Aprendiendo a Oír implica una formulación eminentemente práctica del proceso auditivo, o lo que es lo mismo, de la funcionalidad auditiva como garantía inequívoca de un perfecto ajuste individuo-medio. Esta es una obra "concluyente" puesto que cierra una trilogía. Leer en los labios contemplaba un primer paso en la educación de niños sordos, desde prefásicos hasta postlocutivos sin olvidar el sector adulto, un segmento poblacional que cada vez necesita más apoyo institucional, tanto desde el punto de vista científico como de servicios comunitarios. Este diseño cronológico constituye un acertado puente de unión en las tres obras: la teoría del life-span nos fundamenta tal hilo conductor, ya que el nuevo sistema demográfico de los países del primer mundo manifiesta las necesidades emergentes de la "tercera edad". Mil palabras con las manos amplía esta visión multidimensional de la que antes hablábamos. Si la comprensión labiolectora es prioritaria para suplir la privación o disminución de la función de oír, los signos conforman la otra gran vía de acceso a la palabra, al lenguaje y al pensamiento. Sin embargo, sin un vehículo de categorización es prácticamente imposible acceder a las formalidades hipotéticas de representación mental. Por ello, la simbolización verbal precisa de una tercera vía, la auditiva, que unida a las dos anteriores, permite un desarrollo más plural y divergente. ¿Por qué no hacer las cosas más fáciles? ¿Por qué privar de otras posibilidades auditivas? Por todo ello, era necesaria y esperada Aprende a Oír.