Nuestro tiempo está lleno de ruido y confusión. Todos queremos persuadir, convencer al otro, acercarnos al otro, pero siempre a través de la palabra. Una palabra casi nunca escuchada, casi nunca sentida y, por lo tanto, casi nunca comprendida. Las interpelaciones y réplicas entre las personas son cada vez más absurdas y conflictivas. Nadie quiere callar, pues callar se percibe como un fracaso. Es como si en Occidente el silencio no fuera soportable. Quien no habla es un perdedor, un cobarde, un sometido. Pero, en realidad, lo que está sucediendo es que, cuando se instala el silencio, aunque sea por unos breves instantes, la gente no sabe qué hacer, se siente incómoda e invadida por la angustia, tiene miedo. Sin embargo, el silencio, tan poco vivido y por lo tanto tan poco estudiado, es lo que otorga sentido a la palabra. De hecho, las cosas más importantes de la vida se transmiten a través del silencio. Y es en el silencio donde se escucha verdaderamente. Este libro nos ofrece una reflexión sobre el silencio como forma de tomar conciencia de nuestra manera de comunicar, no sólo con los demás, ni con nuestro entorno, sino también con nosotros mismos. Cuando la mente parlotea sin cesar nos adormece, nos emborracha. Cuando entra en un espacio vivo, nos despertamos para sumergirnos en una conexión más profunda.