Pablo Neruda, el gran poeta chileno del siglo xx, premio Nobel de Literatura en 1971, es mucho más que un poeta político, comprometido o de denuncia. También nos ha dejado la sencillez optimista de las odas, esos homenajes llenos de amor a las cosas concretas (la madera, un tomate, una campana, el tren...) en los que fija una mirada amable y esperanzada sobre la vida corriente de la gente corriente... El recorrido poético de este creador inagotable bebe de las principales tendencias estéticas de vanguardia de la época que le tocó vivir: modernismo, surrealismo, expresionismo... En esta antología, adornada con delicadas y maravillosas ilustraciones especialmente pensadas para un público infantil y juvenil, hemos intentado seguir un itinerario fiel al sentido nerudiano de la poesía y la vida, profundizando en algunas de las palabras claves de su credo poético y humano: amor, materia, pueblo, memoria...
Este libro trata de mostrar hasta qué punto los autores son necesaria y previamente lectores, hasta qué punto leen de acuerdo con un inconsciente ideológico y estético, y lo hacen como una forma de construir su yo literario, para leerse a sí mismos a partir de los autores leídos, para definirse mediante la tradición lejana o inmediata, incluso para situarse en el sistema o el campo literario del que forman parte, trazando afinidades y diferencias con respecto a los demás habitantes de esa tradición o de ese campo. Escribir presupone saber leer, los autores comienzan por ser lectores; lectores de otros y, lógicamente, lectores de sí mismos mientras escriben y cuando su obra ya está constituida como objeto. En cierto modo, este libro, que no es un manual, propone un canon, por lo demás bastante asentado. Si lo hace, es porque a la vez propone, también en cierto modo, no una historia de la lectura, una historia literaria del lector a partir de los autores seleccionados o una biografía de estos como lectores, sino una historia de la literatura española contemporánea muy parcial e incompleta, que solo resalta una serie de lógicas internas dentro de otras muchas posibles, pero que al fin y al cabo resultan significativas para trazar un entramado histórico a partir de la dialéctica entre escritura y lectura.
Del Huerto Povinciano fue la primera colección de cuentos de Gabriel Miró reunidos en volumen. Desde la nota prologal se destacaba el carácter mixto e impresionista de los escritos, sin pretender clasificarlos genéricamente. Lo importante era advertir al lector el tono íntimo e introvertido, de la espontaneidad llena de vuelos líricos y de la sencillez franciscana que los había inspirado. Estas características constitutivas de su vida temprana son expuestas al lector en la edición de Gregorio Torres Nebrera.
¿Péguy, el insurrecto? Bajo las diversas formas del capitalismo, de la burguesía, del cientificismo, del imperialismo, del clericalismo, de la enseñanza elitista y de las ideologías-culturales, se fragua una misma empresa, característica de lo que Péguy llama «el mundo moderno»; y que tiende a degradar al hombre, a envilecerle y a someterle, en su trabajo, su libertad, su vida. Desde sus años de estudiante, Péguy se rebela contra esta condición del hombre moderno; apasionado, irreductible, temible, ataca en todos los frentes: socialismo, cristianismo, nacionalismo, cultura... Péguy es uno de los grandes escritores desconocidos en España. No son pocos los que hablan de él, pero casi siempre como uno de esos escritores a los que se cita sin haberles leído. O cuando menos sin haberle conocido a fondo. Y, sin embargo, todo hace pensar que Péguy ha de encontrar una extraordinaria resonancia en el meridiano de nuestra cultura. Péguy es radicalmente contemporáneo nuestro y ya es tiempo de redescubrirle en su contundente modernidad.
Desde «la mesa de cocina» del señor Ambrose en Fin de viaje hasta la mesa de Katherine Hilbery en «su cenáculo», la del cuarto de Jacob, la de cocina del Sr. Ramsay o la de comedor en que la Sra. Ramsay sirve el boeuf en daube, semejantes a la «mesa de comedor» para «una cena con invitados» que evoca Russell, a esa mesa de la señora Ramsay que presumiblemente persiste en la casa durante su ausencia en «Pasa tiempo», y aun a «la mesa, las sillas» puestas para alguien que nunca llega en el capítulo que abre Las Olas, la mesa señala en sus novelas la entrada al problema del conocimiento. Pues siendo arbitrario un ejemplo «considérese, digamos, la mesa», la imagen que le viene en mente al filósofo nunca es la de la cama, lugar de sueño o sexo o muerte, ni aun la de esa «estrecha» de Clarisa Dalloway que excluye de ahí el término medio. Las mesas de escritorio de Hume y Russell, semejantes a la de Katherine Hilbery, «despejada para trabajar» en «problemas matemáticos», sustentan lugares de pensamiento y alimentación, ambos neutrales afueras de la mente.
Este poeta, premio Nobel 1977, sabía que los niños comprenden a veces más y mejor que lo que los adultos suponen, y que únicamente hay que ofrecerles un mundo que puedan compartir.
El discurso literario de Albert Cohen es un diálogo con un interlocutor europeo que de algún modo es un antisemita, no un nazi, al que quiere seducir para que comprenda que el judaísmo y los judíos son Europa y tan humanos como él. En Sefarad es también Europa Esther Bendahan indaga en los mecanismos y argumentos que el autor desarrolla en una obra que crea un personaje paradigma del judío europeo y en el que muestra cómo Europa padece un grave problema, la crueldad y la incapacidad para dar cabida al Otro, al diferente. ¿Qué es Sefarad? ¿De qué modo Europa es Atenas y Jerusalén, como plantea Hanna Arendt? Y por último: ¿a quién habla Albert Cohen? Son las preguntas que se formulan en esta obra que nos presenta un tema de máxima actualidad: los refugiados, la xenofobia, el antisemitismo renacen en Europa.
Las últimas corrientes teóricas de los estudios del Holocausto, y, en concreto, sus representaciones, abogan por una aproximación amplia al hecho histórico, una que lo aborde desde perspectivas diversas, entre las que se incluyen los enfoques de corte historiográfico pero también aquellos que lo estudian en contexto, como parte de las condiciones socioculturales en las que se inscribe. El trabajo que aquí se inicia reivindica precisamente la necesidad de acercarse al universo concentracionario desde una multitud de ángulos, entre los que se encuentra la crítica literaria, pero también la ética, la política, la psicología y el derecho, entre otros. Sugerir la existencia de un vínculo entre, por un lado, literatura y Holocausto y, por otro, literatura y las disciplinas mencionadas supone adoptar una postura arriesgada. En efecto, el binomio entre arte y genocidio al igual que lo estudios que relacionan retórica con lo que no es teoría de la composición literaria no está, incluso hoy en día, exento de críticas... Lejos, pues, de las concepciones que se ciñen a la dimensión estética de la literatura, este trabajo defiende la función social de la creación literaria, sin descuidar los aspectos formales, que contribuyen a facilitar la transmisión del contenido. A través de referencias a algunas de las obras más destacadas del canon de la literatura del Holocausto, se hará hincapié en el hecho de que tanto los relatos testimoniales como los de ficción constituyen respuestas válidas al genocidio, al que miraremos poniendo especial énfasis en tres temas: memoria, identidad y trauma.
El autor recuerda a los niños su propia infancia, a través de unos hermosos poemas, nostálgicos y optimistas al mismo tiempo, y les despierta la inquietud por el conocimiento y el desarrollo cultural.
Su humanidad y sus palabras son tan españolas y a la vez tan universales como el viento. León Felipe es, quizá, nuestro poeta más olvidado, seguramente porque no perteneció a ninguna generación o grupo. Su voz, personalísima, ha influido a Dámaso Alonso,