La novela relata una historia conmovedora ambientada en el valle del Almanzora, Baza, Berja durante el reinado de Felipe II. La región del Almanzora, amenazada durante años por los ataques de corsarios berberiscos, por moriscos proscritos ("monfíes"), y por cabalgadores cristianos, es un hervidero de tensiones, odios, reyertas y pasiones. En este contexto, que viene a culminar en la sangrienta revolución morisca, se ve inmersa una familia morisca de Cuevas del Almanzora enlazada con otra cristiano-vieja de Serón. A través de las peripecias de cada uno de sus miembros, podemos conocer los rasgos más significativos de las sociedades morisca y castellana de la época y sus relaciones, expuestas con total honestidad y objetividad, alejadas de cualquier maniqueísmo. A lo largo de su trama, se nos presentan personajes muy representativos de estos hechos históricos como Aben Humeya, el Marqués de los Vélez o don Juan de Austria, a los que la autora trata de desmitificar y presentarlos con sus defectos y virtudes, con sus pasiones, grandezas y miserias. Pero los verdaderos protagonistas no son los que provocan las guerras con su codicia y su ambición, sino los que sufren a causa de ello. La novela, de un ritmo vertiginoso y gran rigor histórico, repleta de personajes, verdaderos prototipos humanos de aquella sociedad, nos muestra una parte de nuestro pasado en el que los enfrentamientos entre culturas, que ya creíamos superados, nos recuerdan algunos acontecimientos recientes que no debieran repetirse.
La evangelización de los distintos grupos étnicos que constituían el Virreinato de la Nueva España fue una labor desarrollada durante todo el Quinientos por tres órdenes de frailes medicantes: Franciscanos, Dominicos y Agustinos. Para materializarla se concibió y desarrolló una tipología arquitectónica nueva que hemos denominado "Arquitectura de la Conversión", formada por cuatro unidades constructivas básicas: atrio, capilla abierta, capillas posas y cruz de piedra. Esta arquitectura se caracteriza por la unión de elementos culturales procedentes del mundo indígena y del mundo hispano occidental, convirtiéndose de esta forma en la aportación más emblemática del arte mexicano a la historia del arte universal. La presente obra es un estudio de esta arquitectura planteado desde una doble perspectiva. Por un lado, desde un punto de vista genérico, insertándola dentro del marco histórico y artístico en el que se desarrolló. Por otro, desde un enfoque específico, analizando sus usos y funciones, evolución y antecedentes de los elementos constructivos que la constituyen. Con este estudio hemos podido constatar la importancia que esta " Arquitectura de la Conversión" adquirió en Nueva España como instrumento para la evangelización de los naturales, pues fue una tipología pensada y utilizada de forma exclusiva por y para ellos.
Hoy hacen falta testigos más que maestros. Los maestros enseñan doctrinas. Los testigos han visto y dicen lo que han visto. Por ambos costados San Juan de la Cruz es testigo y maestro, mistagogo, porque enseña lo que ha experimentado y cómo lo ha vivido. Y lo hace con convicción y persuasión, y, además, exquisitamente. Sólo un pero para los lectores del tercer milenio. Escribió hace cuatrocientos años. Lo que testifica y enseña es inmutable, pero el molde ha cambiado muchísimo. ¿Cómo paliar esa desventaja? El autor ha roto el nudo. Su preparación, sensibilidad, el profundo conocimiento de San Juan de la Cruz y de los lectores así como su estilo han conseguido en una brava y eficaz tarea que San Juan de la Cruz escriba hoy su Subida del Monte Carmelo, sus cartas o sus poesías. De ahí el título: Una nueva lectura... Con la valiosa originalidad de haber investigado las fuentes bíblicas, ascéticas y poéticas en que se inspiró San Juan, y la riqueza de los comentarios.