La experiencia mística, por ser un trance supralingüísticoy suprarracional, que coloca al que lo experimenta más allá de las coordenadas del espacio-tiempo, es sencillamente imposible de expresar con el lenguaje humano. San Juan de la Cruz, posiblemente el más alto poeta de nuestra lengua, acepta el reto descomunal de intentar comunicarnos algo de su theopoiesis transformante através de las liras embriagadas del «Cántico espiritual», la «Noche» y la «Llama». Habla con iniciados (sobre todo, con iniciadas como Ana de Jesús y Ana de Peñalosa) porque sabe que sus interlocutores naturales son místicos como él, y les susurra, cómplice, en el Prólogo a la «Subida»: «sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir».