Una antigua tradición gnóstica afirma que, antaño, en el cielo se libró una lucha entre los partidarios del arcángel Miguel y los secuaces del Dragón. Los ángeles que no tomaron partido fueron condenados a permanecer en la Tierra. Somos, pues, el fruto de una vacilación olvidada, de una antigua incapacidad para elegir que ahora nos obliga, con desespero, a abrazar cualquier causa o cualquier verdad. Como puede apreciarse, jamás esta obra gozó de tan candente actualidad y fue tan oportuna...
La belleza, el bien y la verdad convocados en el actuar humano.El título reza ¿Logos versus eikasia? O sea, ¿razón frente a imagen? En una dimensión horizontal, cabría la posibilidad de postular una hegemonía del logos frente a la imagen. Sin embargo, desde una perspectiva vertical, es decir, desde el creyente que se sabe creado a imagen de Dios, la imagen está dentro y actúa en el hombre. Se podría decir que la dignidad del hombre es la imagen de Dios que porta en sí. ¿Cómo compaginar ambas dimensiones? El presente libro ensaya algunas respuestas. El estilo sencillo invita a ahondar en la intimidad del ser humano desde los trascendentales clásicos, a saber: verdad, bien y belleza.
En este segundo Encuentro Iberoamericano se han propuesto nuevos acercamientos, teóricos y desde la práctica, a un tema de vital importancia: cuáles serán las buenas prácticas de lectura en la sociedad de la información.La lectura es una actividad cultural que ha ido cambiando con las grandes transformaciones sociales. Un lector competente para las multiculturas del siglo xxi se forma, sobre todo, en la lectura literaria. Leer exige un aprendizaje, un esfuerzo continuado y no ofrece un goce inmeditato. La lectura no admite espectadores, el lector es un actor que participa activamente. La lectura es un espacio, un lector, un libro y un ritual.
El concepto de «el Otro» puede entenderse como el individuo que se contrapone a los demás individuos, pero «el Otro» también es aquel que hunde sus raíces en la diversidad de sexo, generación, nacionalidad y religión. A través del reportaje, el autor reme
Abans de venerar la raó, els grecs s?inclinaven davant la possessió, un fenomen de «follia divina» que pren formes diverses i del qual neixen el pensament, la poesia i l?endevinació. Però, si indaguem la història secreta d?aquesta paraula?envilida i difamada pels moderns?, descobrim que, darrere seu, hi ha una figura: la nimfa, provocadora de la possessió primigènia, la possessió eròtica, que impressiona tant els homes com els déus. L?assaig que dóna títol a aquest llibre és un intent de reconstrucció de la significació d?aquests éssers delicadíssims i misteriosos, des de l?himne homèric a Apol·lo fins a Aby Warburg. Al voltant d?aquest eix, el lector trobarà estudis tan distints com, entre d?altres, els que s?ocupen de Lolita de Nabokov, La finestra indiscreta de Hitchcock, el guant de Gilda o Kurt Wolff, el mític editor de Kafka. Aquesta edició catalana està enriquida, a més, amb dos estudis no recollits en la italiana, «Una moneda al riu» i «Al marge de Ka».
Los sabios normalmente prefieren hablar sobre la sabiduría en lugar de sobre la estupidez. En consecuencia, cuando el discípulo de Hegel y profesor en la Universidad de Halle, Johann Ed. Erdmann, anuncia en 1866 su tema: «Sobre la estupidez», éste es recibido con carcajadas. ¿Por qué? Una de las razones, tal como el propio Erdmann reconoce, podría ser que el tema de la estupidez nos recuerda nuestros propios defectos... Setenta años después, Musil retomará este objeto de análisis.
«Venecia es un pez. Compruébalo en un mapa. Parece un lenguado colosal tendido en el fondo. ¿Cómo es posible que este animal prodigioso haya remontado el Adriático para venir a guarecerse justo aquí?» Así presenta Tiziano Scarpa a la más extraordinaria de las ciudades. Su libro propone un paseo insólito por la intimidad de ese ser maravilloso. En etapas ordenadas de acuerdo con los órganos del caminante de los pies a los ojos-, nuestros sentidos recorren Venecia con una intensidad tan única como la ciudad misma. La prosa dúctil y socarrona de Scarpa sortea los lugares comunes acerca de la ciudad de los canales y nos hace revelaciones de singular importancia. Una de ellas explica por qué Venecia no es el sitio adecuado para una declaración de amor. Y sin embargo, precisamente de amor por Venecia trata este libro. Según el propio Scarpa, este sentimiento no está falto de violencia, tal como sucede cuando intentamos retener a quien amamos: «Hemos hecho cosas peores que atarla a tierra firme: literalmente, la hemos clavado al fondo del mar.»
José Antonio Marina reincidiendo en su condición de detective cultural se enfrenta en este libro a un nuevo caso. Durante milenios, la humanidad ha desconfiado de la fuerza del deseo. La sociedad opulenta en que vivimos altera esa tradición. Tiene que estimular constantemente los deseos para sobrevivir. Antes, la economía estaba dirigida por la demanda. Producía lo que era necesario. Ahora se rige por la oferta: crea en el público la necesidad de lo producido. Padecemos así un ansia inacabable, porque siempre nos convencerán de que nos falta algo. Nuestro detective descubre que carecemos de una «teoría del deseo». ¿Qué es, de dónde procede, cuáles son sus determinismos, cómo se manipulan o se educan? A lo lejos resuena Spinoza: «La esencia del hombre es el deseo.» Éstas son palabras mayores. Todo se puede desear. Los placeres elevan arquitecturas arborescentes. Al fragmentarse sus deseos, también la esencia humana se fragmenta, y necesita una operación de bricolaje que la unifique. Al final, aparece un nuevo personaje: el espíritu.
La primera edición de toda la obra en prosa de Francisco de Quevedo la llevó a cabo Aureliano Fernández-Guerra entre 1852 y 1859. Bastantes títulos de Quevedo se siguen citando por esa colección, a falta de mejores y más actualizadas versiones, aunque los criterios ecdóticos de Fernández-Guerra resultan precarios desde el punto de vista de la crítica textual contemporánea, ya que el primer quevedista no tuvo oportunidad de manejar numerosas ediciones, manuscritos y documentos que se han ido descubriendo en el último siglo y medio. Intentaron continuar su labor Luis Astrana Marín y Felicidad Buendía. Aportaron innovaciones que sería injusto desconocer, pero sus respectivas ediciones son de limitada utilidad, al carecer de aparato erudito y notas explicativas. En algunos aspectos, incluso, suponen un retroceso con relación al trabajo de Fernández-Guerra. Tal deficiencia sólo podía salvarse por medio de unas Obras completas. Éstas deben presentar los escritos de Quevedo bajo un formato uniforme en lo que se refiere a ortografía, puntuación, manejo de fuentes primarias, criterios de edición, anotación y acompañamiento de índices. Una labor así, hoy en día, no puede repetir el solitario modo de trabajar de Fernández-Guerra, Astrana Marín o Felicidad Buendía, propio de otra época y mentalidad. La edición rigurosa de una producción tan amplia y variada como la de Quevedo supera la capacidad de una persona y la duración temporal de una existencia. Sólo un equipo de especialistas puede llevar a cabo tal labor. Ése es el propósito de esta edición dirigida por Alfonso Rey y que recoge el trabajo de los siguientes quevedistas: Mª José Alonso Veloso. Ignacio Arellano. Mª Soledad Arredondo. Antonio Azaustre. Manuel Ángel Candelas. Rodrigo Cacho. Francis Cerdan. James O. Crosby. Eva Díaz. Dolores Fernández López. Celsa Carmen García Valdés. Beatriz González. Carmen Isasi. Pablo Jauralde. Sagrario López Poza. Miguel Marañón. Valentina Nider. Carmen Peraita. Isabel Pérez Cuenca. Fernando Plata. Alfonso Rey. Josette Riandière. Fernando Rodríguez-Gallego. Victoriano Roncero. Mercedes Sánchez. Lía Schwartz. Manuel Urí. Carlos Vaíllo.
En 1580, Michel de Montaigne dio a la imprenta la primera edición de sus dos libros de Los ensayos. El éxito fue tan arrollador que, dos años más tarde, apareció una nueva edición, aumentada con un tercer libro y con notables adiciones y correcciones en los dos primeros. Se completaba así la redacción de uno de los libros que mayor prestigio e influencia han tenido en el pensamiento occidental. Sin embargo, el gentilhombre perigordino siguió trabajando en el texto de sus ensayos hasta su muerte, acaecida en 1592. Tres años más tarde, Marie de Gournay, «fille d?alliance» de Montaigne, presentaba una edición de Los ensayos siguiendo las instrucciones que le diera su autor, edición que durante siglos ha sido considerada canónica, hasta que Strowski preparó la suya entre 1906 y 1933. Hoy, el de Marie de Gournay es visto de nuevo, con justicia, como el texto de referencia, y sirve de base a todas las ediciones recientes fiables. Éste es también el que el lector hispano encontrará en la presente edición, enriquecida con referencias a los múltiples estadios que experimentó el texto y con un completo aparato de notas. Una edición útil al especialista y próxima al lector común.
«¿Por qué escribe? ¡Escribo porque me sale de dentro!»Orhan PamukEl premio Nobel de literatura Orhan Pamuk nos habla en estos discursos de su amor por la literatura.Orhan Pamuk fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2006. En la entrega oficial del galardón, Pamuk leyó «La maleta de mi padre», un emocionante discurso que habla de la naturaleza de la escritura, del amor a los libros y del propósito de la literatura.Acompañan a este discurso otros dos textos igualmente pronunciados con motivo de la recepción de premios: «El autor implícito», discurso que leyó en abril de 2006 al recibir el premio Puterbaugh, otorgado por la revista norteamericana World Literature, trata de la psicología del autor, de la aventura que supone ser escritor y de la necesidad de serlo. «En Kars y en Frankfurt», discurso pronunciado al recibir el Premio de la Paz de la Unión de Libreros Alemanes en 2005, estudia la posibilidad que tiene el novelista de ponerse en el lugar de otros y las consecuencias políticas de una capacidad tan humana.«Dos años antes de morir, mi padre me entregó una pequeña maleta llena con sus notas, manuscritos y cuadernos.»Orhan Pamuk
Hamlet murió diciendo " The rest is silence " . Verlaine dejó escrito que " tout le reste est littérature " , «con excelente literatura», añadiría Borges. «Mi vocación es de abuelo: todo el resto es literatura», escribió más de una vez Salinas, no sin notables dosis de humor. Su copioso epistolario, que no es «el resto», también es literatura. Y excelente. Salinas recorrió toda la primera mitad del agitado siglo xx. Como al personaje de Terencio, el viejo Cremes del " Heautontimorúmenos " , «nada humano le fue ajeno»: en sus cartas no solo aparece el amor y la amistad, sino también la preocupación por la maldad que envuelve al mundo, y le dicta conmovedoras dilogías, como la que alude a «estos días tremendos en que escasea todo, desde la bondad y el tiempo, al pan y la gasolina». O cuando le escribe a su hija: «No, guapa, España vive en un momento de locura, en que todo el mundo está loco y comete atrocidades. ¿Cómo vamos a desear estar en el centro de un mundo de dementes? [ ] En la lucha que hoy se desarrolla en España nosotros no tenemos sitio». En la riqueza y variedad de estas cartas lo mismo podemos hallar un comentario de texto, que una glosa poética, fragmentos de historia, retratos de época, juicios literarios o indignados libelos políticos. Conoció la política de «la burocracia de la sospecha», o la «histeria del espionaje», como denomina tácitamente a la caza de brujas de McCarthy. Denunció «la guerra preventiva», o la «atmósfera de belicosidad», esa «orgía de emocionalismo y necedad» que invadió la política, en lo que no parece que hayamos avanzado mucho. Las cartas de Salinas son un rico muestrario de las ocupaciones y preocupaciones del siglo. Escritas con emoción e ironía, el lector también le oirá hablar del turismo, de los museos, de la comida, del paisaje, de una puesta de sol y hasta de la Coca-Cola. Una lectura que matiza y completa la otra cara de Salinas, una realidad que es la otra y la misma: la del escritor y el hombre.