Animales que no se pueden acariciar es un zoológico que Javier Quevedo ha construido pacientemente en el jardín de su escritorio, alrededor de su cabeza. Es la suma de unos relatos de muy diferentes especies El puente de los tropiezos, Entra un gangoso en una farmacia, ¿Se cortan las uñas de los pies los verdugos? o El amor al interior de las curvas que, narrados por una voz única, nos imbuyen en historias inquietantes, asombrosas, disparatadas o tensas que provocan en el lector múltiples sensaciones entre las que no cabe la indiferencia. Son piezas que como muy bien reconoce Ángel Zapata a través del humor, de la poesía, la belleza convulsa [
] le hablan de cerca y en su propio idioma a ese animal de fondo que en cada uno de nosotros no se deja acariciar, ni falta que hace.