El 8 de noviembre de 1926, Gramsci es detenido por la policía de Mussolini y condenado a una larga pena de cárcel por “conspiración contra los poderes del Estado”. «Debemos impedir que ese cerebro funcione durante veinte años», dijeron. La determinación que mostraron las autoridades fascistas para anular "el cerebro" y el espíritu de Gramsci resulto vana. Quien fuera infatigable activista en la prensa y en las fábricas de Turín, desplegó en prisión, a pesar de la incomunicación y de sus severos problemas de salud, una portentosa actividad intelectual, que quedó plasmada en sus imprescindibles Cuadernos de la cárcel, fundamentales para la teoría marxista y para el pensamiento filosófico en general, y en sus cartas, dirigidas a algún amigo y, sobre todo, a su familia: a su esposa Julia (o Yulca, como él la llamaba), a su cuñada Tatiana (su más fiel y firme contacto con el exterior), a su madre, a su hermano Carlo, a sus hijos