Holbach escribe el autor del epílogo, Josep Lluís Teodoro "no dirige sus Cartas a Eugenia a una de esas mujeres que han triunfado en la sociedad, sino a alguien que ha decidido, después de brillar en los salones y de ser el centro de una feliz familia, retirarse del mundo por motivos religiosos. Así, nuestro autor se arroga, no sin ironía, el papel de director espiritual de una mujer angustiada por escrúpulos religiosos, pero en vez de aconsejarle la sumisión y la fe, la prédica de este consejero fomenta la autonomía moral e intelectual de la dama a la que dirige sus cartas. Le aconseja que lea, que reflexione, que aplique sobre todo el bisturí de la razón a los conceptos que le han sido imbuidos desde la infancia y que nunca ha puesto en discusión. La religión es fuente de desgracias privadas y públicas, pero el raciocinio empleado sin temor libera la conciencia de los falsos e inútiles escrúpulos religiosos. Un planteamiento que no desdice en absoluto la cita lucreciana con la que se abre el libro (arctis religionum animos nodis exsolvere pergo, me dispongo a liberar los espíritus de los estrechos lazos de la religión".