Señala el P. Maximiliano Herraiz en la introducción del libro que hay caminantes en la historia de la humanidad que han dejado abundantes y profundas huellas y, aunque nadie hereda el camino de nadie, se puede tirar del cajón de la herencia de la humanidad para describir los tesoros que nos ayudarán a hacernos caminantes. Lucía se nos ofrece en estas páginas roturando su camino de creyente, con “determinada determinación”, y lo hace como esposa, madre, luchadora, para decirnos que también hay un caminante en cada uno de nosotros y que la dirección segura es la del camino hacia el centro de uno mismo, donde está ese Dios que sabemos nos ama y que nos impulsa a un permanente peregrinaje.