«Larga, dolorosa, mortífera, la Gran Guerra mostró cómo se mataban unos a otros millones de hombres que todavía la víspera juraban " guerra a la guerra " . Fueron compañeros de armas de aquellos a quienes acusaban de ser militaristas, patrioteros, belicistas, e igualmente de millones de otros hombres que hicieron la guerra por deber o incluso sin saber muy bien por qué. Después de 1918, convertidos en ex combatientes, ni unos ni otros pusieron en duda la legitimidad de su sacrificio: habían combatido en defensa de la patria, y la guerra que habían hecho era una " guerra justa " . Durante cincuenta años no han cesado de repetir lo mismo».
Una apasionante novela histórica donde a través de distintos personajes y experiencias conoceremos de cerca el gran conflicto de la Primera Guerra Mundial.
The neutral status in the Great War turned out to be a transformative reality as the conflict itself, acquiring top political importance from its origins. As shown by most of the compiled works in this book, the dilemma between neutrality and belligerency shaped national self-identities and collective emotions long after the war ended.
Fórcola publica por primera vez en español las «Crónicas literarias» de DAnnunzio, descubriendo al lector actual una de las facetas menos conocidas de este controvertido y polifacético personaje de la literatura universal.
Corre el mes de agosto de 1917. Louis, un joven soldado convaleciente de sus heridas, recibe la orden de incorporarse a la unidad de censura postal del Ejército. Ha pasado tres años en el infierno de las trincheras, donde ha perdido las ilusiones y algunos dedos. Su labor será leer las cartas que vienen del frente, unas cuatrocientas al día, y censurar aquellas que revelen desmoralización o derrotismo, que critiquen al mando o la vida miserable de las trincheras, que cuenten las masacres y el horror del frente... Todo para mantener alta la moral en retaguardia. La llegada a la unidad de una joven secretaria y la visita de un compañero de armas harán que Louis empiece a leer de otra manera esas cartas. Ya no podrá permanecer insensible ante la angustia y el desamparo que muestran sus remitentes, sus miedos y sufrimientos, sus declaraciones de amor... Su cambio de actitud tendrá consecuencias. " Vidas rotas " es una novela emocionante, desgarradora, llena de sensibilidad. Un relato antibelicista que no deja indiferente. A través de sus páginas, la autora le devuelve la palabra a aquellas voces anónimas que fueron calladas por la censura castrense. Todas las cartas que aparecen a lo largo de la trama son reales, las rescató de los archivos militares. Son cartas que aguardaban con ansiedad padres, esposas, novias, hijos, hermanos... Cartas que nunca llegaron a su destino.
Aunque España permaneciera neutral en la Primera Guerra Mundial, no estuvo del todo al margen: no quiso hacer la guerra, pero «la guerra se le metió en casa». Fue campo de batalla para los servicios de espionaje de los dos bandos contendientes. Los propios beligerantes eligieron el territorio de la península para librar una guerra de espionaje, sabotaje y propaganda, una guerra invisible, sin frentes, destinada a favorecer sus intereses y a cuidar su imagen en la opinión pública para preparar las condiciones económicas de la paz. Desencadenaron sobre el territorio español una lucha despiadada con medios legales e ilegales: bloqueo portuario y marítimo, guerra submarina, abastecimiento de los beligerantes, violación de aguas jurisdiccionales, pero también difusión de rumores y mentiras, impresión de libelos en el idioma del enemigo, fomentando una psicosis de «espionitis», con presencia de agentes secretos y circulación epistolar de bacilos patógenos. En 1917, se podía afirmar que Madrid, Barcelona y los puertos habían llegado a ser «nidos de espías» manipulados por servicios extranjeros no siempre bien coordinados. Eduardo González Calleja es profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III de Madrid. Paul Aubert es catedrático de Literatura y Civilización Españolas Contemporáneas en la Universidad de Aix-Marsella. Fue director de estudios de la Casa de Velázquez en Madrid.
Guerra. Un soldado alemán en la Gran Guerra (1914-1918), por primera vez traducido de forma íntegra al español, no es un relato autobiográfico, y pese a no ser un libro de carácter pacifista, de denuncia de la guerra, ni plenamente antimilitarista aunque al final tenga algo de todo ello, entronca con obras como El sargento Grischa, de Arnold Zweig, Los que teníamos doce años, de Ernst Glaeser, o Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque. Un relato desapasionado, incluso ponderado, de un soldado patriota y disciplinado que describe con minuciosidad, más que los acontecimientos en los que participa las batallas del Marne, del Mosa o del Somme, la absurda cotidianeidad de la guerra.
«Austria no ha tenido suerte con sus biógrafos». Y no le faltaba razón a Hermann Bahr en virtud de la imagen que de su ejército imperial nos ha llegado, una suma de incompetencia e inoperancia, intransigencia y brutalidad. Sin embargo, para tener «el tedioso hábito de ser siempre derrotada» ?la chanza es de Talleyrand?, Austria, o en concreto, los Habsburgo de Viena, se perpetuaron superando trances que habrían tambaleado los cimientos de cualquier otra potencia. Una capacidad de resiliencia enraizada en la inquebrantable lealtad de su formidable ejército a la dinastía, que sobrevivió a la brutal devastación de la Guerra de los Treinta Años y domeñó al invencible Turco; obró milagros garantizando la improbable sucesión de su joven reina María Teresa y acogotó al mismísimo Federico el Grande de Prusia en la Guerra de los Siete Años; durante dos décadas se convirtió en el enemigo más acérrimo de Napoleón, o soportó condiciones inimaginables en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial, tras no haber combatido en una generación. No parecen estas las gestas de un ejército perdedor. En su obra Por Dios y por el Káiser. El ejército imperial austríaco 1619-1918, Richard Basset pretende desterrar los prejuicios y tergiversaciones sobre un ejército que integraba soldados procedentes de una veintena de naciones, pero con un grado de cohesión sin igual; paladín del catolicismo, hacía gala de una inusitada tolerancia religiosa al incorporar protestantes, ortodoxos, musulmanes y judíos; puntal del Antiguo Régimen, amparaba la movilidad social y el ascenso a las más altas jerarquías. Una estructura supranacional única en Europa cuyo leitmotiv era garantizar la supervivencia de la dinastía, objetivo que cumplió con creces durante tres turbulentos siglos. En definitiva, con Por Dios y por el Káiser. El ejército imperial austríaco, las armas de los Habsburgo han encontrado por fin a su biógrafo, Richard Basset.