Editar es difundir. Y difundir, dijo el Che Guevara, es sembrar conocimiento, memoria y conciencia. Por eso editar ha sido siempre oficio peligroso, censurado y reprimido, sobre todo en territorios en conflicto permanente, como el nuestro. Buena parte de la edición vasca en los últimos dos siglos se ha hecho desde el exilio o bajo leyes mordaza. Y así seguirá, mientras el Reino de España sea una jaula de naciones. En ese margen entre lo permitido y lo deseable, entre lo posible y la utopía, una editorial independiente o un editor comprometido tienen mucho que decir y publicar. Incluso para hacer apologías y enaltecimientos, siquiera entre líneas, de todas las nobles insurgencias. Así, con su estilo incisivo y veraz, Jose Mari Esparza nos narra su experiencia al frente de Txalaparta: la sonrisa arrancada a Iñaki De Juana Chaos en la cárcel de Ocaña, su detector de explosivos casero, la cena con Fidel a la que renunció por principios militontos, los libros ofrecidos al sacrificio de los jóvenes Valencia y Alemán, los silencios de Eduardo Galeano, el sorpresivo encuentro habanero con Joseba Sarrionandia, los libros ya editados y proyectos que tal vez tardarán... Este libro es un guiño al País de la Txalaparta, recién salido de una nueva guerra de baja intensidad. Y también a nuestros hermanos y hermanas del mundo, que siguen tenaces, levantando trincheras de libros, ideas y sueños.