Biblia con la traducción de la Vulgata Latina por el P. José Miguel Petisco, con notas a pie de página, magníficas ilustraciones y revisada y corregida recientemente.
Hay dos clases de libros geniales que en el mundo se han escrito: los que preguntan y los que responden. La Biblia en general y los evangelios en particular son doblemente geniales: porque hacen preguntas y porque responden, ¡incluso cuando guardan silencio! ¿Qué hay en una pregunta? Todo. Es la manera de evocar la respuesta estimulante o de aniquilar la indagación; es el meollo mismo de la enseñanza-educación. El fin del conocimiento no es descubrir el secreto del mundo, sino dialogar con él. En esta obra se aportan sugerencias y comentarios, no explicaciones terminantes. El libro está dividido en dos partes. En la primera se constata cómo la pregunta bíblica contiene una riqueza educativa para la fe. No es un mero recurso literario, sino una llamada al ser humano que busca un sentido en su vida y encuentra al Señor. Es una conversión. Seguidamente, el valor religioso de la pregunta en el Antiguo Testamento. Después se contempla a Jesús como modelo del preguntar, Maestro que pregunta siguiendo su tradición judía, así como sus actitudes y clases de preguntas; y desde luego la pregunta evangélica como «promesa» cumplida en él. Finalmente se apostilla con ayuda filosófica la definición y relevancia de la pregunta, sus condiciones en las distintas etapas de la vida, su valor magisterial y de escucha sin prejuicios, fuente de diálogo y venero de catequesis y de oración. En la segunda parte del libro se encuentra una útil base de datos de las preguntas en los evangelios: ¡miradas en su conjunto producen luces y sentimientos tan dispares y a la vez complementarios, según contenidos e interlocutores!