Un libro que ofrece diecisiete maneras de comprobar que «la lectura de ficción es una droga; el lector de ficciones, un adicto». Por el autor ganador del Premio IMPAC y del Premio Alfaguara de novela. De Joseph Conrad a Julio Ramón Ribeyro, de las verdaderas razones para lanzar la bomba atómica a una vehemente defensa del cuento como género, de los malentendidos alrededor del Quijote a una nueva manera de leer Cien años de soledad. En El arte de la distorsión vemos a un narrador inmerso en un combate cuerpo a cuerpo con sus lecturas. Con Los informantes e Historia secreta de Costaguana, Juan Gabriel Vásquez se ha situado en unos cinco años como uno de los escritores más importantes de su generación. Ahora, al reunir por primera vez sus mejores ensayos, nos presenta otra faceta de su labor literaria: diecisiete exploraciones que revelan a un lector agudo, original, apasionado. «El arte de la distorsión», ensayo que da título a este volumen, ganó el Premio Simón Bolívar. La crítica ha dicho...«Vásquez es una de las grandes revelaciones de los últimos años.»J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia
Un paseante se detiene en medio del campo, reclina su cabeza sobre la hierba y contempla el paisaje en su imperceptible movimiento. Infinidad de reflexiones acuden a su mente. A medio camino entre la novela y el ensayo, el escritor japonés Natsume Soseki ofrece al lector una visión, no exenta de humor, sobre el sentido de la vida y la belleza que no se deja apresar. Paisaje, arte y contemplación se aúnan en el interior del protagonista, un pintor poeta que se demora en la tarea singular de desvelar la realidad.
Este breve y poco conocido ensayo de Robert Louis Stevenson es un pequeño canto a la vida. El genial autor de La isla del Tesoro, de El Dr. Jekyll y Mr. Hyde y tantos otros relatos incomparables desvela aquí los ingredientes esenciales de su visión de la vida. Su amor por la lectura y por la naturaleza está contado con su habitual talento e ironía, y acaso con un punto de cinismo. Stevenson, lector impenitente, recomienda la lectura, pero antepone la vida a los libros; elogia la diligencia, pero se ensaña con aquellos que sólo se ocupan en ser diligentes y «resultan secos, rancios y dispépticos en las mejores y más brillantes etapas de la vida». Y nos recuerda que «No hay deber que infravaloremos más que el deber de ser felices. Siendo felices, vamos sembrando por el mundo anónimos beneficios, que nos son desconocidos incluso a nosotros mismos y que, cuando eclosionan, a nadie sorprenden más que al benefactor». Una pequeña lección de ética en el mejor sentido.
Después de casi medio siglo de escrupulosa devoción por su arte, Jorge Luis Borges escogió de forma muy personal una antología de su trabajo que incluía relatos, ensayos y poesía.También estaban en esta selección unas «prosas» mordaces que adquieren las dimensiones de un género único en las letras contemporáneas. En el prólogo declaraba su intención: «Sospecho que un autor debe intervenir lo menos posible en la elaboración de su obra. Debe tratar de ser un amanuense del Espíritu o de la Musa (ambas palabras son sinónimas), no de sus opiniones, que son lo más superficial que hay en él. Así lo entendió Rudyard Kipling, el más ilustre de los escritores comprometidos. A un escritor nos dijole está dado inventar una fábula pero no la moralidad de esa fábula. Ojalá las páginas que he elegido prosigan su intricado destino en la conciencia del lector. Mis temas habituales están en ellas: la perplejidad metafísica, los muertos que perduran en mí, la germanística, el lenguaje, la patria, la paradójica suerte de los poetas.» Parafraseando al propio Borges, el Tiempo ya ha dictado que ésta es una antología admirable.
Hoy en día la figura del poeta intelectual no existe, Octavio Paz fue el último. En su vida y obra siempre reivindicó la función del escritor como poder alterno. Los intelectuales, dijo, «[no] podemos renegar de la política; sería peor que escupir contra el cielo: escupir contra nosotros mismos».Los fragmentos que forman Corriente alterna apuntan hacia un tema único: la aparición en nuestra historia de otro tiempo y otro espacio: «todo es presencia, todos los siglos son este presente». Al releer estos textos es difícil imaginar que fueron escritos hace unos cuarenta años; su relevancia e interés hoy son indiscutibles. Así, «la clase universal, el proletariado, sigue siendo presa del reformismo y del nacionalismo»; «el gran problema al que se enfrentarán las sociedades industriales [] es el del ocio»; «es explicable la tentación de enterrar al marxismo. Nada más difícil »; «sólo una asociación [de los países latinoamericanos] libre de toda influencia no latinoamericana puede preservarnos» son sólo algunos ejemplos de la vigencia de su voz.
Los mejores ensayos, artículos y crónicas de Juan García Hortelano «Era un tipo genial y un escritor inconfundible.»Alejandro Gándara Prosiguiendo con la publicación de la «Biblioteca Juan García Hortelano», ofrecemos con este volumen una cuidada recopilación de los mejores ensayos, artículos y crónicas de Juan García Hortelano, un excelente contrapunto a su mundo narrativo. Estas páginas dan cuenta de sus preferencias literarias, de sus compañeros de generación y de la realidad social, cultural y política de su tiempo. El libro incluye un diálogo con Juan Benet, otro gran exponente de la generación de los Cincuenta. Juan García Hortelano (1928-1992) irrumpió en el panorama literario en 1959 con Nuevas amistades. Posteriormente, con obras como Tormenta de verano, Gente de Madrid, Gramática parda y El gran momento de Mary Tribune, demostró ser uno de los narradores más brillantes de la literatura española del siglo XX. Prólogo de Lluís Izquierdo Edición al cuidado de Lluís Izquierdo y Manolo Martín Soriano
«Al leer a Chesterton nos embarga una peculiar sensación de felicidad. Su prosa es todo lo contrario de la académica: es alegre. Las palabras chocan y se arrancan chispas entre sí, como si un juguete mecánico hubiese cobrado vida de pronto, chasqueando y vibrando con sentido común, esa maravilla de maravillas. Para él, el lenguaje era como un juego de construcciones con el que montar teatros y armas de juguete.» Alberto Manguel
Durante milenios, la humanidad ha desconfiado de la fuerza del deseo, y ha intentado refrenarlo. La sociedad opulenta en que vivimos altera esa tradición. Tiene que estimular los deseos para sobrevivir. Hasta ahora, la economía estaba dirigida por la demanda. Ahora se rige por la oferta: primero se produce y después se crea en el público la necesidad de lo producido. Al investigar este asunto, Marina descubre que carecemos de una «teoría del deseo». ¿Qué es, de dónde procede, cuáles son sus determinismos, cómo se manipulan o se educan? «Deseo» es un término psicológico, pero la psicología lo elude. Es una fuerza sociológica, pero el mercado se limita a utilizarla. A lo lejos resuena la voz de Spinoza: «La esencia del hombre es el deseo.» Al fragmentarse sus deseos, también la esencia humana se fragmenta, y necesita una operación de bricolaje que la unifique. Al final, aparece un nuevo personaje: el espíritu.
«Escribo este breve libro para que recuerden la historia de Serena Cruz todos cuantos la leyeron en los diarios, así como para difundirla entre quienes la desconocen. Además, lo escribo para que se recuerden otros hechos, relativos a las adopciones y a los niños, que en su momento causaron un gran impacto y cayeron enseguida en el olvido. Tenemos todos la memoria corta. Por último, escribo para manifestar mi solidaridad con las personas a quienes en un momento dado les han quitado hijos a los que amaban y cuidaban. Para manifestar mi solidaridad con las personas, tanto padres como hijos, que han visto, igual que Serena Cruz y sus primeros padres adoptivos, destruida de repente la tranquilidad familiar y los afectos traicionados y pisoteados, y han sufrido los graves trastornos de la separación y la pérdida».
En la trastienda del escritor, el futuro se busca en el pasado y el ayer nos descubre las simas del porvenir. Chirbes articula en Por cuenta propia este intenso viaje de ida y vuelta, destacando los autores, las novelas y los asuntos que siempre le han preocupado. Los mundos de Galdós y Cervantes, la herida republicana, las novelas de un joven narrador y los cuadernos de Carmen Martín Gaite, las reflexiones de Raffaele La Capria, y siempre Max Aub, componen un fresco donde imperan el conocimiento y la dialéctica de la sospecha. De manera especial, dos calas que abren este libro muestran a un narrador que remueve certezas propias y ajenas. La indagación sobre La Celestina nos descubre las tensiones de un discurso que se nutre y destroza los discursos de su tiempo, y el recorrido por las novelas y escritores de la guerra (Homero, Barbuse o Karl Kraus) explica algunas claves de Crematorio, la última novela del autor hasta el momento. Por cuenta propia nos brinda la oportunidad de volver a leer como una manera de atrapar el mundo fugitivo que habitamos.
Fiel a su proyecto sistemático, el autor ha elaborado un tratado sobre el poder y sus dramaturgias. Recuerda que el atractivo de Maquiavelo deriva de su capacidad para hacer teoría a partir de figuras concretas de dominación, y en esto le copia. ¿Por qué se desea tanto el poder? ¿Cómo se consigue? ¿Cómo se mantiene? ¿Cómo se pierde? Centrándonos en el poder político, ¿cómo lo ejercieron los superpoderosos Augusto, Mahoma, los señores renacentistas, el papado, Napoleón, Hitler, Churchill, Stalin, Roosevelt, Kennedy, Rockefeller, las multinacionales? ¿Quién manda en el mundo? ¿Se puede hacer política manteniendo las manos limpias? Los filósofos clásicos no entendían el fenómeno de la obediencia. «¿Por qué tantos se someten a tan pocos?», se preguntaba Hume. Acaso en el alma humana haya un afán oculto de sumisión y otro afán patente de libertad. Hay una pasión de dominar y una pasión de ser dominado. Este libro apasionante explora los múltiples laberintos contenidos en un laberinto. «Interesantísimo libro para una época de crisis galopantes y poderes desatados» (Jesús Ferrer Solà, Turia).
¿Teme usted que el derrumbamiento de su biblioteca lo aplaste mientras duerme? ¿Pone la acumulación de libros en peligro la existencia de su familia? ¿Ordena usted los volúmenes por temas, por autor o siguiendo un criterio por usted solo conocido? Graves preguntas que se hacen los bibliómanos, que, amén de la pasión d e poseer libros, tienen la de leerlos. En este pequeño tratado del arte de vivir con muchos libros aparecen, entre muchos otros, Pessoa intentando convertirse en bibliotecario o el capitán Ahab y el misterio de la pierna que le arrancó Moby Dick. Y es que esos miles de páginas que ocupan nuestras estanterías están habitadas por fantasmas muy vivos que, una vez los hemos conocido, no nos abandonan jamás. «Jacques Bonnet ha escrito una declaración de amor a la literatura» (Jean-Claude Perrier, Livres Hebdo); «Un compendio de ordenación, tratado de jardinería, ejercicio de agradecimiento, investigación policial, novela de aventuras y autobiografía, este relato borgeano es una promesa de felicidad» (Jérôme Garcin, Le Nouvel Observateur); «Un pequeño y delicioso volumen» (Agnès Léglise, Rock & Folk).
¿Los lectores devotos son una especie a extinguir? ¿Vivimos en un sistema dedicado a producir libros como «máquinas traga perras de lectura» con la consecuencia de que «la máquina-libro ha devorado el lenguaje literario»? Al plantearse esas cuestiones, Nuria Amat no pierde nunca de vista el hecho de que escribir es un ejercicio lento y difícil que requiere toda una vida. Pero el pesimismo que denotan las anteriores preguntas se ve atemperado porque Nuria Amat las une, en los dos escritos que componen este libro, Entre guerras. Escribir en tiempos confusos y Escribir y callar, a la conciencia de que los libros le han proporcionado una suerte de bienestar que difícilmente habría podido conseguir con otra dedicación. Acompañada de sus autores predilectos, Virginia Woolf y George Steiner, de los que también forman parte Séneca, Montaigne, Quevedo, Cervantes, Proust, Kafka, Faulkner, Borges, Beckett, García Márquez, Rulfo o Canetti, la autora hace el fundamental descubrimiento de que «escribir es jugar a hacerse el loco» y de que a las preguntas de «¿Soy libro? ¿Obra? ¿Mujer? ¿Madre? ¿Novela?» debe contestar diciendo: «Escribir es vestir con palabras el silencio del lenguaje», porque;