En mis paseos habituales he gozado de encuentros fortuitos con escritos deliciosos de finísimos pensadores. Encuentros de los que saco no pocas enseñanzas. En estos paseos es fácil reencontrarse con la belleza de un paisaje repleto de palabras y conceptos. Valles profundos de ideas que engruesan el alma o paredes firmes y turgentes como acantilados que se plantan ante tu mirada y que dejarían embelesado al más estoico de los caminantes.