Ir al contenidoEspiritualidad y experiencia religiosa cristianas
En la experiencia cristiana es fundamental una relevante dimensión oracional, bien ensamblada con las otras dimensiones. Para cultivarla contamos con la ayuda de diversas tradiciones de espiritualidad, a las que podemos acudir en función de nuestra vocación, nuestro proceso, etc. En este cuaderno me propongo presentar una de estas tradiciones, decisiva en el cristianismo oriental pero con una muy discreta presencia entre nosotros: la «oración de Jesús» u «oración del corazón». Lo hago con estas intenciones: - Es únicamente una «introducción» para no iniciados, esto es, un acercamiento básico a ella, formulado muy sintéticamente. Espero, con todo, que sea suficientemente consistente. - No persigo tanto ofrecer una introducción teórica cuanto práctica. Esto es, lo que pretendo es presentar una guía básica para que quienes se sientan llamados a la oración del corazón puedan iniciarse en el cultivo de ella. - Esta intención de practicidad no supone renunciar a fundamentar la oración del corazón, explicitando sus supuestos y sus horizontes. Eso implica aportar también teoría, pero al servicio de la praxis. - Trato para ello de acudir a las fuentes clásicas, pero a su vez estando atento a apuntar sólo apuntar- las actualizaciones y contextualizaciones que considero deben hacerse. Lo que significa que me alineo con quienes asumen esta tradición con flexibilidad, con sensibilidad para situarla en nuestro tiempo y lugar, con apertura a variaciones internas, incluso personalizadas. - La oración del corazón fue durante mucho tiempo una oración circunscrita al ámbito del monacato oriental-. Aquí comparto la tesis de que es una oración apropiada en sí para laicos y no laicos. También para quienes sienten una llamada a dedicar muy amplios espacios de su vida a la oración contemplativa, y para quienes se sienten llamados a espacios menores en función de otros compromisos de acción (familiar, profesional, social, política, etc.). Aun reconociendo que esta última distinción tiene algo de ambiguo, considero oportuno señalar que en las sugerencias que hago hay una priorización por los segundos entre los que me encuentro-; se trata de una introducción especialmente dirigida a ellos. - Por último, este pequeño trabajo pretende ser un gesto de cercanía agradecida a la comunidad cristiana ortodoxa, que nos ha dejado este gran legado de espiritualidad, y a la que tendemos a olvidar en nuestras relaciones intercristianas. El camino de oración que aquí se propone tiene la ventaja de la sencillez unida a la profundidad; de la consolidación por la tradición unida a la flexibilidad. De todos modos, debe ser el propio lector quien sopese en qué modo y medida es conveniente para él. Este pequeño texto es una invitación a que haga ese discernimiento.
Este libro busca acercar a los jóvenes a Cristo para salvarlos de la vorágine de la vida moderna, y lo hace con un lenguaje ameno y coloquial. Nunca como ahora han estado expuestos los jóvenes a vicios y tentaciones, actitudes y circunstancias que pueden desviar su vida por caminos que, muchas veces, no tienen regreso. Acercarse a Jesús, a la fe, a su luz y a su ejemplo, puede ser la solución para crear, a partir de jóvenes desconcertados, adultos plenos y felices. Esta es la tesis principal de este libro, nacido de un blog, que constituye un llamado a que chicos y chicas abran sus corazones y dejen entrar en ellos el amor del Señor. La autora toca temas importantes, que preocupan e inquietan a los adolescentes alrededor del mundo: autoestima, estrés, noviazgo y decepciones amorosas, autorrespeto e inseguridad, búsqueda de la identidad e incluso temas tan actuales como las redes sociales y sus efectos se abordan en estelibro singular, explicados con palabras sencillas, frescas, amigables, expresadas con alguien lo bastante joven para comprender todas esas inquietudes, y saber que, en Cristo, está el camino hacia el crecimiento espiritual. «Si ustedes tienen un poco de fe, no más grande que un granito de mostaza, dirán a ese árbol: Arráncate y plántate en el mar, y el árbol les obedecerá.»-Lc 17, 6