Esta "Historia de la Filosofía" realizada por Guillermo Fraile (I-III) y Teófilo Urdánoz (IV-VIII) es ya una obra clásica en la BAC, alcanzando desde la aparición del primer volumen en 1956 numerosas reimpresiones. La constante y frecuente publicación de estos volúmenes es la mejor garantía de la buena acogida que esta importante obra ha tenido y tiene entre sus lectores. El presente volumen se inicia con un análisis del sistema filosófico y político-social iniciado en el siglo anterior (marxismo) y que, en el XX, se ha puesto en práctica y desarrollado de manera sorprendente (neomarxismo). En segundo lugar, se analiza un movimiento surgido a raíz de la Segunda Guerra Mundial conocido como «estructuralismo». Éste se presenta como una especial metodología científica para derivar, posteriormente, en una ideología filosófica que ha obtenido mayor predominio en el terreno de las ciencias humanas o ciencias de la cultura. Por último, se exponen los presupuestos de la llamada, desde León XIII, «filosofía cristiana», o lo que Pablo VI denominaba «filosofía escolástico-tomista», una filosofía en plena armonía con los dogmas de la fe y base de la explicación teológica de los mismos.
Derrida se preguntó alguna vez por los muchos sentidos que la palabra psicoanálisis alberga en su propia obra: sinónimo de Freud, de terapia, de institución, del pensamiento de Lacan, de la ciencia judía, de un estamento de la judeidad (lo porvenir) Esta obra recoge esa multiplicidad y hace así justicia a una conjunción, el y que provisionalmente reúne a Derrida con el psicoanálisis, que en una primera apariencia esconde una engañosa univocidad. Las páginas del libro desvelan, por tanto, la riqueza multiforme de una relación que nunca quedó definitivamente cerrada. El título del libro, Espectros de Derrida, evoca lo que el filósofo francés llamó hantologie: la imposible ciencia de aquello que espectrea. En este sentido, la obra forma parte de la historia derridiana de los fantasmas, una historia cuyas épocas están marcadas por resistencias espectrales, por síntomas que asedian una y otra vez a la conciencia.
Séneca dijo que la ira es el precipicio del alma, la peor de las pasiones. En ello siguió a Heráclito, a Sócrates, a Platón y a tantos otros. Pero aunque estuvo de acuerdo en mucho con Aristóteles, discrepó de que la ira pudiera ser beneficiosa. ¡Eso es falso!, sentenció: la ira es para el alma un instrumento tan inútil como el soldado que no obedece a la señal de retirada. Como haría Ovidio en Ars Amandi, Séneca describió las señales externas de esta «locura breve» y nos adelantó que se propende a ella cuando el espíritu está debilitado. Nos dijo que la fuerza del hombre se halla en la razón —esto lo supieron más tarde Diderot y Voltaire— y que la humanidad se rige por leyes naturales, pero no por las leyes mecánicas que La Mettrie recalcó en Anti-Séneca. El filósofo pensó que la humanidad se realiza cuando hay apoyo mutuo, y nueve siglos más tarde Kropotkin coincidiría con él en este cimiento de su teoría del progreso.
Entrevista con Jean Birnbaum «... la deconstrucción está siempre del lado del sí, de la afirmación de la vida. Todo lo que digo al menos, desde Pas, en Parages acerca de la supervivencia como complicación de la oposición vida/muerte procede en mí de una afirmación incondicional de la vida. La supervivencia es la vida más allá de la vida, la vida más que la vida, y el discurso que pronuncio no es un discurso mortífero; al contrario, es la afirmación de un viviente que prefiere el vivir, y por tanto el sobrevivir, a la muerte, pues la supervivencia no es sólo lo que queda: es la vida más intensa posible. Nunca estuve tan obsesionado por la necesidad de morir como en los momentos de felicidad y goce. Gozar y llorar la muerte que acecha es para mí lo mismo.»
El nombre de Derrida está estrechamente vinculado al término deconstrucción, idea que propugna la disolución de fronteras estrictas entre filosofía y literatura. Se convierte así en una estrategia de lectura, en un mecanismo textual por encima del autor y del texto.
La actualidad de la obra de Michel Foucault radica en que con ella nos es dado pensar a partir de lo que nos acontece, pero no solo para identificar las fuerzas que determinan nuestra subjetividad, sino también para derrocarlas y disolverlas. Para Foucault, la cuestión decisiva siempre fue cómo podemos dejar de ser aquello que se nos impone que seamos. Esta es la pregunta con que desafiaba la actualidad, al modo de un artificiero que instala explosivos en las vigas que soportan las certezas y convicciones del presente. En este sentido, anida en su obra un propósito intempestivo, es decir, el ansia de desnaturalizar la experiencia contemporánea y desfondar la dogmática pretensión de una época de cerrarse en sí misma y asumirse como plenitud. Los textos que conforman este libro ponen en práctica la única actualización que puede tener sentido con un gran pensador: aquella que utiliza su propio archivo para identificar los nuevos puntos neurálgicos que soportan o incluso abren las luchas sociales de nuestro tiempo, rompiendo cualquier solidaridad con los poderes dominantes, pero sin dejarse seducir por los lugares comunes de la crítica.
" Michel Foucault. Poder, saber y subjetivación " se fundamenta en " Para leer a Foucault " (2001), libro al que viene a sustituir. Pasados más de quince años, el cosmos Foucault se ha enriquecido enormemente. Los inéditos del filósofo provenientes de sus cursos y conferencias que han salido a la luz en este tiempo (el " Foucault oral " ), y el creciente interés que su figura y sus reflexiones despiertan, han trasformado decisivamente el panorama de los estudios en torno a él. Las ciencias humanas, el derecho, el psicoanálisis, el urbanismo o la historia social han convertido sus escritos en un instrumento de análisis imprescindible. Esta guía para orientarse en su singular universo se estructura en dos partes: la primera analiza las publicaciones de Michel Foucault (1926-1984) y su contexto filosófico, político y social; la segunda se interna en los estudios preparatorios de sus publicaciones tras su entrada en el Collège de France (1970). Su planteamiento respeta la existencia de dos series de trabajos experimentales: una publicada y otra premeditadamente oral. Un útil y amplio glosario de conceptos propios del filósofo y una completa bibliografía cierran el volumen.
Traducción de Glas (1974, Jacques Derrida) en la que se combinan la lectura de las obras filosóficas de Hegel con la escritura autobiográfica de Jean Genet. Uno de los libros más inescrutables de Derrida, su forma y contenido provoca una reflexión sobre la naturaleza del género literario y de la escritura.
Este curso sobre la historia de la idea del tiempo no solo marca el comienzo de «la gloria de Bergson», sino que se considera su fuente. Constituye el puente entre la obra escrita y la enseñanza oral de donde proviene su fama, y gracias a la cual sus ideas llegaron al mundo de la filosofía para ser adoptadas por un gran número de seguidores.