La democracia permite que, en la actualidad, los electores puedan cambiar de gobernantes con relativa facilidad. Lo que no es tan evidente es que les permita la posibilidad de trasladar sus necesidades y exigencias de una forma directa a los gobernantes, en su calidad de agentes representantes de los gobernados. Se trata de un problema que afecta a las democracias representativas y, con el fin de resolverlo, se ha intentado aportar soluciones basadas en un complejo mecanismo de pesos y contrapesos que conforman lo que hoy conocemos como rendición de cuentas. Por ello, las democracias han puesto en marcha instituciones, procedimientos y leyes que van desde el acceso a la información en manos del gobierno por parte de los ciudadanos hasta la destitución de los gobernantes mediante el voto; desde la ejecución de auditorias administrativas hasta la corrección por parte de otro poder, el judicial o el legislativo. Y es que, aunque no hay un tipo de rendición de cuentas que solucione de una vez por todas los distintos problemas a los que se enfrentan los ciudadanos en su relación con los gobernantes (y viceversa), sí es posible efectuar algunas acciones que deben simultanearse para acotar y moldear la discrecionalidad del poder. Por ello se dice que, muchas veces, rendir cuentas es también establecer un diálogo entre políticos, funcionarios y ciudadanos. La rendición de cuentas es un elemento de creciente importancia en la cooperación para el desarrollo y en esta obra se analizan algunas buenas prácticas de agencias bilaterales de cooperación en esta materia, con el objetivo de extraer lecciones e implicaciones para la cooperación española.