La voz que aquí se escucha viene de un tiempo y un espacio lejanos: es la voz de un hombre, el Bockstenmannen, que tal vez fue linchado en el siglo XIV en un pueblo sueco y cuyo cadáver, junto con algunos restos de su indumentaria, se encontró en una turbera en 1936 y se exhibe hoy en un museo local. Con esta imagen-voz omnipresente en todo el libro, vamos asistiendo a una recreación de distintos momentos de la vida imaginada de ese hombre medieval anónimo, impresiones sobre el paisaje que lo rodeaba, sensaciones y pensamientos en los que el espíritu o la voz del poeta parecen trasladarse en el tiempo y en el espacio para dar cuerpo y voz a lo invisible, a lo ausente, a lo sumergido desde hace siglos en un remoto pasado.