Juan Guinot se pone en el lugar de su protagonista, un despistado ítalo-argentino afincado en Madrid, decidido a salvar a la niña y a descifrar, aunque sea en parte, un misterio que sabe desde el principio que le queda grande. Descubrirá que las apariencias siempre engañan, y más en una ciudad que siempre vivió de las apariencias. Con esta novela negra, delirante y sin embargo (o por ello) lúcida, Guinot esboza un fresco de la España actual, que por momentos parece un boxeador casi noquedado por la crisis, pero cuando lo salva la campana, desde su rincón, todavía fanfarronea.
En Madrid, frente al Museo del Prado, aparece atado a una silla el cadáver de un hombre con el cráneo abierto y del que sobresale un tulipán blanco. Todo parece indicar que se trata de un asesino en serie que está recreando los cuadros del famoso pintor flamenco Hieronymus Bosch, apodado «El Bosco». ¿Cuál es el motivo para hacer esto? ¿Qué pretende decir este demente con semejantes crímenes? Flavio Galán, detective del cuerpo de policía a cargo del caso, a pesar de su increíble talento y de su dilatada experiencia, no consigue llegar a ninguna respuesta para estos interrogantes y se ve obligado a aceptar la ayuda de su inteligente hija para poder comprender los secretos ocultos en las pinturas de este particular artista. No tardarán mucho en darse cuenta de que las famosas pinturas de El Bosco contienen un mensaje capaz de inspirar las más perturbadas mentes para atemorizar, primero a toda la comunidad de Madrid por completo, más tarde, al mundo entero.
En un rancho de California, Robert Osborn, sale a buscar a su perro y nunca más se le vuelve a ver. Algunos rastros de sangre, el hallazgo de una probable arma asesina, hacen que su esposa, Devorn, crea que han asesinado a Robert. Un año después, su madre y su mujer protagonizan un duelo frente a frente en un juicio para declarar o no legalmente muerto al ranchero desaparecido. La madre no quiere que el juez dictamine la muerte porque está convencida de que sigue vivo y la viuda espera que lo haga para poder seguir adelante con su vida. ¿Lo mataron? ¿No lo mataron? ¿Quién? ¿Por qué?
¿Qué oscuro secreto esconde el pueblo de Wychwood para que muchos de sus habitantes estén muriendo bajo extrañas circunstancias? La señora Pinkerton, una anciana vecina de la localidad, le cuenta al ex policía Luke Fitzwilliam los entresijos de los crímenes recientemente acaecidos allí, además de asegurarle que conoce la identidad del asesino, ya que le ha visto mirar con malos ojos a todas las víctimas justo antes de que aparecieran muertas. Lo que en principio no parece más que una chifladura propia de una lunática, al día siguiente se convierte en algo alarmante: Fitzwilliam lee en la prensa que la anciana ha muerto atropellada y que otro cuerpo sin vida ha sido hallado en Wychwood, justamente lo que la señora Pinkerton le había explicado.
En 1914, el escritor Alberto Edwards renovó el panorama del relato policial latinoamericano con la creación de su detective Román Calvo. Excéntrico, erudito, poco sociable, mal vestido, y dotado de un agudo sentido de la observación y de una memoria prodigiosa, Román Calvo encarna y estiliza el modelo policial clásico angloamericano. Sus ecos también se advierten en la intriga y el suspenso de las tramas y en el uso del método deductivo y psicológico en la resolución de los casos.Tras "Las pesquisas de Román Calvo", el lector se adentrará en un mundo de intrigas familiares, tesoros enterrados, crímenes sin resolver, hijos y maridos desaparecidos, e incluso asistirá a la amistosa pero ferviente rivalidad del detective chileno con el verdadero Sherlock Holmes.
«Escrita con elegancia e ingenio, Tragedia en el tribunal es para muchos la mejor novela detectivesca inglesa ambientada en el mundo de la justicia». P. D. James En el otoño de 1939, el juez William Hereward Barber del Tribunal Supremo recorre el sur de Inglaterra presidiendo casos de municipio en municipio. Cuando una carta le advierte sobre una inminente venganza sobre su persona, el magistrado le resta toda importancia, atribuyéndola sin duda a algún inofensivo lunático. Pero al recibir el segundo anónimo, seguido esta vez de una caja de bombones envenados, Barber empieza realmente a temer por su vida. Será el abogado y detective aficionado Francis Pettigrew ;probo, poco exitoso y enamorado en su día de la esposa del juez; quien intente desenmascarar al autor de las amenazas, antes de que sea demasiado tarde; Tragedia en el tribunal (1942) es indiscutiblemente la obra maestra de su autor y uno de los más originales y acabados exponentes de la ficción judicial de todos los tiempos.
Vivía entre Audrey Hepburn y Cary Grant, John Wayne y William Holden, Robert Taylor y Cyd Charisse. De película en película, sin más preocupación que comer, reponer las cuchillas de afeitar y fornicar como un perro en celo. Y si el dinero se acababa, conseguía más, como fuese, sin límites, salvo el de trabajar. El ángel triste narra la historia de un ser humano supeditado a la pasión del mínimo esfuerzo, al 'no compromiso', a los placeres de una vida insignificante. Narra el lento descenso al abismo de alguien que nació ángel, perdió las alas en el anonimato de un apartamento y acabó reptando como una alimaña infernal adicta a la vagancia y la sensualidad.
Miénteme más es un alegato a la experiencia madura de un jefe de Sector que ha llegado al límite de sus fuerzas porque las fuerzas que lo sostienen ya se han agotado, porque ya no le quedan crímenes que resolver, ni investigaciones que llevar a cabo, porque un desengaño más sí podría rebozar el cáliz. Ya no se avistaban momentos felices que vivir, ni gozaderas que disfrutar. “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”, le había dicho una tarde a Luisa, con la lengua tropelosa por causa del ron y alguna lágrima agazapada en la pupila por causa del recuento de una vida estéril y la advertencia de un futuro insípido. Los tiempos han cambiado y los amigos se están yendo a espacios tan inciertos. Como Pepe la Vaca. Cambiando a la mínima comodidad hogareña de El Puchy gracias a sus contrabandos y cambalaches. A la muerte vergonzosa de Manolito el Buty o a la corrupción y el cinismo en el que se albergaba César. Los tiempos están cambiando y Leo Martín ha llegado al punto en que bebe para incrementar sus penas y no para olvidarlas. Ambrosio Carabina le siente olor a quemado y él mismo se siente olor a muerto. A todos los muertos que ha echado en su equipaje durante los últimos diez años. El mundo ha cambiado para Leo Martín y ésta novela que publica Atmósfera Literaria como cierre de las Crónicas del Barrio muy pronto se convertirá en otro clásico de la Nueva Novela Negra Cubana; máxima expresión del neopolicial cubano.