George y Margaret defienden la frontera. Los vecinos están ahí, esperando a cruzar al mínimo descuido. No pueden bajar la guardia. Pero, cuando Margaret comienza a hacer demasiadas preguntas, la comedia musical que eran sus vidas se torna una salvaje tragedia. Juan Carlos Rubio escribió Arizona en 2005, tras leer una noticia en el periódico acerca de unas patrullas armadas de ciudadanos norteamericanos que, bajo el nombre de Minute Man, vigilaban la frontera con México para «reflexionar con sus vecinos del sur» o, dicho de una manera más clara, para impedir por la fuerza el paso de ilegales. Doce años más tarde, Donald Trump es presidente de los Estados Unidos y ha decidido construir un muro que separe a su país de sus vecinos sureños. La tragedia de los refugiados, la sinrazón de los gobiernos y nuestra falta de solidaridad parecen más arraigados que nunca. Arizona ha recorrido muchos países desde su estreno y siempre consiguiendo el mismo efecto entre las audiencias: servir de espejo a nuestras responsabilidades, a nuestros miedos, a nuestras miserias. En otras palabras, a hacernos más conscientes de nuestras decisiones.