Se recogen los recuerdos del monje y médico tibetano Tendzin Tchoedrak, quien vivió en carne propia la invasión de su país por los Guardias rojos de Mao Zedong. Habla del genocidio de su pueblo, de la aniquilación sistemática de una cultura milenaria.
Sesenta mil personas con enfermedad mental en 25 años. Sin título de medicina y sin ni siquiera ser psiquiatra de profesión, Grégoire Ahongbonon ha realizado un pequeño milagro en Costa de Marfil, Benín, Togo y Burkina Faso. Este esposo y padre de familia, anteriormente empresario, se ha convertido en un defensor de «los olvidados de los olvidados» de África: personas con enfermedades mentales, estigmatizadas doblemente al ser consideradas como objeto de brujería y que, a menudo, caen en manos de pseudo curanderos y pastores que los encadenan para «liberarlos» de sus hechizos. En el contexto africano, la enfermedad psiquiátrica conlleva marginación, cadenas, limitación de la libertad. Y un mar de sufrimientos. Para Grégoire, «mientras haya un hombre o mujer encadenados, toda la humanidad estará encadenada». Por ello, desde los años noventa, ha dedicado su vida a liberar, acoger e integrar a personas con enfermedad mental a través de un método que hoy es objeto de estudio por parte de la OMS. Al igual que Janine, que estuvo encadenada durante 36 largos años, otras veinticinco mil personas han sido acogidas en decenas de centros fundados por él, en los que los propios enfermos, una vez curados, atienden y cuidan a los recién llegados. La de Grégoire es ciertamente una gran epopeya contemporánea de caridad y fe, una luz de esperanza indomable frente al dolor de «los últimos» de este mundo.
Por una parte, el presente testimonio lleva al lector por la historia reciente del conflicto que israelíes y palestinos viven cotidianamente, en la que se han sucedido guerras cruentas y catástrofes humanitarias, además de que han surgido radicalismos implacables. Por otra parte, esta apasionante narración tiene como eje el tránsito de quien ha peregrinado desde el judaísmo profundo en Europa hasta la peligrosa posición del pacifismo laico en Israel, con el horizonte psicológico, político y cultural de una frontera permanente: «Los últimos treinta y cinco años de mi vida han sido una larga marcha por la frontera, o, mejor dicho, por las diferentes fronteras en las que se codean israelíes y árabes, israelíes y palestinos, pero también judíos e israelíes, religiosos y laicos, judíos europeos y judíos orientales. Fronteras que se entrecruzan y a veces se superponen, más o menos permeables, más o menos infranqueables.» Nacido en Estrasburgo en el seno de una familia religiosa, a los dieciséis años Michel Warschawski se instala en Israel para proseguir sus estudios talmúdicos. Allí acaba convirtiéndose en una de las figuras más conocidas de la izquierda radical israelí. Militante por la paz palestino-israelí desde 1968, condenado a veinte meses de prisión por su apoyo a organizaciones palestinas ilegales, Warschawski relata en este texto un recorrido y un compromiso excepcionales, en los que el sentimiento no es excluido por la política ni la emoción por la razón. Ligado a los valores del judaísmo de la diáspora, inspirado en el socialismo sin fronteras de los revolucionarios del antiguo mundo yídish, este pasador de fronteras conoce y denuncia la amarga realidad interior de Israel.
¿Cómo definirías a una persona que sube a un coche, posiblemente, para un largo viaje, que no recuerda de dónde ha salido y que no sabe a dónde llegará? ¿Despreocupada, superficial, distraída? Puede parecer extraño, pero el «fenómeno» nos concierne a la mayoría de nosotros, distraídos por demasiados pensamientos diversos. Supongamos que el coche es nuestra identidad y el recorrido nuestra vida. Nosotros no nos damos cuenta que la existencia es como un circuito, en el que el punto de partida y el punto de llegada coinciden. Se sale del Más Allá y se vuelve al Más Allá, cada uno con su kilometraje. «Circuito Paraíso» significa, en consecuencia, el Paraíso en cuanto base de partida y de llegada para todos nosotros. Será importante activar el GPS de nombre Jesús, y recordar, constantemente, cuál es el verdadero camino que tenemos que recorrer. Si el GPS alguna vez no funciona es porque nos encontramos «fuera del camino».
Con vocación de hacer disfrutar y enseñar, María Martínez-Sagrera se propone con La cara oculta de San Pedro, acercarnos a un personaje tan fundamental como desconocido como es Simón/Pedro. Sorprendida por la escasa información que existe de él, la autora decidió lanzarse a la aventura de investigar la sociedad y el tiempo que le tocó vivir para comprender mejor su figura. Estructurado en tres partes que recogen las primeras décadas del apóstol, el libro narra la conversión de Simón en Pedro, el paso de un adolescente impulsivo y curioso, tocado con un afán de liderazgo y una necesidad vital de dar un sentido a su existencia más allá de lo que por tradición familiar de pescadores le corresponde vivir. A través de sus páginas y con el hilo conductor del apóstol, la narrativa de Martínez-Sagrera nos descubre los primeros años de la era cristiana, las luchas y contiendas políticas, el papel de la mujer judía, la importancia de las tradiciones y la proliferación de profetas. Con todos estos elementos la lectura de La cara oculta de San Pedro resulta un documento imprescindible, ameno y entretenido para poner cara a un personaje que simboliza la «piedra» en la que se asienta la iglesia de Jesús. «La Magdalena se levantó airada y le dejó en su soledad. Por su cabeza se atropellaban pensamientos confusos. No entendía cómo Jesús se apoyaba en hombres débiles y egoístas como Pedro. ¿Es que después de tres años con el profeta, Pedro no era capaz de adentrarse en las profundidades del mensaje del rabbí?».