En esta obra se expone lo que el autor denomina ?la revolución del amor?; es decir, el nacimiento de la familia moderna, enraizada en el paso de los matrimonios concertados a los matrimonios por amor, una revolución que ha transformado nuestras vidas. Y esta transformación ha traído consigo un nuevo principio de sentido que requiere una nueva filosofía, pues no sólo cambia radicalmente nuestras existencias privadas, sino también nuestra relación con lo colectivo. Y esto es lo que Ferry Es lo que yo llamo el ?segundo humanismo?». El primero fue un humanismo dela Leyy de la razón. Era el humanismo dela Ilustracióny los derechos del hombre, de los republicanos franceses y de Kant. El segundo es un humanismo de la fraternidad y la solidaridad. Ferry sostiene que el ideal de este humanismo ya no es el de los humanismos ni el de los ideales revolucionarios. Ya no se trata de organizar grandes masacres en nombre de unos principios mortíferos que se pretendían superiores a la humanidad, sino de preparar el porvenir de aquellos a quienes más amamos, a las generaciones futuras? Todo ello expuesto en la apasionada conversación mantenida entre Luc Ferry y Claude Capelier, catedrático de filosofía y consejero científico del Consejo de Análisis de la Sociedad.
Bartolomé de Las Casas es presentado aquí como uno de los grandes filósofos latinoamericanos. Recurrió a la filosofía para fundamentar la defensa de los derechos de los indígenas, a los que reconoció su identidad cultural propia. Su defensa de la libertad le sitúa en las corrientes de pensamiento de liberación. En definitiva, desarrolló su pensamiento en lo que propiamente puede llamarse filosofía latinoamericana, la que surge de los problemas propios de América Latina, aunque haga uso de categorías y métodos de otras filosofías europeas. Su universalismo y crítica de algunos humanistas de su época le sitúa también en los orígenes de la crítica a la modernidad. En esta obra se presenta ampliamente su pensamiento comenzando por su filosofía política, que se desarrolla a partir de su concepción del hombre. Continúa con su concepción del derecho y su manera de entender la historia, para terminar con su filosofía de la educación.
Todas las personas estamos dotadas de una conciencia moral. Además, solemos pensar que si algo es bueno o malo, lo es para cualquier persona en cualquier lugar. Sin embargo, la interacción con miembros de otras culturas, los dilemas propios de sociedades interculturales y los retos diarios de la convivencia con otras personas nos confrontan en muchas ocasiones con una realidad: el desacuerdo moral. Todos parecemos saber por qué lo bueno es bueno y lo malo es malo, hasta que tratamos de justificarlo. ¿Significa esto que estamos condenados a vivir en una especie de torre de Babel respecto de las cuestiones morales?¿Podemos distinguir y reconocer buenas razones morales, compartibles o universales? Y, si es así, ¿cómo podemos encontrar criterios válidos para todos? Si se aceptan los límites de la razón a la hora de justificar nuestras creencias morales, ¿quedarían alternativas viables o sólo podríamos construir éticas a la medida de cada sociedad? Esta obra ofrece un análisis crítico y detallado de las respuestas que se han dado a estas preguntas desde las distintas posturas filosóficas, haciendo especial hincapié en aquellas menos conocidas de la filosófica actual que abogan por dar un lugar a la dimensión emocional del ser humano, también en las cuestiones morales. Esta obra ahonda en otras propuestas viables que incluyen tanto el elemento racional como el emocional en la identificación de criterios de validez moral. Teniendo en cuenta fuentes filosóficas y psicológicas, y sin olvidar que el sistema emocional es un sistema evaluativo universal, la autora propone profundizar en el potencial de las emociones básicas como herramientas de comunicación útiles a la hora de resolver problemas relativos a la racionalidad práctica, pudiendo así ir más allá de las dicotomías clásicas como razón-emoción, objetivismo-subjetivismo, o racionalismo-emotivismo.
«El arrepentimiento es la poderosa fuerza de autorregeneración del mundo moral que opera contra su continuo entumecimiento. [...] mira hacia atrás con una mirada llorosa, pero sin embargo actúa alegre y poderoso hacia el futuro, hacia la renovación, hacia la liberación de la muerte moral». En estas páginas, el genio fenomenológico de Scheler nos introduce en la impresionante vivencia del arrepentimiento, que aparece como un profundo y poderoso movimiento necesario tanto para cada persona como para colectividades enteras. Al mismo tiempo, el autor desenmascara la superficialidad de ciertas explicaciones reductivas del arrepentimiento difundidas hasta hoy.
Constituye una síntesis particularmente asequible y brillante de teología moral, abordando un problema clave hoy en día: si existe lo intrínsecamente bueno y mal; cómo fundar una moral objetiva y universal.
Condensada y selectiva, esta historia de la filosofía moral permite al lector situar los textos de ética en una perspectiva histórica, desde la generación homérica hasta los debates anglosajones contemporáneos. De este modo, el libro se ocupa de la mayoría de tipos y escuelas de la ética occidental: de los sofistas, de Sócrates y Platón, a la moderna filosofía moral, pasando por la ética de Aristóteles y la ética griega en general; el cristianismo, Lutero, Maquiavelo, Hobbes y Spinoza; las ideas británicas y francesas del siglo XVIII; Kant, Hegel y Marx; Kierkegaard y Nietzsche; los reformadores, los utilitaristas, los idealistas, etc. Una obra que ofrece al estudiante y al lector en general la base histórica y la perspectiva esenciales para una lectura inteligente de los textos fundamentales de la ética.
El individuo no cesa de renacer nunca. Cambia para seguir siendo el mismo. Y puede llegar a sentir la tentación del abismo, o al menos la de desaparecer, la de ser alguien distinto o, a la inversa, multiplicarse. A veces ocurre que ya no deseamos comunicarnos, dejar nuestra impronta en el tiempo, ni siquiera participar en el presente; que no tenemos proyectos ni deseos, que preferimos ver la vida desde la orilla. Eso es la ausencia. La ausencia afecta a hombres y mujeres corrientes, llega hasta el fondo de sus seres y se apropia de ellos. Se trata de un estado particular que nos deja fuera del tejido social y en el que uno desaparece por un tiempo, pero que, paradójicamente, es necesario para seguir viviendo. Este libro del sociólogo David Le Breton es esencial para comprender por qué tanta gente siente esa «necesidad de ausencia», opuesta al estilo de vida occidental en donde se intenta controlar todo; un mundo marcado por las obligaciones, las exigencias, los compromisos, la apariencia, el estrés, y por la búsqueda frenética de sensaciones. Es ahí donde aparece el deseo de desconectar, de hacerse invisible, de ausentarse.
Esta obra ofrece una exposición amplia y sugestiva del vasto panorama de la moral cristiana escrita para el público seglar, aunque pueden utilizarla también, con grandísimo provecho, tanto sacerdotes como religiosos. Nada falta en ella de cuanto pueda interesar al lector en orden a la formación de su conciencia particular y personal. Los grandes principios de la teología clásica sobre todo a través del Doctor Angélico, cuya doctrina moral expone el P. Royo Marín aparecen a lo largo de toda la obra en íntima y vital conjunción con las últimas disposiciones de la legislación canónica y civil.
El nobel japonés de literatura Kenzaburo Oé siempre lamentó haber llegado demasiado tarde a Hiroshima. Había oído hablar de la bomba atómica, pero sólo se hizo idea de lo ocurrido cuando fue asaltado por el sufrimiento viviente en esas ciudades devastadas. Su vida ya no pudo ser la misma. Nosotros, los herederos del siglo xx, el más violento de la historia, ¿hemos osado empujar la puerta de los campos de exterminio y de concentración para descubrir sobre qué bases está construido nuestro presente? Sin exagerar bien puede decirse que los intelectuales de nuestro tiempo piensan como si nada hubiera ocurrido. Ha caído en el olvido el grito de los que experimentaron la barbarie pidiendo que no olvidáramos. El deber de memoria no es, sin embargo, un recuerdo sentimental de lo mal que lo pasaron las víctimas o de lo que nos puede pasar a nosotros, sino la ingente tarea de repensar todo a la luz del sufrimiento que causa la barbarie. Ha habido cineastas como Claude Lanzmann o dramaturgos como Peter Weiss y Juan Mayorga que lo han intentado, pero los filósofos han seguido leyendo sus viejos y venerables libros como si la verdad tuviera que ser impasible ante el dolor y la catástrofe. La piedra desechada recoge el guante y se pregunta cómo pensar hoy la patria y el exilio, la música, el teatro, la política, el tiempo, la religión o la ética teniendo en cuenta el dictum adorniano según el cual «dejar hablar al sufrimiento es la condición de toda verdad». La piedra desechada por los constructores del pensamiento dominante y que se encarna en figuras como la víctima, el olvido, la marginación o el trapero resulta ser la piedra angular para quien se atreva a pensar un tiempo, el nuestro, que germine en esperanza.
«Un ensayo filosófico tan riguroso como innovador, tan clásico en sus fuentes como valiente en sus planteamientos, tan didáctico como evocador. La obra nos enseña, pero, sobre todo, nos hace pensar, nos impulsa a cuestionar nuestra propia noción de felicidad y el adecuado camino para conseguirla. Porque ésa es la cuestión principal del ensayo de Manuel Calvo, nada más ni nada menos que mostrarnos un camino a la felicidad quién sabe si el único posible a través de conceptos filosóficos que nos permitirán elevarnos desde nuestra condición de hombres a la de superhombres». Manuel Pimentel Definía la ética Fernando Savater, en su conocido Ética para Amador, como «el arte de vivir, el saber vivir, por lo tanto el arte de discernir lo que nos conviene (lo bueno) y lo que no nos conviene (lo malo)». Manuel Calvo logra en Filosofía para la felicidad anticipar un nuevo clásico, una obra de divulgación filosófica que nos hace cuestionarnos nuestra forma de sociabilizarnos. Su lectura nos llevará a perder el miedo, el miedo a Dios, a la muerte, a la propia vida, para alcanzar la libertad, reivindicar el orgullo como dignidad y ser conscientes de nuestra realidad, nuestro papel, como parte fundamental del Universo. La más importante, y difícil, tarea que propone este libro es que tomemos conciencia de nuestro propio poder, de nuestra propia dignidad y que seamos consecuentes con nuestro estatus de humanidad. Y ¿qué podemos hacer? Pues... volver a pensar quiénes somos y de dónde venimos, una vez más (y las veces que sean necesarias).