Parece oportuno que junto a la gran biografía del santo de Loyola, obra del P. García-Villoslada, exista esta publicación de sus Obras (esta vez en la colección BAC Maior), acreditada por la aceptación con que fue recibida en su anterior formato en la BAC Normal. Esta nueva edición, más voluminosa y actualizada, la ha preparado el profesor emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana, Manuel Ruiz Jurado, si, que también había preparado la quinta edición. Después de más de treinta años, era necesario ponerla al día: en la historiografía, en la bibliografía, en las notas, incorporando en las introducciones correspondientes los avances logrados en la investigación de estos últimos años sobre la composición de los Ejercicios y de las Constituciones, sobre los tiempos de elección y su aplicación dentro y fuera de los Ejercicios, sobre el Diario espiritual. Se ha encargado de ello, dada su experiencia acumulada de bibliógrafo de san Ignacio, de investigador de las fuentes ignacianas, de la enseñanza y discusión de la espiritualidad ignaciana en su cátedra universitaria, el P. Manuel Ruiz Jurado. No se ha perdido nada del valor de los excelentes colaboradores anteriores, especialistas del Instituto Histórico de Roma de la Compañía de Jesús, pero han tenido que ser modifica-das varias de sus introducciones y notas, sobre todo para poner al día las notas necesarias a las Constituciones, tras la Congregación General XXXIV de la Compañía de Jesús, que ha realizado la revisión autoritativa de su derecho propio (1995). Esperamos que esta nueva presentación revalorice nuestra acreditada publicación y sirva «para mayor gloria de Dios y fruto y provecho para las almas», crecido últimamente el número de los interesados por conocer y seguir de cerca la espiritualidad se san Ignacio de Loyola.
San Juan de Ávila (1499-1569) fue sacerdote del posconcilio. No fue el único, pero su influencia se dejó sentir en grandes personajes, como Juan de Dios, Francisco de Borja, Pedro de Alcántara, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de Ribera, Tomás de Villanueva, Carlos Borromeo y Luis de Granada. Patrono del clero secular español, este sacerdote ejemplar, a quien Teresa de Jesús calificó como «columna de la Iglesia», continúa siendo en la actualidad modelo de atención y dedicación editorial. Prueba de ello es este selecto volumen, que ofrece un compendio de su doctrina sobre el ejercicio del ministerio sacerdotal.
Durante el reinado de Felipe II, el príncipe Carlos, heredero del mayor imperio de la historia, vive sumido en el desánimo ya que la mujer que ama está casada con otro. Conquistarla no sólo supondría romper los vínculos del matrimonio, sino también contravenir las leyes naturales, ya que ese otro es el mismísimo rey, su padre.Don Carlos es una tragedia amorosa en la que se suceden las intrigas con la sublevación de los Países Bajos como telón de fondo. Esta obra, fruto de uno de los mayores talentos del teatro alemán y universal, sirvió de inspiración para la famosa ópera de Verdi de mismo nombre, y constituye un fascinante canto a la amistad, el amor y la libertad humana.
El autor ha querido significar y situar a san Juan de Ávila en su tiempo. No es tarea fácil contextualizar al patrono del clero secular español y Doctor de la Iglesia universal con sus múltiples significados y su admirable polivalencia en pleno siglo XVI, donde él mismo se convierte en uno de los gigantes de la fe. El Maestro de Santos es una personalidad muy rica a la vez que emblemática en su tiempo y con fuerte raigambre e influencia en la posteridad. Era Ávila un presbítero diocesano secular de doctrina eminente, un experto biblista que siempre transmitió a Cristo, Verbo de la vida y su gran obra la Iglesia. De suyo, su vida, su tiempo y, sobre todo, su obra siguen difundiéndose día a día en todo el mundo, y en todas las lenguas aparecen obras referidas a su vida y a sus escritos. La Iglesia de Córdoba guarda en Montilla sus restos y su memoria. Esta obra viene a resarcir de alguna manera esa deuda de gratitud de la diócesis cordobesa con el Santo Maestro Ávila, clérigo de Córdoba y Doctor de la Iglesia.
Con este volumen culmina la nueva edición, en la colección BAC Maior, de las obras completas de San Juan de Ávila, cuyo contenido comprende toda la extensa producción de cartas hasta ahora conocidas. La primera edición, en 1578, de su Epistolario debió hacerse con alguna precipitación. En ella se recogían 150 cartas. Desde entonces, las sucesivas ediciones se han ido enriqueciendo con nuevo material. En nuestro caso, se han recogido 263 cartas. La obra epistolar es, junto con el Audi, filia, el texto más conocido del santo, tanto en España como en el extranjero, a juzgar por sus múltiples y constantes reimpresiones. Tal vez por ello y por el mismo desorden inicial de clasificación, tan patente ningún otro escrito avilino ha sufrido mayores vicisitudes en su transmisión hasta las ediciones modernas: cambios de orden, supresiones, modernizaciones de fonética y sintaxis, etc., aparte de las nuevas aportaciones, especialmente en los últimos sesenta años. Ante ello cabe hacerse una pregunta: ¿Todas estas cartas son del Maestro Ávila? La respuesta es afirmativa. No existe duda alguna seria en torno a la autenticidad de las cartas avilinas publicadas hasta el presente. Todas son del Mtro. Ávila, pero es de lamentar que, al menos en su integridad, no hayan llegado a nosotros tal como salieron de su pluma, sino con mutilaciones y retoques. Completa este volumen un útil índice de materias realizado sobre el conjunto de las obras completas.
Este tercer volumen de las Obras completas de San Juan de Ávila recoge su largo y extenso «Sermonario», que comprende un total de ochenta y dos sermones. Precede una Introducción, donde se da cuenta de las ediciones que de él se habían hecho anteriormente, así como de los manuscritos utilizados para la presente edición. Dividimos los sermones entre los pertenecientes al ciclo temporal y al ciclo santoral. Entre los primeros, además de los sermones del tiempo litúrgico, se incluyen los dedicados al Espíritu Santo y al Santísimo Sacramento. Entre los segundos se recogen los que San Juan de Ávila predicó en diversas festividades de los santos y de Nuestra Señora, así como uno, hermosísimo, de difuntos, que predicó en unas exequias. En estos sermones se trasluce el inmenso conocimiento que San Juan de Ávila tenía de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia, su doctrina ascética y espiritual, el afán que tenía de la salvación de las almas y sus mismas dotes de «predicador evangélico», como ya le conocían en su tiempo.
En este segundo volumen de las «Obras comple-tas» de San Juan de Ávila se recogen, en primer lugar y siguiendo con los tratados del volumen primero, los tratados o comentarios bíblicos (a Gálatas y 1 Juan), los llamados «Tratados de reforma» y otros tratados menores. Se continúa con los conocidos como «Escritos menores», que bajo el título general de «Reglas de espíritu» comprenden una serie de reglas, avisos, documentos y consideraciones. En «Miscelánea breve» se recogen otros pequeños escritos, originales también del santo. En la edición de 1970 se ofrecía el Prólogo a la «Imitación de Cristo»; aquí se incluye la traducción castellana completa de esta obra, pues la creemos también original del Maestro. Aunque no es obra propiamente suya, la elegancia de estilo y el esmero que pone en la traducción son motivos podero-sos para que se la incluya en esta nueva edición de sus «Obras completas». Con unas pequeñas «Oraciones» y «Composiciones en verso» termina este grupo de «Miscelánea breve». El volumen concluye con un «Apéndice» formado por «siete escritos» que algún autor ha atribuido recientemente a San Juan de Ávila.
Después de más de cuatro siglos, se presenta por primera vez en edición crítica y bilingüe la obra literaria de santo Tomás de Villanueva (1482-1555), religioso agustino y arzobispo de Valencia, realizada por un equipo de investigadores agustinos de España. Variadas razones apremiaban la realización de este arduo trabajo: la dificultad de acceso a la obra del santo, cuya última edición es la de Manila (1881-1883; 1897); la necesidad de una versión en español, ya que la casi totalidad de sus conciones o sermones ha sido publicada en latín (solo 32 conciones fueron publicadas en español en 1952, de las 454 que se registran en esta edición); dar a conocer a toda clase de personas -religiosas y seglares- la singular expresión, por medio de la predicación, de un hombre de Dios, santo, sabio y clarividente; la cercanía de una palabra que modeló las mentes más brillantes de nuestro Siglo de Oro literario con su elocuencia mesurada y siempre concorde con la fe genuina de la Iglesia; y, sobre todo, responder a un deseo muy sentido en el ámbito de la Orden de San Agustín, a la que perteneció, y de la archidiócesis de Valencia, a la que sirvió, de hacer patente y accesible su magisterio, para que, en un día no lejano, sea honrado con el merecido título de Doctor de la Iglesia universal. Santo Tomas de Villanueva sigue teniendo, sin duda, una palabra nueva y una ejemplar actitud para esta nuestra desconcertada y envejecida Europa del s. XXI.
Cuando Gabriel García Márquez recibió en 1982 el Premio Nobel de Literatura abrió su discurso con un homenaje dedicado a Antonio Pigafetta y a su «libro breve y fascinante, en el cual ya se vislumbran los gérmenes de nuestras novelas de hoy». Este libro relata la expedición, financiada por la Corona de Castilla, de las cinco naves al mando del portugués Magallanes, que, el 10 de agosto de 1519, partía de Sevilla con el fin de buscar el camino más corto hasta las " islas de las Especias " . Tres años más tarde, el 8 de septiembre de 1522, y al mando del vasco Juan Sebastián Elcano, arribaba al puerto de Sevilla la nave Victoria, con sólo dieciocho hombres, «los más flacos y destrozados que podía ser». Si bien hubo algún beneficio económico, por encima de todo se había dado por primera vez la vuelta al mundo y se iniciaba una nueva era en la comunicación hacia el oeste. Pigafetta, embarcado sólo por afán de fama, con voluntad de escribir un libro que contase «todas las cosas pasadas día a día durante nuestro viaje» (no pocas ni poco accidentadas), dio fin a su intento y legó a la posteridad la relación de este viaje extraordinario.
Hace casi quinientos años que Hernán Cortés conquistó Tenochtitlán junto a unos cientos de españoles y miles de tlaxcaltecas sometidos por Moctezuma. Los hechos que llevaron al de Medellín a convertirse en un personaje de talla histórica han venido acompañados de componentes míticos procedentes tanto de aquel mundo indígena que él transformó trascendentalmente como de ese Viejo Mundo al que pertenecía. En El mito de Cortés se aborda la figura del conquistador español desde las visiones que de él se han tenido a lo largo de los siglos, empezando por las de sus contemporáneos y llegando hasta las de nuestro presente, al tiempo que se repasan los principales mitos que gravitan en torno a su persona. En la obra se analizan las relaciones de la figura de Hernán Cortés con las de Quetzalcóatl o Alejandro Magno, y también su condición de conquistador y de evangelizador del Nuevo Mundo que contribuyó a civilizar. El Cortés que emerge del libro no es únicamente un hombre armado con la espada y la cruz, su despliegue por la América en la que quiso morir puso las bases de lo que hoy une a cientos de millones de hombres de ambos hemisferios: la Hispanidad.
En 1521, Solimán el Magnífico conquistó la isla de Rodas, el bastión cristiano donde residían los últimos cruzados, los caballeros hospitalarios. Pero la caída de Rodas puso en marcha una cadena de acontecimientos que llevó a una guerra total en el Mediterráneo entre la Europa cristiana, liderada por España, y el mundo musulmán. Crowley describe con maestría los duros enfrentamientos entre los dos bandos, las tretas y argucias de papas, reyes y sultanes para inclinar la balanza de su lado, así como los majestuosos palacios en los que se tomaban las decisiones. En las batallas, narradas con pulso de novelista, el lector podrá oler la pólvora y sentir el barro de las trincheras o el crujir de las cuadernas de una galera al quebrarse. El sitio de Malta o la batalla de Lepanto cobran vida en estas páginas como nunca antes lo habían hecho. Emperadores como Carlos V, Felipe II o Solimán el Magnífico, piratas de leyenda como Barbarroja y generales como los Doria, Don Juan de Austria o Álvaro de Bazán protagonizan esta épica guerra en la que Europa frenó el avance islámico y fijó unas fronteras religiosas que, con escasos cambios, se han mantenido hasta la actualidad.