Vivimos en un mundo de datos. Los generamos y los recibimos en el móvil, el ordenador, el coche y en los utensilios más diversos, aunque no seamos conscientes de ello. Producimos datos cuando telefoneamos, cuando ponemos un «me gusta» en Facebook, cuando pagamos con tarjeta de crédito, cuando realizamos una búsqueda en internet, cuando nos hacen un reconocimiento médico o, simplemente, cuando nos movemos con el navegador del coche conectado. Hay billones y billones de datos y por eso hablamos de Big Data o de megadatos. Esta obra explica cómo se generan los datos, cómo se procesan, para qué sirven y, sobre todo, para lo que no deberían servir. Así, sin apostar por un mensaje catastrofista, el libro proporciona al lector información y consejos para concienciarlo sobre las grandes oportunidades que implica este imperio de los datos, tanto para la investigación como para otros ámbitos, pero también sobre los peligros y sobre la parte de responsabilidad que tenemos en el uso (y en el mal uso) de datos de todo tipo.
Según la última encuesta a usuarios sobre actividades realizadas en Internet, más del 40 % de los usuarios busca información sobre temas de salud en la red, lo que viene a demostrar que la búsqueda de información sobre salud es un tema de especial interés para la ciudadanía. Sin embargo, tanto el personal sanitario como la propia ciudadanía desconocen la mayoría de las herramientas de formación y orientación en el universo de la información sobre salud. Esta monografía pretende facilitar el acceso de la ciudadanía y el personal sanitario a las principales fuentes de información y recursos sobre salud, aportando una visión experta y multidisciplinaria sobre los temas y buscando contribuir en la promoción del conocimiento sobre la información en salud, mucho más allá de Internet.
En mayo de 2005, la revista Fortune publicó una noticia de portada escrita por Fred Vogelstein que llevaba por título «Gales vs. Google: Why Google Scares Bill Gales» [Gates contra Google: por qué Google asusta a Bill Gates]. En ese entonces, la empresa de motores de búsqueda fundada por los veinteañeros Sergey Brin y Larry Page era una mínima parte de la gran potencia de Internet en la que se ha convertido, mientras que Microsoft, de Bill Gates, seguía siendo el actor principal en el mundo de software para computadoras. El artículo de Vogelstein comienza con una anécdota extraordinaria acerca del momento, en diciembre de 2003, en el que a Bill Gates le quedó claro el enorme alcance del desafío que Google representaría para Microsoft. Mientras navegaba por el sitio web de Google, se encontró con que en la página de descripciones de puestos vacantes se buscaba a ingenieros con cualificaciones que no se condecían con un motor de búsqueda en Internet. Peor aún, muchas de las especificaciones eran idénticas a las requeridas para entrar a Microsoft. Ese mismo día, Gates envió un correo electrónico a algunos de sus ejecutivos diciéndoles: «tenemos que vigilar a estos tipos. Parece que están desarrollando algo para competir con nosotros»