«Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Se trata de un encuentro que debe incluir a todos, porque el desafío medioambiental que afrontamos, y sus raíces humanas, conciernen a todos y afectan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas asociaciones comprometidas en despertar la conciencia de esos desafíos. Lamentablemente muchos esfuerzos en la búsqueda de soluciones concretas a la crisis medioambiental han sido ineficaces, no solo porque han sido objeto de una oposición poderosa, sino también por una general falta de interés. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, también entre los creyentes, pueden oscilar de la negación del problema a la indiferencia, la cómoda resignación o una confianza ciega en las soluciones técnicas. Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios en el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades». [14]