La Segunda República (1931-1939) fue la encarnación política de una determinada mentalidad progresista española. Pero fue, además, un catalizador de progresismo en todas las actividades del país. En el caso de la arquitectura, el fenómeno es evidente. Si bien en 1927 aparecen en España los primeros síntomas de incorporación al Movimiento Moderno, la cohesión cultural no se logra hasta el advenimiento de la República que, en cierta manera, lo oficializa, sobre todo en Cataluña, donde el Gobierno autónomo ampara la acción de la GATCPAC. Pero, además, al ambiente en favor de una actitud de vanguardia arrastra a muchos arquitectos que se habían mantenido eclécticos en la situación política anterior. Cuando termina la República, en 1939, los arquitectos racionalistas abandonan la batalla: unos camino del exilio, otros volviendo a la arquitectura que había entronizado la Dictadura. También, pues, en este campo concreto de la arquitectura, la Segunda República fue un evidente paréntesis cultural. Es este paréntesis el que se intenta resumir y valorar en el presente libro.