Minerva Mint y sus amigos, Ravi y Thomasina, buscan un escondite para sus reuniones de El Club secreto de las Lechuzas. En su búsqueda se encuentran con Tristam, un arqueólogo que ha llegado la pueblo para investigar la autenticidad de la cueva del mago Merlín, una gruta a los pies del castillo de Tintagel, donde dice la leyenda que el famoso mago tenía su laboratorio. En su intento de desmontar la investigación del arqueólogo, conocen a Ágata, una misteriosa mujer que vive sola en el páramo y de la que se rumorea que es bruja. También disponible en versión digital
Platero y yo es la historia de un hombre y su burro. Los dos iban juntos a todas partes, o a casi todas, y, mientras tanto, charlaban de las cosas sencillas y profundas de la vida, de las cosas del corazón. Era el hombre el que hablaba, claro, pero el burro lo escuchaba con cariño, atentamente. Los dos vivían en un pueblo de Andalucía, caminito de Huelva, que se llama Moguer. En aquel lugar, la mayor parte de las casas son bajas y blancas y tienen geranios y claveles en todas las ventanas. Es un lugar alegre, y el aire huele a pinos y a mar, a limoneros y naranjos en flor. El hombre se llamaba Juan Ramón Jiménez y era poeta. El burro se llamaba Platero, y, de tanto oír a su dueño, también acabó siéndolo.
Los animales del bosque se reúnen. Están preocupados porque desaparecen de sus despensas las provisiones para el invierno. Don Caracol-Col, un sabio respetable, y su ayudante, la Lombriz Eustaquio, emprenden las pesquisas para identificar al ladrón: examen de huellas, interrogatorios, etcétera. Al final, con un plan bien organizado, logran tender una trampa y descubrir al culpable. Dispone de Juego de Lectura (n.º 86), de la colección Lectura Eficaz.
Neón era un perro abandonado que don Justiniano, un señor algo exagerado con el orden y la exactitud, encontró en la calle. Lo llevó a su casa, le enseñó a responder a sus órdenes, e incluso al teléfono. Pero un día, tan rutinario como los demás, don Justiniano tuvo un accidente y acabó en el hospital. El pobre Neón, encerrado en casa, tuvo que ser socorrido por Violeta, la vecina, en cuya casa el orden, la disciplina y el tiempo no tenían mucho que ver con lo que el perro había aprendido...