El mejor periodista americano de su generación aborda la vida de Obama y la campaña que le llevó a la presidencia, un momento que definirá el siglo XXI. Pocas veces en la historia han recaído sobre un solo hombre tantas esperanzas. Barack Hussein Obama surgió desde un relativo anonimato para ganar una de las campañas presidenciales más apasionantes de la historia, seguida con pasión por todo el planeta. Que un joven senador desconocido, de padre keniano, criado en Bangladesh y Hawai, cuyo segundo nombre es árabe, lograra triunfar ante candidatos como Hilary Clinton, la primera mujer con posibilidades reales de ser presidenta, o John McCain, el héroe de guerra y el republicano más liberal, parecía imposible. Y sin embargo ocurrió gracias a la implicación de millones de personas que decidieron compartir un sueño y afirmar con firmeza e ilusión «Sí, podemos». En manos de David Remnick, un coloso del periodismo estadounidense, director de la mítica revista The New Yorker, la historia de su vida y de la campaña que le convirtió en el hombre más poderoso del mundo es un retrato fascinante de Estados Unidos, el país que quizá represente mejor la modernidad y que es capaz de encarnar la esperanza global aupando a la presidencia a un hombre de color que renunció a hacer de la raza su bandera y que representa mejor que nadie las posibilidades de un mundo en que el color de la piel no importe. Reseñas:«Extraordinario, magníficamente escrito y hábilmente construido.»The Economist «Un libro impresionante.»Financial Times «Remnick merece todos nuestros elogios porque ha logrado contar la historia de Obama mejor que los demás, ha aportado a esa tarea el celo de un reportero, no ha esquivado la discusión sobre la raza y ha expuesto varias capas de las que recubren a Barack Obama.»The Washington Post
A mediados de 2007 un pequeño grupo de ciudadanos, muchos de ellos miembros del colectivo cívico ¡Basta Ya!, tomaron la decisión de fundar un partido político con el objetivo de defender el Estado y regenerar la democracia, superar el eje derecha-izquierda y plantar cara al viejo bipartidismo, incapaz de resolver los problemas que ellos mismos habían creado y al borde de un colapso que se materializaría solo unos pocos años más tarde. ¿Cuáles han sido los movimientos esenciales en la política española desde entonces? ¿Qué papel ha jugado UPyD en ese período? Rosa Díez tiene algo que decir al respecto y su versión contrasta de forma fundamentada con la de las voces críticas del proyecto de UPyD, para el que reclama su lugar en la reciente historia de España. «No hemos tenido rédito electoral, pero sí éxito político. Hemos triunfado, sí, porque nuestras ideas han ido penetrando en la sociedad y han cambiado el paradigma político en España. Hemos demostrado que tenemos sentido de Estado, porque hemos hecho política pensando en las próximas generaciones. Sentíos orgullosos, magentas, porque es vuestro mérito. Lo que hemos dado y lo que hemos recibido en cada puerto nos ha cambiado y nos ha hecho mejores. La historia de España ha pasado a través de nosotros y nosotros le hemos incorporado nuestro propio acento. Y eso ha sido bueno, y nadie podrá cambiarlo jamás.»
La serie de trabajos que reúne esta obra se articula en torno a dos puntos: la nueva valoración del género en la historiografía y el que constituye su núcleo central, esto es, el uso de la imagen pública de la mujer. Para dar respuestas a algunos de los interrogantes, se proponen varios análisis desde ópticas distintas, a fin de explorar las similitudes y divergencias culturales en el contexto del Mediterráneo occidental, desde la protohistoria a la época romana. El propósito es averiguar cómo se ha operado sobre la imagen de la mujer para reforzar la ideología en sociedades patriarcales y androcéntricas y cómo se ha abordado este asunto a partir de la literatura, la arqueología, la numismática y la epigrafía. La manipulación de la opinión pública no es algo consustancial al pasado sino que forma parte de todas las etapas históricas y es ostensible en la contemporánea, donde el icono femenino se impone en los eslóganes publicitarios. Se configura y modela un patrón hasta acomodarlo al mensaje que se quiere difundir, al igual que en el mundo antiguo, donde estatuaria y monedas constituyeron excelentes instrumentos para la propagación de ideas y códigos morales, coadyuvando los textos a reforzar la estrategia al trasmitir una imagen interesada de las mujeres y de la sociedad en general. El resultado final justifica el interés de la investigación, sobre la que se debería insistir en futuros estudios, a propósito de la construcción de las identidades femeninas y de las relaciones de poder en el ámbito privado, que valora la interacción entre individuos dentro de una sociedad, tema que hasta ahora apenas había sido abordado desde la perspectiva de género, o al menos el modo en que se formula en esta obra.
En esta obra hemos querido presentar un compendio de cómo interacciona la sociedad con sus gobernantes, de cómo la política intenta influir en los ciudadanos mediante el uso de la propaganda. Este proceso tendrá como eje lo acaecido en los últimos siglos, momento en que las masas devinieron en ilustradas y la democracia se asentó como el sistema político más estable. La pretensión de esta obra, su hilo conductor, ha sido apuntar la evolución de esas interacciones, explicar las tendencias de la academia, indicar la doctrina más arraigada en cada momento histórico, reseñar el nacimiento y desarrollo de la comunicación política entendida como una profesión y reflejar cómo los medios de comunicación han sido coprotagonistas de todo ello. Estos ascendieron a dueños de la intermediación hasta que, en un momento reciente, empiezan a perder protagonismo fruto de unos cambios tecnológicos que generan profundas transformaciones sociales.
«Escribir sobre la violencia es una de las más arduas tareas literarias. La violencia pone punto final a las palabras Y, sin embargo, para que la violencia cunda son necesarias muchas palabras que la propugnen, la acompañen y la justifiquen», escribe José Manuel Fajardo en su prólogo a Los años del miedo, un extraordinario análisis y crónica de la violencia terrorista que el mundo ha sufrido durante los últimos veinticinco años. El terrorismo marca nuestro tiempo. Desde la violencia de ETA y la respuesta del GAL, hasta el atentado del 11M en Madrid; desde el golpe del 11S contra las Torres Gemelas de Nueva York hasta la expansión de ISIS y sus ataques en París, Bruselas y Bagdad Sufrimos y contemplamos una espiral creciente de atentados, muerte y dolor que nos deja sin palabras. Que provoca reacciones tan irracionales como el horror que las motiva. Que se usa para justificar la guerra como instrumento de la política internacional y con la excusa de la seguridad, en un devastador círculo vicioso que socava la democracia y da argumentos a los mercaderes de la violencia.
Estamos en tiempos muy difíciles, muy complejos, social, económica y políticamente. No son tiempos ni de grandilocuencias, ni de despilfarros, ni de euforias. Hay muchos que lo están pasando mal, miles de personas, tantos jóvenes, tantas mujeres, tantos mayores, tantos sin empleo ni cualificación, tantos sin hogar, que lo han perdido o sin perspectivas. Y esperan que seamos capaces de ofrecer horizontes y salidas. Y tenemos que afrontarlos y, conjuntamente, proponer soluciones y llevarlas a cabo. Pero no de cualquier manera, ni a cualquier precio, ni con víctimas. Soluciones, no de unos pocos, ni para unos cuantos. No es cosa sólo de una edad, ni es asunto de otro tiempo. Es tarea de toda la sociedad. No soluciones sin justicia, no soluciones sin derechos. Soluciones para cada quien, para cada cual, y no soluciones que provoquen indefensión, menos oportunidad y vulnerabilidad. Nuestro enemigo es la pobreza, la indefensión y la injusticia. Y no hay más camino que la dignificación de la vida pública y de la vida política. Y nuestro primer deber ciudadano es que nadie, nunca, jamás, por razones sociales o económicas quede postergado, marginado, arrinconado, desplazado de la sociedad. Por ello no basta cualquier recuperación. Si no es una recuperación sostenida y eficiente, no es una solución, si no es justa, no es una verdadera recuperación. Ángel Gabilondo
La política es un territorio de competición. La necesidad de diferenciarse ante la opinión pública, de conquistar espacio en los medios de comunicación, la dificultad de captar la atención de un electorado que recibe, cada vez, más estímulos y, sobre todo, la certeza de que el apoyo ciudadano es un bien limitado, son solo algunos de los factores que hacen de la campaña electoral un espacio en el que la esencia competitiva de la política alcanza su culmen. Para disputar cualquier competición es necesaria la técnica. Para avanzar por un territorio de orografía compleja es necesario un conocimiento previo del terreno, un mapa, brújula, ropa adecuada a las circunstancias climatológicas y capacidad para enfrentarse a grietas inesperadas en los senderos. Así, para disputar unas elecciones, el análisis es más relevante que la intuición, la planificación ha de ganarle espacio a la improvisación, la estrategia ha de descartar las ocurrencias y el orden es la frontera en la que mejor puede descollar la creatividad. Un trabajo exitoso en campaña depende más del método que del genio. Los profesionales de la estrategia, el marketing y la comunicación política y electoral han de nutrirse más del estudio, el conocimiento y el rigor académico que de las pretendidas cualidades del gurú. Estas premisas alientan el presente libro, conformado por textos elaborados por un grupo heterogéneo de académicos y profesionales, tanto españoles como latinoamericanos. Sus contenidos, lejos del localismo, aportan un método de trabajo aplicable a cualquier entorno, a partir de la combinación de fundamentos académicos y prácticos que lo convierten en una obra pionera, única en nuestro idioma.
Billy Wilder solía decir: Recuerda que eres tan bueno como lo mejor que hayas hecho. Él hablaba de cine, pero la máxima se puede aplicar también a la política. ¿Qué es lo mejor que ha hecho UPyD hasta ahora?: se ha querellado contra Rodrigo Rato y otros treinta y cuatro directivos de Bankia, se ha rebelado contra las turbias prácticas del Ministerio de Defensa (que nos pueden costar treinta mil millones de euros, una Bankia y media) y se ha convertido, predicando con el ejemplo, en el partido más transparente de todo el arco parlamentario. Irene Lozano representa el ala izquierda de la Casa Magenta: estábamos condenados a entendernos. Detesto los prejuicios y yo tenía unos cuantos sobre el partido de Rosa Díez. Tras esta charla me he podido deshacer de casi todos, para lo cual he tenido que llevar a mi entrevistada al borde del ataque de nervios: no ha habido pregunta impertinente o incómoda que haya quedado sin formular. Antes de este libro tenía claro que no era de UPyD. Tras mi larga charla con Irene, estoy confuso: ¡ya no sé si soy de UPyD y no lo sé! Es difícil no dejarse seducir por la claridad de su diagnóstico y decir que no a muchas de sus propuestas.
Existe un Juan Carlos Monedero público y otro privado. El primero arrastra unos cuantos odios, algunas tempestades y un sinfín de estereotipos. Algunos se los ha ganado a pulso, quizá por ser el más apasionado en la denuncia de la casta, algo que desquicia a los aludidos, o porque sus enemigos le consideran el cerebro político de Podemos, la pieza a abatir. Monedero se ha convertido desde hace unos meses en la diana favorita. Esa fijación protege, de momento, a los demás líderes de Podemos, pero a él lo tiene martirizado. No voy a caer en la vanidad de afirmar que he logrado acercarme al Monedero privado, descubrir sus secretos, pero sí decir que tras diez horas de conversación creo que he reunido un material que ayuda a saber más de la persona que se esconde detrás del personaje, de sus fortalezas y sus fragilidades, que de todo hay. En este libro entrevista larga, más bien Monedero arremete contra casi todo, incluidos los medios de comunicación. Habrá polémica, seguro. Solo existe un grupo que soportamos peor las críticas que Podemos: los periodistas. Creo que el texto está repleto de titulares sabrosos y de alguna noticia que otra; por ejemplo, la estrategia negociadora las elecciones. Uno de mis tuits (ajenos) favoritos dice: Soy responsable de lo que escribo, no de lo que lees. El periodista pregunta y el entrevistado responde. Esas son las reglas de oro y las he respetado. Cada uno es responsable de su parte, también el lector.
En la era Trump, cuando los conflictos en las relaciones raciales han cobrado visibilidad, Soñar a destiempo ensalza la multiculturalidad de Estados Unidos a través de once historias apasionantes y, en muchos casos, desconocidasde afroamericanos, latinos y de una mujer asiática en las primarias presidenciales de los partidos Demócrata y Republicano. Barack Obama se convirtió en el primer presidente negro de Estados Unidos en 2008, pero antes que él los protagonistas de este libro ya soñaron con llegar a la Casa Blanca.
Frente a quienes definen la política únicamente como el ejercicio del poder (aunque luego se adorne con la sana intención de cambiar las cosas), Max Weber distinguió a aquellos que viven de la política de quienes viven para la política. Luis García Montero pertenece, si acaso, a la segunda categoría. Quienes lo incluyen en el pack de intelectuales o profesores o periodistas o artistas que saltan a la política en estos tiempos convulsos, se equivocan. Siempre ha estado comprometido con la política. Otra cuestión es saber por qué y para qué decide Luis dejar sus clases en la universidad, aparcar un nuevo poemario o suspender varios proyectos profesionales y asumir la responsabilidad de defender una candidatura de Izquierda Unida con un programa político y una propuesta cívica. Y hacerlo precisamente en los momentos más difíciles para unas siglas que se tambalean por las batallas internas y por la canibalización que ejerce una nueva fuerza surgida en el magma del descrédito de la política. De eso trata esta conversación, por la que van asomando referencias personales, literarias y éticas como Rafael Alberti o Ángel González; desde Antonio Machado a Francisco Ayala. Reflexiones en las que hay crítica y autocrítica, sin esquivar ningún asunto aun siendo consciente del riesgo de pisar brasas. Luis García Montero da la cara sin morderse la lengua, así que habla de Podemos, de la posibilidad o no de una convergencia en la izquierda, de los intereses económicos que condicionan el paisaje político, de las diferencias con sus amigos de la ceja Quizás Luis, en el fondo, me propuso que fuera su interrogador en esta charla por un motivo concreto: en cuanto conocí el paso que se planteaba dar mi reacción fue: ¡No se te ocurra!. Quizás, una vez más, LGM pensó que la mejor arma para convencer al otro es la palabra. Jesús Maraña