Twain dejó escrito: «El producto más franco, más libre y más privado de la mente y del corazón humano es una carta de amor». Este epistolario inédito hasta ahora en español (que abarca desde el noviazgo de la pareja en 1867 hasta la muerte de Olivia «Livy» Langdon en 1904) revela no sólo la íntima parcela sentimental del genial escritor estadounidense, sino también el aspecto profesional de su carrera. En muchas de las cartas aparece el espíritu filantrópico del novelista, su sentido de la solidaridad y su hondo desasosiego por el ser humano. Pero, sobre todo, como bien señala Rubén Pujante Corbalán en su postfacio, la utilización maestra del humor es «el matiz que fluctúa en la correspondencia como testimonio de un estilo personal. Son las anotaciones humorísticas, los pequeños comentarios jocosos, los chistes y anécdotas graciosas los que amenizan la lectura de las cartas y despiertan la sonrisa y la carcajada complaciente del lector». Cabe leer pues esta correspondencia como una radiografía de la vida de Twain, quien escribió en el prefacio a su autobiografía: «Me ha parecido que podía ser tan franco, libre y desinhibido como una carta de amor si supiera que lo que estaba escribiendo no iba a ser expuesto a ojo humano alguno hasta que yo estuviera muerto, ignorante de todo e indiferente».