El libro reconstruye la experiencia estética y vital del viaje que algunos arquitectos españoles realizaron a Roma –capital artística de la cultura europea de las Luces– en el siglo xviii con la intención de ampliar sus estudios y perfeccionar su formación, en la creencia de que la antigüedad clásica era la fuente de la que debían obtener sus principales conocimientos y el modelo en que debía formarse su gusto. Viaje sin el que no se hubiera dado el giro neoclásico que marca la mejor arquitectura de la Ilustración española.