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La cultura de la guerra impregnaba casi todos los aspectos de la vida en la España del Siglo de Oro, siendo trascendente tanto en la dimensión económica, como en la social, cultural y, por supuesto, política de aquellos tiempos. Por parte de las instancias del poder había una clara intencionalidad de que el mensaje esencial de la política exterior, junto con sus objetivos, fueran conocidos y compartidos por la gran masa de súbditos de la monarquía, para poder llevar a cabo empresas tan amplias y ambiciosas como se proponía el titánico imperio español de aquellos tiempos. La literatura se mostraba así como un instrumento de propaganda para convencer a los españoles de a pie de la bondad de los costosísimos sacrificios a los que se veían abocados. Pero, además, los autores, al estar ellos mismos imbuidos de esa misma cultura de la guerra, consideraban que, el de los hechos militares, era un tema bastante atractivo y recurrente para su éxito casi inmediato ante el gran público; sobre todo si en sus obras se exponían los hechos gloriosos y las hazañas de los españoles y la propia condición excepcional que se tenía de ser español por aquel entonces. En pocas actividades se reflejan tan bien esos principios como en el sublime teatro español del siglo de Oro, donde, de una forma absolutamente efectista (es esto, precisamente, uno de los objetivos fundamentales del género) se ponen de manifiestos todas estas grandezas, aunque también las miserias, para hacerlo todavía más comprensible y realista. El teatro no cabe duda de que trinfó ante las masas. Y, con las leyes del mercado en la mano, era el gran público el que mandaba, y, así, los autores le dieron lo que quería, que se le recordara la singular condición de ser español en unos momentos en que, los reconocidos hijos de Marte, estaban diseminados con sus armas, y con sus furia, por buena parte de los campos de Europa. Es muy probable que éste fuera uno de los apoyos más grandes que se pudieron tener para ser más aceptable el constante sacrificio de la detracción militar: la consideración de participar en un proyecto común en el que estaba en juego no sólo la grandeza del monarca, sino también la supervivencia de la civilización occidental y la exaltación de la religión Católica. Con un planteamiento esencialmente interdisciplinar, Historia y Literatura, y Literatura e Historia, se entremezclan para, a partir de los textos (la mayoría de una gran belleza y algunos muy divertidos) la imagen que se proyectaba sobre el público se proyecte asimismo en el libro para la comprensión por el lector un fenómeno histórico de amplísima relevancia: la cultura de la guerra en el Siglo de Oro español.
El año 1811 fue un año de contrastes, pues mal acabó lo que bien empezó para los aliados. Tras las victorias de Fuentes de Oñoro en marzo y La Albuera en mayo, sobrevinieron las derrrotas en Tarragona en julio y Sagunto en octubre, rematando ésta con la
Si algo ha caracterizado la figura de Enrique Diego Madrazo, ha sido su compromiso con la divulgación de los principios científicos entre la sociedad, con la obsesión por construir un nuevo orden social que superara supersticiones y modos de pensamiento propios de la vieja sociedad tradicional, bajo el dominio de la Iglesia y la Monarquía. Madrazo fue, ante todo, un precursor de la Eugenesia en España.
La obra de una figura fundamental de la política española a través de sus artículos de prensa. Republicano, krausista y masón, este cántabro fue protagonista en la convulsa España de finales del siglo XIX. El brillante y minucioso estudio preliminar que lo acompaña ayuda a contextualizar y comprender la vida e ideas del autor.
La naissance de la politique moderne, qui signifie une nouvelle manière de concevoir et de se représenter la politique et son rapport au corps social, est un long processus qui précède et suit les révolutions libérales européennes. Les sept articles de ce dossier abordent ce phénomène de l'Espagne du milieu du XVIIIe siècle au milieu du XIXe siècle. Ils s'inspirent de la rénovation méthodologique qui, dans toute sa diversité, affecte l'histoire politique espagnole contemporanéiste. C'est ici une histoire sociale et culturelle du politique qui est privilégiée, pour essayer de comprendre comment valeurs et pratiques de l'Ancien Régime et du libéralisme s'interpénètrent pour former un tout doté d'une cohérence propre qui n'est ni un Ancien Régime qui dure ni une simple étape vers un idéal-type de démocratie libérale parlementaire.
En 1763, l'Espagne n'est plus en mesure de défendre seule La Havane. Désireuse de développer une économie coloniale, elle négocie une réforme politique et économique avec les élites locales. Ces élites, encouragées à participer activement et financièrement à la défense de l'Île, reçoivent en contrepartie certains avantages, notamment pour favoriser la production du sucre de canne. La monarchie suscite une compétition pour l'obtention de titres de Castille et gagne ainsi la fidélité d'une quarantaine de familles. Rapidement, ces familles de planteurs enrichis, qui forment la saccharocratie, deviennent de formidables alliées de la Couronne espagnole et s'avèrent, à Cuba, des partenaires incontournables. Dans les années 1820, bien que ces aristocrates soient de plus en plus fragilisés par leur endogamie et par la concurrence des commerçants, ils seront un frein à l'évolution de Cuba vers l'indépendance.