y rara calidad lógica, publicado nueve años después de sus célebres Principia Ethica, ofrece el gran filósofo inglés G. E. Moore la versión más depurada y madura de su pensamiento ético. La naturaleza y la medida de los justo y lo bueno, la objetividad de los juicios morales, la libertad de arbitrio o el concepto de valor intrínseco, son temas que alcanzan a analizarse aquí, prescindiendo de todo tecnicismo, con un rigor y una claridad que a muchos parecían imposibles en el campo de la filosofía moral.
El Bushido es el código de los principios morales enseñados a los caballeros en el Japón antiguo. Este código no ha sido fundamentado en ningún personaje, por renombrado que haya podido ser, ni por ninguna individualidad humana, por brillante que fuera. Es el desenvolvimiento orgánico de conductas militares de los Samurai, durante siglos, apoyado en una ética profunda influenciada por las ideas de Confucio y Mencio. Lo que fue Japón en su antigüedad, se lo debió a los Samurai. No sólo fueron la flor de la nación, sino también su raíz. Auque socialmente se mantenían apartados de la masa popular, representaban para ella un modelo de honor, moralidad y respetabilidad y la guiaban con su ejemplo.
Un libro con principios claros e ideales elevados, pero alcanzables, para aquellos padres que quieran tener éxito en la educación de la fe de sus hijos.
En la línea de los más recientes estudios sobre la ética de las virtudes, y en diálogo crítico con otras concepciones actuales del saber moral, este libro considera que la ética es fundamentalmente una investigación acerca del bien de la vida humana consi
«Pero la excelencia humana crece como una vid, nutrida del fresco rodío y alzada al humano cielo entre los hombres sabios y justos», escribe Píndaro. Los problemas suscitados por la oda de Píndaro podrán ser cualquier cosa menos insólitos, y difícilmente puede entenderse que alguna vez hayan dejado de ser considerados auténticos problemas; soy un agente, pero también un ser pasivo como la planta; gran parte de lo que no he hecho me hace acreedor al elogio o la censura; debo elegir continuamente entre bienes opuestos y aparentemente inconmensurables, y las circunstancias pueden forzarme a adoptar un curso de acción en el queno podré evitar traicionar algo o actuar mal; un hecho que simplemente me sucede, sin mi consentimiento, puede transformar mi vida; tan problemático es confiar el propio bien a los amigos, al amante o a la patria, como intentar vivir bien prescindiendo de ellos. No creo que dichos problemas sean sólo el alimento que nutre la tragedia; pienso que forman parte de los hechos cotidianos de la razón práctica.
Bioética, caridad mediática, acciones humanitarias, salvaguarda del medio ambiente, moralización de los negocios, de la política y de los media, debates sobre el aborto y el acoso sexual, cruzadas contra la droga y el tabaco: la revitalización de los «valores» y el espíritu de responsabilidad se esgrimen por doquier como el imperativo prioritario de la época. Hasta hace poco, nuestras sociedades vibraban con la idea de liberación individual, hoy proclaman que la única utopía posible es la moral. Las democracias repudian la retórica del deber austero y consagran los derechos individuales a la autonomía, al deseo, a la felicidad. Frente a las amenazas del neomoralismo, así como del cinismo de corto alcance, conviene rehabilitar la inteligencia como ética que se muestra menos preocupada por las intenciones puras que por los resultados benéficos para el hombre, que no exige el heroísmo del desinterés, sino el espíritu de responsabilidad y la búsqueda de compromisos razonables.
Este tratado de filosofía moral, que ocupa un lugar clave dentro de la obra de JOHN STUART MILL (1806-1873), contiene a la vez enunciados de hecho y valoraciones implícitas respecto al mundo, la humanidad y la felicidad. «El mérito de Mill señala Esperanza Guisán, prologuista y traductora del volumen radica en que supo combinar inteligentemente los datos que le ofrecía la experiencia para formular, proponer e imaginar un mundo que resultase más deseable y una convivencia que pareciese más satisfactoria y más gozosa.» EL UTILITARISMO muestra, por un lado, que el logro de la felicidad humana implica la puesta en marcha de una serie de resortes morales, y por otro, que el ideal de la máxima felicidad del mayor número constituye el criterio mismo de la moralidad. Completa el volumen «Un sistema de la lógica», que esboza de manera clara los supuestos metaéticos de Mill.
La cuestión de Dios, la fe y el cristianismo no dejó de ocupar a Michel de Certeau; esa cuestión, que está en la fuente de una imposibilidad de satisfacerse con un solo tipo de saber, es el origen del recorrido metódico de disciplinas (lenguas antiguas, historia, filosofía y teología primero, más tarde lingüística, psicoanálisis, antropología y sociología) que caracteriza su obra. Los textos reunidos en este volumen restituyen algunos momentos de una trayectoria de pensamiento y de vida, marcados por la reflexión en torno de la relación entre cristianismo y modernidad. Textos abarcativos que permiten conocer mejor la poliédrica figura de un historiador para quien el viaje continuo a través de los místicos del siglo XVII ha significado, tanto como los trabajos sobre la escritura de la historia, una investigación continua acerca del ser cristiano en la pluralidad de las culturas contemporáneas.
En este libro poderoso y elegantemente escrito, Martha Nussbaum, una de las filósofas más influyentes de la actualidad, critica el rol que la vergüenza y la repugnancia tienen en nuestras vidas individuales y sociales y, en particular, en el derecho. La autora sostiene que debemos desconfiar de estas emociones, que se asocian de modos problemáticos con el deseo de ocultarnos de nuestra humanidad, expresando una voluntad no realista y a veces patológica de ser invulnerables, y afirma que la repugnancia corporiza "ideas mágicas de contaminación y aspiraciones imposibles de pureza". Nussbaum sostiene igualmente que también debemos desconfiar de lo que llama "vergüenza primitiva", una vergüenza "del hecho mismo de la imperfección humana", y es duramente crítica del rol que esa vergüenza cumple en ciertos castigos. Basándose en una variedad extraordinariamente rica de referencias filosóficas, psicológicas e históricas -desde Aristóteles y Freud hasta ideas de los nazis sobre pureza- y en ejemplos del derecho tan diversos como los juicios contra Oscar Wilde y casos de manipulación de información empresaria para obtener ganancias de modo ilegal, Martha Nussbaum hace, con esta obra, un fundamental aporte a la filosofía legal y moral.
Los estudios para este ensayo fueron comenzados hace veinticinco o veintisiete años. Fue escrito hace siete. Lo he examinado una o dos veces por año desde entonces, encontrándolo satisfactorio. Lo he revisado de nuevo y me sigue satisfaciendo por considerar que dice la verdad.
La habilidad ética plantea la cuestión de cómo realizamos acciones ordinarias de manera espontánea sin hacer juicios conscientes para, a partir de ello, tratar de elaborar una ética adecuada -laica y no normativa- partiendo de la actual idea de que no existe un yo estable o transcendental. Francisco J. Varela rompe aquí con las teorías tradicionales acerca de cómo se construyen nuestros conceptos del mundo y, por tanto, de cuál es el verdadero o posible papel de una ética de nuestras conductas. Un libro polémico, novedoso y original en cuanto que acerca a estos problemas las soluciones filosóficas de origen oriental: el budismo, confucionismo, etc. Francisco Varela es el perfecto humanista, aquel hombre culto que puede hablar con la misma soltura de la música de Mozart, de la metafísica del ser y de los últimos avances en física cuántica. El País